martes, 18 de marzo de 2008

A Kirchner economista se le escapan las liebres


A Kirchner economista se le escapan las liebres


En Argentina, los agentes económicos se aprestan a un cambio que oxigene sus negocios. La inflación está lejos de ser controlada.
Por Marcelo D. Ferrer

El escenario de retracción financiera hacia los mercados emergentes que habíamos previsto en notas anteriores, está sucediendo.

Tanto la suba de la tasa de interés por parte de la FED de Estados Unidos como la segura aunque postergada alza de la tasa de interés que impulsará el Banco Central Europeo y el alza de la tasa por parte del Banco Central de Japón; sumado a ello el alza del crudo, el oro, la plata, el cobre y el níquel; y, la incipiente baja en el precio de los comodities agrícolas, no deben ser analizados aisladamente del contexto global de la geopolítica y la economía mundial.




No abundaremos aquí respecto de cómo es posible prever un curso definido de las variables arriba enunciadas puesto que ya lo hemos hecho en sendos trabajos anteriores; sólo diremos que ese curso resulta inexorable ahora y que, los países emergentes, deben prepararse para un nuevo escenario económico internacional con todavía no calculables cambios en la geopolítica mundial.

Sin resignarse aún a aceptar que las abultadas ganancias financieras de los últimos años comienzan a menguar, los inversionistas rezagados se ilusionan con que será inocua el alza de la tasa de interés de referencia; que los mercados emergentes resistirán bien la inexorable marcha de la economía mundial hacia la desaceleración. Esta ficción beneficia a los inversionistas adelantados en retirada que, crecientemente, desde finales de 2005, buscan refugio en los bonos del tesoro de los Estados Unidos y en los metales. Es por ello que los mercados se encuentran vacilantes, selectivos dirán algunos, volátiles los otros.

En nuestro país

En gran medida el viento de cola impuesto por una abultada liquidez internacional coadyuvó a consolidar la salida de Argentina de su gran depresión de 2002. La enorme liquidez internacional que produjo la ínfima tasa de interés de referencia, hizo que los capitales fluyeran en busca de rendimientos y que asumieran progresivamente mayor exposición al riesgo. Tal circunstancia contribuyó a que Argentina renegociara gran parte de su deuda en default en mejores condiciones de quita y financiamiento, al evaluar los operadores defaulteados, la existencia de una demanda sostenida para los nuevos títulos de canje que, en alguna medida, compensaría sus pérdidas. La teatralización, la soberbia autoritaria y la intemperancia esquizofrénica Kirchnerista (a la que luego nos acostumbraríamos), hizo que la salida del default se hiciera con una horrenda imagen ética hacia los inversores financieros y productivos. La exagerada especulación y el jactarse luego de las ventajas obtenidas, no contribuyó a morigerar nuestras desprolijidades de siempre, sino, a agravarlas. En tales circunstancias es dable pensar que ante la selectividad que de ahora en más imperará en el mercado financiero, nuestro acceso se vea agudamente desfavorecido.

A lo anterior hay que añadir que aún persisten en default bonos por un monto que superan los 23 mil millones de dólares. Como no hay plazo que no venza ni deuda que no se pague, de algún modo o bajo alguna circunstancia, cada argentino pagará esa deuda, algún día. De cierto hay que mientras ahí persista, continuará perjudicando nuestra imagen. Dirán algunos que regularizar esa deuda costaría el hambre del pueblo; diré, simplemente, que el hambre del pueblo es consecuencia de los inescrupulosos que nos han gobernado desde siempre hasta ahora y no de aquellos que financiaron sus disquisiciones. Si alguien pide un préstamo a un banco para construir su casa, y en lugar de hacerlo, va al casino, el banco no debería perjudicarse con la incobrabilidad de su crédito.

Ese viento de cola financiero impulsó además el precio de los comodities agrícolas y permitió al gobierno, en un esquema de subvaluación de la economía doméstica (bajo salario real), mejorar la competitividad externa del país e implementar un esquema de sustitución de importaciones que a su vez impulsó el consumo y el empleo precario (1). La sobrevaluación del tipo de cambio, o la subvaluación del precio relativo de los principales factores de la producción (que es lo mismo), a su vez, permitió al gobierno recaudar sobre el excedente de rentabilidad de las exportaciones (aplicando retenciones) y así evitar una reforma estructural del país y el estado. A ello sumó una variedad de impuestos distorsivos y la más alta presión tributaria de que se tenga conocimiento en el país, para lograr un superávit primario en las cuentas fiscales. Este superávit, en alguna medida (insuficiente (2)), sirvió para aumentar las reservas del país pero también, para una redistribución excesivamente politizada del ingreso.

Durante estos años de bonanza, la administración se ocupó más de consolidar su poder político que de consolidar una economía sustentable capaz de salir indemne de los ciclos internacionales.

Lo que no se hizo

Regionalización: habiendo perdido en varias oportunidades el tren del progreso, nuestro país, a la luz de su última crisis, requería un salto a la eficiencia. Este salto incluía una regionalización menos burocrática y o­nerosa que la actual división política provincial. Una regionalización que a la vez de disminuir en gran medida el gasto estatal, incluyera una especificación por regiones de los recursos. En tal esquema debía incluirse una reformulación de la justicia, la educación, la salud y la seguridad. Una utopía podría pensar usted; quizá... pero sólo pensando en utopías nos acercamos a ellas. Un gobierno con el poder de la razón y no exclusivamente del dinero, lo hubiera logrado.

Reforma tributaria: pocas cosas tergiversan nuestra constitución nacional como la forzada implementación de nuestro sistema tributario. Desvirtúa tanto el espíritu que nuestros constitucionalistas de 1853 premeditaran para nuestra organización republicana y federal, que el resto de las desobediencias constitucionales son su consecuencia y en nada la mancillan.

Reforma Política: el ejercicio de la política en nuestro país ha colapsado. Hoy existe un unicato mafioso con ramificaciones en los tres poderes de gobierno que desvirtúa todas y cada una de las instituciones de la democracia. El sistema de partidos no sólo no tiene entidad, sino que descumple su función básica de catalizar la dirigencia idónea y honesta. A la cabeza de los partidos políticos de hoy se enquista una dirigencia corrompida que permite sólo el crecimiento de los obsecuentes. La nueva legislación debiera asegurar el libre ejercicio de la democracia interna de los partidos políticos.

Reforma electoral: Conjuntamente con la reforma política, el mejoramiento de la ley electoral es imprescindible para la más genuina participación democrática del electorado. Los actuales representantes, tan lejos de sus electores, no obedecen al compromiso ético de su misión de representantes y se hacen dueños de sus decisiones de manera inconsulta y prebendaria. Las cámaras de representantes, tanto en la nación como en las provincias y municipios, configuran un real mercado de traficantes que no deciden en función de las necesidades del pueblo que representan, sino, en favor de intereses políticos tantas veces contrarios al bien común.

Reinserción laboral y programas de entrenamiento: La competitividad no la genera espontáneamente la subvaluación cambiaria y el bajo salario. Para que haya real competitividad debe existir una productividad creciente de la mano de obra que sólo se logra con planes sistemáticos de entrenamiento y reentrenamiento laboral. No han existido políticas en tal sentido y es por ello, que un gran número de desempleados (10% de la fuerza laboral) es el ejido más duro en ocuparse. En otro orden, las cíclicas crisis de nuestro país fueron segregando a un gran número de ciudadanos; ellos, en la medida que no se reinserten activamente, van conformando conatos de frustración y resentimiento. En favor de ellos, el estado asistencialista, ha impuesto una especie de subsidio vitalicio que los mantiene presos en su incapacidad y de la indulgencia de los gobernantes de turno.

Reforma Financiera: la banca actual incumple en gran medida su función de fomentar la inversión y con ella el aumento de la producción; la falta de especificación de algunas entidades públicas y el giro de la mayoría (públicas y privadas) a la prestación de servicios generalizados: seguro, venta directa, asesoramiento bursátil, etc.; sumado a ello el facilismo financiero de especular a través del consumo con o­nerosos cargos administrativos e intereses en tarjetas de crédito, desvirtúa su función primaria y motora para la generación de nuevos recursos. Han fallado los bancos en su tarea de fomentar el ahorro y canalizarlo hacia la producción.

Reestructuración del estado: una de las funciones principalísimas del estado es arbitrar entre los particulares para el logro de una más equitativa distribución del bienestar. El acceso a la vivienda, a la educación, a la salud, a la justicia, a los centros de producción y consumo y una sensación de seguridad que sea igualitaria para todos los ciudadanos. Para ello recauda y redistribuye haciendo hincapié en el sostenimiento de una infraestructura que permita a los ciudadanos acceder a sus servicios con la mayor excelencia. Entonces, la eficacia del estado se logra, sí y sólo sí, a través de una adecuada asignación de los recursos escasos que provienen de la recaudación tributaria. La mala asignación de recursos y prioridades, merma su eficacia. Es claro que el estado actual de las cosas, vivienda, educación, salud, justicia, seguridad, rutas, puertos, comunicaciones, energía, etc. demanda desde hace mucho tiempo un análisis y una reasignación más eficaz de los recursos. Las obras públicas encaradas por el gobierno de kirchner rozan las necesidades de la población, pero se enmarcan más en intereses relacionados con el poder y la permanencia en él. Entonces pues, no hubo en el estado un cambio estructural hacia la eficiencia, todo lo contrario. No sólo no se eliminaron los gastos improductivos sino que se agregaron más. La inmensa variedad de subsidios es prueba de ello. El reparto de prebendas políticas y el sostenimiento de causas perdidas en provincias y municipios, son un simple enunciado de cómo se ha dilapidado el dinero durante estos años a costa de un mejor salario y sensación de bienestar para la población.

Para simplificar lo extenso de este punto, esta época de vacas gordas ha sido desaprovechada en el sentido de posicionar a la economía, y por ende al país, más favorablemente para cuando las vacas se enflaquecen.

Dos escenarios para la inflación

Lanzados como estamos al abismo de un nuevo ciclo retroactivo de la economía mundial, prevemos que existen dos escenarios para la inflación: uno de corto plazo y, otro de mediano y largo plazo.

En el corto plazo (un año a lo más) deberemos acostumbrarnos a convivir con ella. Estructuralmente se plantea un escenario inflacionario por diversas razones:

> Hay un desequilibrio entre la oferta global de bienes y la demanda global de bienes. Salvo algunos conatos con margen de producción ociosa, gran parte de la industria, ante la carencia de una oportuna inversión, no está en condiciones de abastecer la demanda agregada que impulsa la expansión del gasto del estado (consumiendo el superávit), por un lado, y la expansión monetaria por el otro. Es dable presumir que mientras la primera se irá alargando, la otra, la expansión monetaria, se irá acotando a los fines actuales, en la medida que el diferencial cambiario se diluya por efecto de la inflación y haya menor liquidación de dólares provenientes de la exportación como efecto del deterioro en el precio de los comodities. A ello debiéramos sumar un mayor volumen de importaciones. En caso de que el tipo de cambio acompañe a los índices de inflación, el escenario se agudizará. Decimos que una expansión del gasto del estado es inevitable dado que el carácter asistencialita que ha adquirido, lejos de contraerse, se irá multiplicando.

> En otro orden, esa necesaria expansión del gasto estatal (en alguna medida para asegurar la paz social) se verá agudizada por la reaparición de déficit cuasifiscal del Banco Central. El volumen que han adquirido los instrumentos de neutralización monetaria y el aumento de la tasa de interés así lo indican. Hay que incorporar los déficit que generen las empresas ya reestatizadas, y el de aquellas que ante lo incierto panorama, decidan abandonar los servicios. El desequilibrio en provincias y municipios, configura también un punto sobresaliente. En el plano financiero, una carestía de la deuda emitida con ajuste por inflación y una carestía del financiamiento internacional, entre otras circunstancias más. Si el estado no pudiera financiarse en el exterior, lo tendrá que hacer en el mercado interno agudizando la iliquidez reinante, impulsando mayores costos a las empresas ya sea por el aumento de la tasa de interés o mediante el impulso de la inflación.

> Dijo bien el Ministro Fernández (da lo mismo cual, ambos son repetidores textuales de Kirchner): "En relación a la inflación, Argentina, es un alcohólico recuperado". En varias cuestiones más, añadiría yo, ni siquiera nos hemos recuperado. Lo cierto que es latente la carrera social por la puja distributiva; además es algo que ha sido usado hasta el hartazgo por el presidente con el afán de ganar popularidad y que ahora, pretende morigerar. Los aumentos salariales por encima de la productividad son generadores de mayores costos; los mayores costos se trasladan a los precios en la medida que la demanda y la competencia lo permite, y aquí, demanda, es lo que sobra y la competencia se ciñe a un mismo contexto. Pero además esta el vedetismo de los sindicalistas que ante un debilitamiento del poder presidencial, se sumergirán en un sálvese quien pueda, que los salve a ellos, claro.

> Un ingrediente adicional lo impone el menor rendimiento financiero de las colocaciones, por efecto de un deterioro de la liquidez internacional con impacto en los mercados emergentes, esto hará que las empresas replanteen su ecuación de resultados. En alguna medida, el resultado financiero que obtuvieron las empresas productoras de bienes y servicios y las entidades financieras durante el último tiempo, sumado a ello la capacidad ociosa, contribuyó a morigerar, hasta ahora, el impacto sobre los precios. Las empresas beneficiándose con tasas bajas y obteniendo abultados resultados por sus operaciones en el mercado de valores; las entidades financieras otro tanto. Parte de sus estructuras requerirán de ahora en más de otro tipo de financiación con alguna certeza de que ello incida en el nivel de precios.



> La energía configura todo un problema a resolver, sobretodo ante el aumento del precio del crudo y la posibilidad de que Argentina deba importarlo. Pero la suba del petróleo impulsará el precio de la energía en general y toda nuestra infraestructura es deficitaria.

Sin embargo, en el mediano y largo plazo el escenario para la inflación pudiera variar sustancialmente. Todo dependerá del grado de confrontación social que pudiera ocasionar una agudización del estatus quo hoy reinante. Una crisis impactaría gravemente sobre el consumo, máxime, si tenemos en cuenta en qué forma se agudizaría la pobreza. Sobre este punto no diremos más.

Conclusión

La Argentina Kirchnerista dejará de herencia en el 2007 el mismo país que recibieran, tan susceptible a sobrellevar los ciclos de la economía mundial, crisis mediante. El cambio que se propusieran, dejando de lado el personalismo, no era posible realizarlo sin antes consolidar un esquema político y económico de eficiencia. El haberlo impulsado desde la reivindicación, lo agotó de recursos. De recursos internos porque de tal modo no era posible llevar adelante una real reforma estructural que nos cure para siempre de más de lo siempre; de recursos externos, porque en la “lona”, no es inteligente desafiar al adversario insultándolo; puesto que eso, es suicida.

Referencias

(1) Empleo precario: lo expresamos así porque un esquema de cambio subvaluado no se presume sostenible en el largo plazo; con lo cual, dado que la actividad posee un árbitro parcial en el accionar del gobierno de turno, toda inversión productiva que especule con ese beneficio será precaria, y por ende, el empleo que genere, también. Pero además, un esquema de bajo salario real sólo se condice con la baja productividad lo que torna precaria la relación laboral.

(2) Superávit insuficiente: En primer término digamos que un estado sólo puede lograr superávit cuando todas las funciones que demandan su rol han sido cumplidas y se encuentran en su máximo grado de eficiencia. No existe tal superávit cuando hay desinversión en salud, educación, justicia, seguridad, vivienda e infraestructura. Pero agreguemos, que un país en default, requiere un superávit que cubra suficientemente sus obligaciones soberanas, si es que desea reinsertarse con éxito nuevamente en la comunidad internacional.

(Se autoriza su difusión con mención de la fuente)

(*) MARCELO D. FERRER nació en la ciudad de La Plata, provincia de Buenos Aires, República Argentina. Es economista, escritor y ensayista. www.marcelodferrer.com.ar

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