sábado, 15 de marzo de 2008

Hipocresía y arrogancia

Hipocresía y arrogancia

Por Leonard Pitts Jr. De The Miami Herald
La Nación

Jueves 13 de marzo de 2008

MIAMI.- Admito que tengo curiosidad. ¿Qué es exactamente lo que incluye una hora de sexo de 5500 dólares? ¿Acaso la mujer transpira Dom Pérignon? ¿Se ofrece un masaje con un aceite destilado de lágrimas de vírgenes? ¿Regalan una pantalla gigante? Por supuesto, hay preguntas más importantes que surgen a partir de la asombrosa implosión de la carrera política del ahora ex gobernador de Nueva York Eliot Spitzer, involucrado en un círculo de prostitución de superlujo. Pero les dejaré a otros el análisis político, aunque diré que no veo cómo el gobernador podría haber seguido en su cargo tras el derrumbe de su autoridad moral. No obstante, la pregunta que más me intriga no tiene nada que ver con la política. Y esa pregunta es: ¿cómo? ¿Cómo un hombre puede hacerle algo así a su familia? ¿Cómo puede hacérselo a sí mismo? Sí, ya sé lo que dice la sabiduría popular: que todos los hombres son como perros. Pero la sabiduría popular no responde las preguntas. Aun cuando uno crea que todos los hombres son unos puercos que no pueden evitar ser esclavos de los deseos carnales -y yo no lo creo- eso no alcanza como explicación. Después de todo, el punto en este caso no es el sexo. Con mis disculpas a Bill Clinton: es la hipocresía, estúpido. Pensemos en la asombrosa lista de funcionarios de alto nivel y autodesignados moralistas que han sido descubiertos -o, en unos pocos casos, que han sido sospechosos- de predicar un conjunto de valores mientras viven de acuerdo con otros valores diferentes. De Clinton a Kennedy Está encabezada, por supuesto, por el ya mencionado Bill Clinton, cuyas indiscreciones precipitaron una crisis constitucional. Pero la lista también incluye a Jesse ("mantengamos viva la esperanza") Jackson, al alcalde de Detroit Kwame Kilpatrick, al ex alcalde de Spokane James West, al reverendo Ted Haggard, a Newt Gringrich, a numerosos sacerdotes de la Iglesia Católica, Stom Thurmond (aparentemente, le gustaba la integración más de lo que solía admitir), Mark Foley, Rudy Giuliani, al gobernador de Nueva Jersey James McGreevey, a Gary Condit, Dan Burton, Bob Packwood y Henry ("una indiscreción juvenil") Hyde. Y todo eso apenas en la última década. Si retrocedemos unos años más, tenemos a Jim Bakker, Wilbur Mills, Gary Hart y Jimmy Swaggart, llorando con lágrimas que avergonzarían a un cocodrilo. Vayamos aún más atrás y encontraremos a John F. Kennedy y Thomas Jefferson. El punto es que sé perfectamente bien que la hipocresía no es nada nuevo. Sin embargo, sí hay algo nuevo en esta época de cámaras en los celulares, noticias las 24 horas, YouTube, vida privada disminuida y periodismo intrusivo. Uno pensaría que un hombre listo (y esto no es un oxímoron, ¿entienden?) se daría cuenta de todo esto y se comportaría de manera acorde. Uno creería que tendría la sensatez de renunciar a algo o bien a su carrera o a sus actividades extracurriculares. En cambio, con una arrogancia indescriptible, con una soberbia que opaca el sol, intentan ganarle la partida al sistema. Y cuando el sistema los atrapa, ni siquiera soportan pagar el precio. No, eso les corresponde a las esposas que deben permanecer junto a ellos, con la mirada baja y humilladas, durante todo el ritual de disculpa, por los hijos que deben ir al colegio al día siguiente, por los votantes que creían y que ahora ven su fe traicionada. ¿Saben cuán difícil es creer? ¿Superar el cinismo y la inercia y poner la frágil confianza en manos de alguien que alega representar valores más elevados que su interés personal y su yo? ¿Tienen idea de hasta qué punto uno se siente un tonto al ver que esa confianza, entregada con cariño, ha sido insensiblemente pisoteada? ¿Saben cuán poco probable es que uno vuelva a confiar? Y, finalmente, ¿saben cuánto nos perjudica a todos que la fe se calcifique en el cinismo? ¿Que ya no seamos capaces de creer? No sé qué fue lo que recibió el gobernador cuando -según se dice- pagó 5500 dólares por una hora del tiempo de una prostituta. Espero que haya valido la pena. (c) 2008 The Miami Herald. Distributed by Tribune Media Services, Inc.

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