domingo, 23 de marzo de 2008

El sistema de retenciones es perverso.

El sistema de retenciones es perverso.


Desde la pesificación asimétrica se castiga duramente a las provincias y a la agroindustria en general; esta decisión estratégica de hacer raquítico el interior y favorecer las megaurbes daña la seguridad nacional

El primer comentario, conviene señalarlo a modo de introducción, es que las políticas públicas en la mayor parte de los países del mundo subsidian la producción agropecuaria y a las zonas rurales, a fin de asegurar la ocupación del territorio y la cohesión nacional. Por el contrario, y de un modo muy agudo desde la pesificación asimétrica, en la Argentina se castiga duramente al interior y a la agroindustria en general. Esa decisión estratégica de hacer raquítico el interior y favorecer las mega urbes, daña la seguridad nacional del país y su realización como Nación. No puede existir una Nación próspera si tiene un interior débil, con el grueso de su población en inmensas ciudades, dependiendo del clientelismo urbano. Por ese camino, la Argentina afecta sus posibilidades de un futuro próspero. Entendámoslo, no se trata de un problema agro versus ciudad. El país necesita una política integral para su desarrollo. Y es la tributación exagerada y descomunal que existe sobre el interior y la producción agropecuaria, lo que produce el despoblamiento. Informalidad Permítanme hacer una afirmación contundente: el sistema de retenciones a las exportaciones es perverso, en dos dimensiones. En primer lugar, porque hace inviables las tierras marginales. Las retenciones son, para entenderlo gráficamente, como si se agrandaran los costos de transporte. Este impuesto hace que las tierras más alejadas queden desocupadas. El impacto sobre las zonas marginales de la Argentina es brutal. En segundo lugar, las retenciones nos degradan tecnológicamente. Las tecnologías modernas requieren que los insumos reciban un tratamiento similar que los productos. Si los productores se ven obligados a vender a 2 y comprar a 4, van a usar una tecnología atrasada, forzados por las condiciones económicas. No es cierto que se necesiten las retenciones, ni mucho menos de este nivel: no es cierto técnicamente, ni fiscalmente, ni para la distribución del ingreso. Por otra parte, este esquema de políticas nos quita autoridad y legitimidad para reclamar a nivel internacional. El sistema está mal diseñado. ¿Cómo vamos a reclamar al mundo que retiren los subsidios de las tesorerías de los países más desarrollados a los productos de los mismos países, si nosotros ponemos un impuesto descomunal a nuestros productos? ¿Con qué legitimidad vamos a reclamar que se acabe ese escándalo de discriminación? Nuestro argumento tiene que ser: nosotros no necesitamos ayuda, necesitamos oportunidades. Pero no las vamos a tener con las tesorerías de los países ricos subsidiando la producción competitiva con la nuestra, mientras nuestro gobierno les hace una exacción a los productores. Otra consideración significativa que está en el corazón de nuestras dificultades es la informalidad. La falta de un diseño y funcionamiento correcto del Estado ha hecho que se recurra a los sistemas más groseros y brutales, como es poner retenciones a las exportaciones. Ahora, debemos decirlo con total sinceridad: no es posible tener un sistema formal, con impuestos suecos y servicios haitianos. No es posible cobrar impuestos extravagantes. Y la Argentina tiene un régimen de impuestos extravagantes. Encima ahora tenemos a los gobiernos locales y provinciales subiendo fuertemente los tributos inmobiliarios. En el silencio político actual nos corresponde defender ese otro punto de vista: el de los contribuyentes, el de los que trabajan y producen. Eso requiere que la Argentina se comprometa a sacar los impuestos extravagantes. En el resto del mundo no existen en este nivel y generalidad los impuestos a las exportaciones, a los cheques, a las amortizaciones. Ese compromiso es parte de la reforma a realizar; se deben acabar los impuestos exorbitantes. Piñata peligrosa Otra cuestión relacionada es el problema político por excelencia de la Argentina: el federalismo. ¿Por qué tenemos esos impuestos? No sólo por la incapacidad para hacer funcionar el sistema eficazmente, sino porque son esos gravámenes los que han creado la gigantesca piñata presidencial, que prostituye nuestro sistema político. Por eso tenemos gobernadores e intendentes que se pasan de partido, se vuelven "travesti" con tal de participar de ese reparto. Si no le sacamos la piñata a los Kirchner, no hay solución. Necesitamos un replanteo integral, que requiere una reforma tributaria global. Esta debe atender a la formalidad y a crear condiciones parejas y competitivas. Debe entenderse que toda la actividad económica, necesita de una cultura ciudadana con respeto al debido proceso, y a los límites que las decisiones sobre mayores impuestos deben cumplir. Reglas parejas para todos, reglas igualitarias para los distintos sectores y ciudadanos; equidad horizontal y progresividad vertical. Para que sea el mérito y el esfuerzo lo que nos haga progresar. La cultura del trabajo, hacia eso debemos avanzar. Esa es la reforma tributaria integral: la reforma que impida la distorsión del federalismo y la concentración del poder en la presidencia de la República. Necesitamos también, para no cometer los errores de ayer, tener disciplina. Corresponde explicar algo que es vital para la producción agroindustrial y para todo el sistema productivo: ¿por qué la Argentina en el pasado tuvo atraso cambiario? ¿Por qué a veces se apreció mucho el tipo de cambio? No mintamos más: eso ocurrió en la década del 90, durante la convertibilidad, porque el Gobierno de entonces tuvo déficit público y se endeudó en US$ 110.000 millones. Nuestra propuesta en este tema es tajante. Nosotros no queremos deuda pública abultada. La deuda no genera riqueza sino pobreza. La deuda embrutece. Por eso es vital la disciplina fiscal. Creemos firmemente que lo que genera riqueza es la inversión en capital humano, en máquinas e infraestructura, no en bonos estatales. La contribución del Estado debe ser que no haya deuda pública externa neta. Debemos trabajar para que la deuda externa pública sea inferior a las reservas. Se puede asegurar que con esa regla, difícilmente tendremos atraso cambiario. Otra consideración que no se debe omitir es la característica de este impuesto no legislado, con una total ausencia de actividad parlamentaria en este aumento de las retenciones a las exportaciones, que casi se comporta de modo igual al impuesto inflacionario, es decir, la imposición sin representación. En esta deserción, la República está expuesta al saqueo; hoy son los productores, mañana... Para terminar con esa cultura, debemos comprometernos con la libertad integral, con el Estado de Derecho, con la libertad de prensa, el federalismo, la división de poderes y en última instancia, con políticas transparentes.

Por Ricardo López Murphy
Para LA NACION

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