Cambios en el juego del poder.
Por Carlos Pagni
A los memoriosos les cuesta encontrar un antecedente de las dimensiones del paro agropecuario de estos días. ¿Habrá que remontarse al conflicto ferroviario de 1951? ¿O se parece más a la huelga de 40 días que ese mismo gremio dispuso contra Arturo Frondizi, en 1961? También Raúl Alfonsín atravesó su crisis sindical en 1988, con la protesta de 42 días de los maestros, que terminó en la “marcha blanca”.
La Nación 24/3/200821:18hs
La actual medida de fuerza no tiene la duración de aquéllas. Pero su radicalidad la convierte en un acontecimiento delicado y excepcional. Una discusión que se pretendía circunscripta a la renta de la soja, terminó movilizando a lecheros, ganaderos, comerciantes y técnicos agropecuarios aun durante la Semana Santa. Como si se hubiera desatado un proceso al cabo del cual la configuración general de la política quedará, en buena medida, modificada. Ya existen indicios de mutaciones importantes en el juego del poder. El primero se registró ayer en las relaciones federales. Por primera vez desde el ascenso de los Kirchner, un gobernador se quejó de la "falta de una política agropecuaria" y reclamó que sea el Gobierno, quien inicie el diálogo. Fue Hermes Binner, desde un escenario principal de la disputa, Santa Fe. Este socialista sabe que sus declaraciones ponen en apuros a los gobernadores de otras provincias agropecuarias que militan en el oficialismo, algunos de los cuales soportan tensiones en sus gabinetes por su estrategia frente al campo. Binner citó al cordobés Juan Schiaretti y al chaqueño Jorge Capitanich, a quienes el Gobierno había confiado una mediación, como informó ayer LA NACION. El alineamiento de esos dirigentes con la Casa Rosada es relativo. En sus diálogos con funcionarios de Cristina Kirchner, Schiaretti viene sosteniendo, desde el martes pasado, dos criterios: que el Gobierno retome el diálogo y que los fondos que percibe por las retenciones a los agricultores cordobeses, calculados en US$ 2500 millones, reviertan sobre la provincia. El pronunciamiento de Binner y Schiaretti es muy relevante. Para el kirchnerismo, las retenciones a las exportaciones son, además de una garantía del superávit fiscal, una herramienta disciplinaria hacia el interior de la corporación política. Los fondos que las provincias reciben por asignación automática (por la coparticipación) vienen disminuyendo en comparación con los que les giran por decisiones discrecionales del poder central. El caso más elocuente es la provincia de Buenos Aires, aunque su gobernador, Daniel Scioli -acaso por esa dependencia del Tesoro-, esté muy lejos de mencionar el problema. Schiaretti y Binner no definieron el alcance de sus pretensiones. Parece impensable que pidan una distribución de la renta de los exportadores a través del impuesto a las ganancias, lo que derivaría a las provincias el 17,5% de lo que hoy la Nación captura para sí con las retenciones. Pero es posible que los gobernadores quieran participar de un acuerdo al exigir que buena parte de lo retenido se distribuya de manera proporcional a lo que tributa cada distrito, a través de programas sociales y de obras públicas. Sería coparticipar, de hecho, lo que por ley se queda la Nación. Estas aspiraciones ponen en discusión una viga maestra del sistema de dominación de Kirchner. Su entramado clientelar, la constitución de un nuevo oficialismo en el PJ o la captura de dirigentes radicales para la "Concertación K" serían inimaginables sin este mecanismo fiscal, que comienza a verse cuestionado. El segundo efecto de mediano plazo de la movilización agraria impacta en la base electoral del oficialismo. Hay que esperar a las elecciones de 2009 para obtener un veredicto definitivo, pero cabe suponer que durante este conflicto Cristina Kirchner se esté enajenando votos de la clase media rural que había conseguido el 28 de octubre pasado. Apoyo amenazado Los cómputos de esos comicios no convalidan la imagen de una oposición irreductible entre el Gobierno y el sector agropecuario. En la bonaerense Rojas la Presidenta ganó con el 39,11% de los votos; en Pergamino, con el 43,55%; en Bragado, con el 45,67%, y en Chivilcoy, con el 54,84%. No parece, entonces, que el campo exprese un "voto gorila", como gustan decir en Olivos. Es más probable que el Gobierno esté "gorilizando" al campo. El entredicho amenaza con arrebatarle una porción de los sectores medios, que se agregará a la que ya perdió en los grandes centros urbanos. El tercer impacto del paro del campo sobre la política se verifica en el balance interno del Gobierno. Los funcionarios que parecían encarnar una corriente más amigable con la iniciativa privada, Alberto Fernández y Martín Lousteau, quedaron como pararrayos del oficialismo en esta tormenta. Sería injusto adjudicarles toda la responsabilidad por el estallido. El malentendido con el campo es una nota invariable de la política de Néstor Kirchner, un hombre de cultura política petrolera y, si se quiere, esteparia. Nadie cree, además, que una medida de la gravedad de las retenciones móviles a la soja se haya tomado sin su supervisión. Que en el ojo del huracán se encuentre el jefe de Gabinete estimula peleas marginales. Los peronistas cordobeses, por ejemplo, ven que en la vereda de enfrente de los agricultores está el padrino de Luis Juez, por quien casi pierden la provincia. Julio de Vido y Guillermo Moreno, por su lado, lucen una inusual prescindencia, igual que su amigo el secretario de Agricultura, nada menos, Javier de Urquiza. Ellos miran a Fernández y Lousteau en su primer experimento importante de gestión económica con la inconfesable morbosidad con que se observa a los equilibristas en el circo. Esperan ser convocados desde Puerto Madero, gracias a sus innumerables contactos rurales, sobre todo en Coninagro y la Federación Agraria. El jefe de Gabinete debe estar mortificado por la última paradoja: su principal aliado es Hugo Moyano, cuyo hijo Pablo, ayer convocó a los camioneros a disolver los cortes de ruta, en una especie de "estrategia Varizat". Desde el cardenal Jorge Bergoglio hasta innumerables intendentes están inquietos por la posibilidad de incidentes. En muchas ciudades se buscaba, anoche, coordinar la protesta con las fuerzas de seguridad. Pero Moyano se aferró a la mano de Fernández para salir de la crónica policial que protagoniza en estos días. Quizá no advierte que el camino elegido puede dejarlo más atrapado todavía.
lunes, 24 de marzo de 2008
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