sábado, 15 de marzo de 2008

¿Cambiará algo en los EE.UU.?

¿Cambiará algo en los EE.UU.?

Por Emilio J. Cárdenas
Para LA NACION

Sábado 15 de marzo de 2008

Hay quienes sostienen que cuando culmine el largo proceso electoral que dejará consagrado al cuadragésimo cuarto presidente de los Estados Unidos la política exterior norteamericana continuará sin cambios. Según ellos, las circunstancias harán que ninguno de los candidatos en carrera (incluyendo al ascendente Barack Obama) puedan modificar sustancialmente el “unilateralismo” que caracteriza a la actual política exterior norteamericana. Para justificar esa conclusión invocan argumentos recientemente desplegados por Richard Haas en un artículo publicado en The National Interest, en el cual, no obstante, el autor concluye que su país se verá forzado a dejar de lado el “unilateralismo” característico de la gestión del presidente George W. Bush para volcarse, en cambio, a operar con distintos esquemas particulares de cooperación multilateral. La experiencia reciente demuestra hasta qué punto la visión particular de un presidente –y la de su entorno cercano– pueden modificar dramáticamente la imagen externa de los Estados Unidos. Ultimamente, en términos negativos. A tal punto que se trata nada menos que de recuperar un sentido común a veces extraviado. Y la imprescindible capacidad de escuchar. Por esto, conscientes de la urgencia de actuar en este capítulo, el 77% de los norteamericanos encuestados sostienen hoy que Barack Obama es quien está mejor preparado para emprender rápidamente una labor inmediata de reconstrucción de las relaciones con el resto del mundo. La ex secretaria de Estado Madeleine Albright, en su último libro, Memo para el presidente electo, destaca que los gobernantes están hoy frente a una tarea hercúlea: la de remediar el daño causado a la imagen y hasta al nombre de los Estados Unidos. Esfuerzo que, agrega, deberá intentarse con una nación dividida, en un mundo crispado por conflictos e inequidades y lastimado por odios y resentimientos, desorientado por los cambios y las profundas transformaciones en las relaciones de poder y preocupado por el espectro amenazador de conflictos con armas nucleares. Esa tarea parece inevitable. Porque está claro que la decisión de actuar por encima de la ley –particularmente, en el caso de Irak– no solamente ha invitado a otros a hacer lo propio, sino que ha generado sospechas sobre el proceder exterior de la nación del Norte, lo que debilitó su capacidad efectiva de liderazgo. El rumbo exterior de los Estados Unidos deberá, cuando menos, ser corregido, y los candidatos del Partido Demócrata parecen tenerlo claro, según quedó en evidencia en el debate televisivo entre sus dos candidatos en la Cleveland State University, en Ohio. Por esto, hay cambios de dirección en materia de política exterior que flotan en el aire cada vez que hablan los candidatos demócratas. Algunos, de enorme significación. Sobre la ocupación de Irak, el rumbo (nada fácil) que, aseguran, habrán de intentar es el de una salida que sea a la vez rápida y ordenada. Respecto del Nafta, la idea es intentar una renegociación rápida de algunos de sus capítulos centrales y, si los avances pretendidos no se logran, al menos para Barack Obama, la opción sería la de dejarlo sin efecto, lo que podría generar un terremoto económico y ha despertado ya voces de alarma, tanto en Canadá como en México. Hay algunas otras preocupaciones, también evidentes, en los candidatos demócratas, tales como la necesidad de revalorizar las libertades en la lucha contra el terrorismo, el modo de actuar frente al avanzado programa nuclear iraní, qué estrategia adoptar frente al crecimiento del autoritarismo en Rusia, cómo enfrentar la cada vez mayor erosión de las instituciones de la democracia, ya perceptible en América latina (cuestión que fue expresamente aludida por la señora Clinton durante el debate de Ohio); de qué manera conducir la relación con China, la nueva potencia emergente; cómo reencauzar la difícil situación de los acuerdos multilaterales sobre no proliferación de armas de destrucción masiva, con qué estrategia cortar los gastos de defensa derivados del pantano iraquí, insostenibles en el tiempo; cómo asegurar la desnuclearización de Corea del Norte, de qué modo enfrentar las cuestiones climáticas comunes, y, finalmente, cómo impulsar el proceso de paz de Medio Oriente, que parece haber perdido ritmo. Respecto de todas estas cuestiones, los demócratas anuncian que actuarán con decisión, pero de la mano de la comunidad internacional. Cerca de ella, no de espaldas. Si esto efectivamente sucede, los cambios en la política exterior norteamericana serán perceptibles. Quizá no necesariamente copernicanos, pero la forma de liderar y de actuar se parecerá mucho más a la de la década de los 90 que a la actual. Lo que no es poca cosa. En el esfuerzo por realizar no habrá, naturalmente, garantía de éxito, pero es previsible que la vocación real de diálogo regrese, lo que sería modificar claramente la conducta relacional, en la dirección por muchos esperada. Por todo esto, asegurar que no habrá cambios cualquiera que sea el escenario final de la elección presidencial norteamericana nos parece aventurado. Emilio J. Cárdenas fue embajador de la República Argentina ante las Naciones Unidas.

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