jueves, 27 de marzo de 2008

"Para querer al país hay que pensarlo en el largo plazo"

"Para querer al país hay que pensarlo en el largo plazo"

Por Carmen María Ramos
Para LA NACION

Miércoles 26 de marzo de 2008

Para la fotógrafa Sara Facio, los múltiples problemas que arrastra el país tienen un origen común: la falta de educación, las dificultades para trabajar en equipo, para pensar en el largo plazo, para dialogar, para respetar jerarquías y trayectorias. "Querer al país es pensar en su futuro", sostiene. Una brillante carrera de casi medio siglo se vio coronada en estos días con la exhibición de una muestra antológica de sus fotografías. Recorrer esas imágenes es repasar los grandes hitos de su labor individual, pero es también acceder a un importante registro de la realidad, con sus grandes protagonistas del último medio siglo. El trabajo de Sara Facio trasunta su alma de pionera. ¿Qué otra cosa puede decirse de una mujer nacida en 1932 y que desde el ya lejano 1957 decidió dedicarse profesionalmente a la fotografía, cuando casi ninguna mujer lo hacía ni la fotografía era considerada una profesión? Ella abrió un camino incluso para sus colegas del sexo masculino. Desde La Azotea, que fundó en 1973 y que aún dirige, ha realizado una obra monumental y ha editado libros, ensayos fotográficos y series de retratos que son reflejo de su vocación. En 1985 creó la Fotogalería del Teatro General San Martín, y en 1995 creó en el Museo Nacional de Bellas Artes la primera Colección Fotográfica del Patrimonio Nacional, sobre la base de donaciones privadas. Allí continúa como curadora. Sus libros y fotografías se encuentran en la Biblioteca Nacional de París, en la Biblioteca del Congreso de Washington, en el Museo de Arte Moderno de San Pablo, Brasil, entre otras instituciones, y en colecciones privadas. Desde 1965 el Correo Argentino ilustra estampillas con sus fotografías. La última fue la conmemoración de los cien años del nacimiento de Jorge Luis Borges. -¿Por qué la Argentina es un país con gente destacada, pero a la que le cuesta mucho funcionar colectivamente? -Eso siempre lo he notado. Muchas personas valiosas se fueron al extranjero y pudieron trabajar, formar equipos y desarrollarse plenamente. Un caso es el de Jorge Lavelli, que en Francia llegó a dirigir incluso teatros oficiales, pero hay cientos de ejemplos. Acá todo es muy conflictivo, todo resulta más difícil. Queremos imponer nuestra forma de pensar sin aceptar demasiado las diferencias. Hay poco diálogo, poco debate. Yo lo viví en el Museo Nacional de Bellas Artes. En la gestión anterior se hizo una comisión para acompañar al director, y era una comisión fantasma: no se la veía, no convocaban a nadie, decidían sin pedir asesoramiento. En el área de mi competencia aceptaban o rechazaban fotógrafos sin pedirme opinión. Es una cosa muy arbitraria, en algunos casos hasta humillante, y que no favorece a nadie. -¿Por qué ocurre? -Porque la gente en la Argentina no sabe trabajar en equipo. Eso hace que no haya diálogo, que no haya intercambio ni enriquecimiento, que se iguale hacia abajo. Falta humildad, conciencia de los propios límites. Si yo no entiendo de un tema, si no es de mi competencia directa, debo asesorarme. El problema es que algunos quieren cargos para figurar, para viajar, para tener un chofer. Es una mirada muy pequeña, muy mezquina, y así nos va. La verdadera política que se hace aquí es la de desalentar a la gente valiosa. -¿Qué nos frena? -Hay falta de educación y de buenos ejemplos, y esa carencia baja desde las más altas esferas. La sociedad asiste impasible a la actitud agresiva de los ministros y ex ministros o del ex presidente, humillando a mucha gente. La consecuencia es que los mejores tienden a replegarse, se concentran en lo suyo y abandonan toda vocación por lo público. Lo público pasa a ser una expresión de la política, a la que se ve como un espacio condenado a la mediocridad, a la pobreza de miras, cuando no al delito. -Pensar en la Argentina ¿qué sentimientos le provoca? -Como ya dije, me siento muy patriota. En mi casa se festejaba más el 25 de Mayo que la Navidad. Pero reconozco que pensar hoy en la Argentina me produce una profunda tristeza, porque creo que me voy a morir sin ver a este país encaminado. Al punto de que ahora me conformaría con ver a mi ciudad encaminada. Cómo no voy a sentir desesperanza si a pocos días de comenzar las clases los diarios informan que recién ahora se van a empezar a arreglar las escuelas... ¿Qué hicieron los que tenían que ocuparse de esto desde que terminaron las clases del año pasado? -Desde los tiempos de sus retratos de figuras como Victoria Ocampo, Luis Federico Leloir, Borges y Cortázar, ¿qué cambios advierte en la calidad de nuestras figuras relevantes? -En líneas generales, veo una degradación, que se debe, en parte, a la valoración que hacemos de lo que significa ser exitoso. Antes el éxito era un camino esforzado; hoy es el deseo de figurar. Otros países echan bases más firmes. Lo vemos en estas primarias en los Estados Unidos. Me producen una sana envidia. Se habla de ideas, se habla del país, de lo que los Estados Unidos necesitan. Los candidatos quieren a los Estados Unidos, se preocupan por su futuro. Pensemos en nuestro próximo Bicentenario. Hay una orfandad de ideas y de acciones. No se trata de pensar sólo en los festejos: pensar en el Bicentenario es pensar en un modelo de país en todas las áreas. Para eso aquí debería haber funcionarios trabajando en el tema desde hace 20 o 30 años. Querer al país es pensar en el futuro del país, pensar con mentalidad de largo plazo. -¿Qué oposición le gustaría ver en la Argentina? -A mí me gusta el estilo de oposición que ejerce Elisa Carrió. Es una dirigente decente, valiente, preparada, educada, que se sale de sus carriles cuando la sacan. Y lo hace con bastante humor, que es un signo de inteligencia.

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