Un país sin retenciones.
Desde que el Estado conduce las políticas económicas estamos en manos de los irresponsables de turno. Está claro, que no llegamos hasta aquí por casualidad, sino por el progresivo avance de las ideologías que promueven las políticas activas y la mano salvadora del Estado para resolver lo que el mercado, según ellos, no puede solucionar.
Bajo estas ideas que nos gobiernan hace décadas en el mundo y particularmente en América Latina, nuestro país está recorriendo un camino cada vez más perverso.
El desabastecimiento, los controles de precios, la inflación, las retenciones, la carga impositiva, los subsidios, los planes sociales, son sólo algunos de los componentes de este inmoral régimen que no sólo no ha traído progreso, sino cada vez más distorsiones.
Para colmo de males, esta forma de pensar, goza de un manto de cobertura moral que justifica en forma ciega cada una de las decisiones que involucra, olvidando que cuando alguien decide redistribuir, lo que está haciendo es sacarles a unos para entregarles a otros, y por lo tanto ignorando la propiedad que cada uno de nosotros tenemos sobre el fruto de nuestro trabajo.
En este contexto, esta gestión, la actual, no sólo que sigue avanzando sino que perfecciona un discurso cada vez más retorcido e inmoral. A no equivocarse, no se trata de las personas. No tiene que ver con el circunstancial funcionario de turno, sea este electo o no. NO es la Presidente, ni el ministro ni sus secretarios. Es bastante más profundo. Es la ideología que nos gobierna, con estos u otros protagonistas.
La situación actual, en este caso la del campo, sólo sirve como otro ejemplo mas de cómo razonan, de cuán perversa puede ser esta forma de pensar y ver a la economía.
Los precios internacionales están en su mejor momento. Nosotros, los argentinos podemos ufanarnos de ser un proveedor privilegiado por las riquezas que disponemos, con tierras especialmente generosas y una habilidad innata para desarrollarlas.
Sabemos, a estas alturas, que la cuestión entre gobierno y campo, es un tema ideológico, que va más allá de lo recaudatorio. Ya no se trata solo de buscar alternativas para financiar las aventuras políticas de los detentadores del poder, sino más bien, de una revancha económica que impida que ese sector de la sociedad pueda sacar la cabeza más de la cuenta.
El contexto internacional es favorable a la Argentina. Somos productores de aquello cuyo valor económico circunstancialmente sube por una cuestión propia del mercado, ese mercado al que denostamos por su imperfección, pero del que estamos aprovechándonos para obtener el máximo rédito no sólo en el sector privado, sino también en el público vía impuestos.
Cuando el ministro de economía dice que "si fuera por el campo no habría retenciones" tiene razón. Y está bien. No se entiende qué le molesta al Ministro en este punto.
Las retenciones NO son una bendición sino un distorsionador del mercado. ¿Qué cree el Ministro y sus representados que sucedería sin retenciones ?. El primer impacto evidente es que el Estado Nacional no recaudaría como lo hace hoy. Esto por supuesto tendría importantes consecuencias en su estrategia de despliegue político partidario electoral, ya que se quedaría sin una de sus más seductoras herramientas de poder, el dinero. A nadie escapa que ese dinero, y no el carisma de los líderes de turno, es lo que le permite dominar a gobiernos provinciales y municipales en casi todo el territorio. Ese mismo dinero que le posibilita destinar subsidios a los sectores económicos que se articulan ( por utilizar un lenguaje educado ) y aprueban sus políticas, no sin antes obtener una jugosa recompensa material por dicho apoyo.
Intentan controlar los precios internos y asegurar el abastecimiento, evitar que los productores dejen de producir algo menos rentable o que nuestros campos migren desde actividades menos rentables a más rentables.
Al mercado no hay que regularlo, mucho menos sujetarlo, el arte consiste en interpretarlo. Estamos en un momento especial, el mundo demanda alimentos, esos que nosotros producimos con mayor facilidad que muchas otras naciones. Es tiempo de obtener el máximo provecho de esas circunstancias.
Es el mercado y no el gobierno quienes pueden decodificar esa información. El gobierno no sabe como se hace, no son productores, no conocen nada del campo, tampoco de otras cuestiones. Si el país quiere crecer y recuperar su protagonismo, debe animarse a más, y para ello, las retenciones son un corset que sólo nos impiden seguir avanzando.
El ministro tiene razón, si fuera por el campo no habría retenciones. El gobierno le tiene miedo a las ganancias, suponen ingenuamente que los productores mejoraran su estándar de vida con los dividendos que logran desconociendo algo básico en la naturaleza humana, el ansia de progreso.
Los hombres de campo, como los de ciudad, no sólo trabajan para conseguir un progreso económico circunstancial, lo hacen porque aman lo que hacen, y porque creen en la sana ambición de crecer y ver crecer a los que los rodean. El campo ha dado pruebas de ello en reiteradas oportunidades. Cuando gana, reinvierte y va por más.
No hay que temerle al mercado. Hay que animarse a respetarlo y subirse a la ola de las oportunidades.
El gobierno le teme al mercado, odia ideológicamente a la rentabilidad, creyendo que sabe cuál es la razonable de cada actividad, tomándose la atribución de decidir cuánto debe ganar cada argentino, sean estos asalariados o emprendedores.
Se equivoca el gobierno y mucho. Este no es el camino del progreso. Proyectar sus propias limitaciones no nos llevará a buen puerto. Aunque es difícil creer que la ideología reinante nos pueda sacar de esta retorcida manera de entender la economía, aun estamos a tiempo de soñar con un país sin retenciones.
Alberto Medina Méndez
amedinamendez@gmail.com
03783 -15602694
Corrientes – Corrientes - Argentina
domingo, 23 de marzo de 2008
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