Prioridad: que los padres eduquen
El principal yacimiento no explotado de capital social y capital humano de este país es la capacidad educadora de padres y madres. De ellos depende, por una parte, la formación de los hijos en valores y virtudes que serán básicas para su desempeño ulterior, tanto para su realización personal como para su utilidad social. Esto es una evidencia incuestionable.
Pero, además, los padres en su misión educadora, realizan otra segunda función conectada directamente con la mayor o menor capacidad de aprendizaje de sus hijos cuando inicien el proceso escolar: la dedicación de padres y madres en tiempo y en forma adecuado, es esencial para el aprendizaje cognitivo de los niños.
Quien tenga interés en este aspecto podemos recomendarle la publicación más reciente: “El tiempo con los hijos y la actividad laboral de los padres” editado por el Servicio de Estudios de “La Caixa”
La fuente primigenia de capital social, que después las redes sociales amplifican o destruyen, es la paternidad y maternidad educadora.
Sin descendencia y sin capacidad de educar no hay posibilidad de generar el suficiente capital social. Por otra parte el capital humano está en función de todo aquel proceso de formación y enseñanza.
La mejor tarea para la prosperidad y el bienestar de este país sería proporcionar a padres y madres los conocimientos, condiciones laborales, y medios necesarios, para que pudieran perfeccionar al máximo y aplicar esa función educativa.
Ninguna inversión pública a medio y largo plazo sería más rentable que ésta, y ninguna presentaría una mejor relación y tasa de retorno.
Capítulo aparte merece el papel de la madre, que por razones obvias, es la principal figura educadora por su proximidad necesaria al hijo en los primeros años de vida. Precisamente aquellos que señalan la impronta profunda de muchas de las capacidades futuras, y en la que prácticamente el niño no recibe, o lo hace en escasa medida, formación de naturaleza escolar.
En este sentido es absurdo ocultar que existe un conflicto evidente entre actividad laboral femenina, tasa de natalidad y capacidad educativa. El problema radica en que mientras es fácil medir los beneficios económicos que genera el trabajo de la mujer fuera de casa, en forma de salarios, resulta muy complejo, y a largo plazo, conocer las consecuencias negativas sobre la descendencia y la formación.
A pesar de ello, en España poseemos ya suficientes años de bagaje sobre lo que representa nuestro declive demográfico y fracaso educativo, que no guarda relación ni con nuestro nivel de renta, presupuesto para la enseñanza y formación de nuestro profesorado. Los índices son mucho peores de lo que nos correspondería.
La explicación de todo ello hay que buscarla en ese desplazamiento rápido y masivo de la mujer hacia el mercado laboral.
Obviamente de este enunciado no se debe deducir que la mujer deje de trabajar pero sí otras dos cosas: primera, aportar muchísimos más medios para que la madre pueda combinar vida laboral y su función educadora, no solo en su beneficio sino por el interés de todos.
Segunda, debe dejar de verse mal y de castigar a la mujer que por atender a sus hijos se encuentra en la necesidad y la vocación de dejar de trabajar, porque su función es valiosísima.
Fuente ForumLibertas
miércoles, 12 de marzo de 2008
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