miércoles, 12 de marzo de 2008

"La universidad no puede ser masiva"

"La universidad no puede ser masiva"

Lo dice Marcelo Villar, rector de la Austral
Miércoles 12 de marzo de 2008

“En la Universidad no hay secretos. No hay que hacer grandes malabarismos para tener calidad. El mundo desarrollado está desarrollado porque ha hecho las cosas bien. Y si nosotros estamos subdesarrollados es porque nos hemos empecinado en hacer las cosas al revés.”

Investigador principal del Conicet y rector de la Universidad Austral desde el mes pasado, el médico Marcelo José Villar, de 54 años, tiene muy claros los modelos a los que debe apuntar la educación argentina.

Y también señala el camino que no se debe recorrer. “La masificación es el gran drama de la universidad argentina. Influye en otro problema grave: el nivel con el que se gradúan los estudiantes. Aquí es donde se debe dar la batalla. La universidad no puede ser orientada a las masas.”

Villar habla con conocimiento de causa. Es profesor universitario desde 1974, cuando comenzó en la cátedra de anatomía de la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires (UBA), y recibe alumnos que llegan a la facultad con deficiencias de formación que muchas veces demandan años para ser corregidas.

A su experiencia universitaria, el doctor Villar suma acreditados méritos como investigador científico. De 1987 a 1998, realizó investigaciones sobre temas vinculados con el sistema nervioso en los departamentos de Histología y Neurobiología y de Neurociencias del prestigioso Instituto Karolinska, de Estocolomo. Su especialidad es el estudio de los mecanismos de regeneración en el sistema nervioso y ha desarrollado investigaciones sobre la transmisión en la regulación del dolor. En los últimos seis años fue decano de la Facultad de Ciencias Biomédicas de la Universidad Austral, en Pilar, donde desarrolló el Hospital Universitario. Allí trabajó codo con codo con el valorado académico César Bergadá.

-¿Qué misión tiene una universidad?

-Hay distintas maneras de concebir la universidad. Uno la puede tomar como una institución formativa, generadora de títulos, para proveer aquellas profesiones que el mercado o la sociedad pide. Pero es mucho más que eso. Es una comunidad de valores vivos, una institución formativa que transmite valores. Ahí está la riqueza de la universidad.

-¿Esta concepción está extendida en el campo universitario?

-Varía. A mí me cuesta mucho dividir las universidades en estatales y privadas. Hay que diferenciarlas entre las que son buenas y cumplen verdaderamente con su misión y las que no lo hacen. O las que cumplen solamente con uno de los aspectos de los que hablábamos. Es fundamental no centrar todo en la formación de jóvenes. Pondría al mismo nivel, o aun en una jerarquía más elevada, el desarrollo del conocimiento. No hay manera de entender la universidad si no es a través de un sistema de producción científica seria, objetiva, de alta calidad y expuesta al juicio de los pares.

-El país tuvo épocas en las que el desarrollo científico era importante en la universidad. ¿Hoy no es así?

-La Argentina, históricamente, ha sido un mosaico. Ha tenido siempre, y las sigue teniendo, muestras de brillantez. Y también tiene muestras de miseria, que reflejan una falta de nivel educativo y de calidad. En muchos países del Primer Mundo hay una conciencia social mucho más extendida del valor que tiene el conocimiento. En la Argentina ese valor está en algunos sectores de la sociedad. Tenemos muchos ejemplos para mostrar cómo se jerarquiza lo que no vale y cómo se posterga lo que en realidad tiene sentido. Lo vemos muchísimo en los medios de comunicación, en la promoción de personas que no deberían ser promovidas. Los científicos han sido siempre más bien parias en la sociedad argentina: personas que van en contra de la corriente.

-A pesar de la demanda en favor de la producción de títulos, la universidad no parece cubrir tampoco esas expectativas, porque se gradúan pocos estudiantes...

-No son tan pocos. Tal vez en algunas áreas sean demasiados. El problema es el nivel con el que se gradúan. Hay universidades que son agencias entregadoras de títulos y no necesariamente definen un nivel. Hay otras que no, que lo hacen muy bien. Y hablo tanto de universidades estatales como privadas.

-¿Qué cosas habría que corregir?

-Lo primero que hay que jerarquizar es el nivel intelectual y la capacidad de los estudiantes. La universidad no puede ser orientada a las masas. El gran drama de la universidad argentina ha sido la masificación. También ocurrió en otros países. Es uno de los elementos que más han contribuido a lesionar la misión de la universidad. También hay que tener profesores que estén presentes, con una dedicación full time o, por lo menos, preferencial. Profesores que no lleguen solamente a dar su clase y luego se vayan y nadie pueda consultarlos.

-¿Se cumple la finalidad de la investigación?

-Hay universidades que hacen investigación en muy buen nivel, pero eso no llega a los estudiantes. La docencia se da por un lado y la investigación por el otro.

-¿A qué atribuye los problemas de la universidad?

-Hay una mezcla de cuestiones que hacen a intereses políticos. La masificación lleva a la politización y en muchos casos los recursos se orientan hacia otros temas. La educación en la Argentina no es una prioridad. El sistema educativo requiere que los chicos estén bien formados en el primario y en el secundario. Y eso no pasa. Como profesor de Anatomía en la carrera de Medicina desde 1974 recibo chicos en primer año de la universidad. Y es notable cómo se perciben las deficiencias en su formación. Eso nos obliga en la universidad a pasar por un período de transición, en el que los "universitarizamos", los ayudamos a madurar y a convertirse en eso que dicen que son por haber ingresado, aunque no lo son en su modo de comportarse, en su sentido crítico y capacidad para estudiar y retener. Tenemos ahí un trabajo extra en la universidad.

-¿Lleva mucho tiempo ese período de recuperación?

-A veces lleva hasta dos años recuperarlos. Vemos chicos muy buenos a los que les falta entrenamiento, disciplina para el estudio.

-¿Eso se ve tanto en universidades estatales como privadas?

-En términos relativos, la universidad pequeña tiene bastantes ventajas sobre la masificada. Si una universidad privada se masifica se corrompe tanto como una estatal que se masifica. Si una universidad privada se mantiene chica, hace investigación y tiene una relación docente/alumno adecuada, será igual de buena que una universidad estatal que haga lo mismo. Tenemos muy buenos ejemplos de universidades estatales que han sabido mantener esto.

-¿Las distorsiones que usted señala se dan en otras partes del mundo?

-El mundo desarrollado está desarrollado porque ha hecho las cosas bien. Y si nosotros estamos subdesarrollados es porque nos hemos empecinado en hacer las cosas al revés. No se trata de inventar la pólvora, no hay secretos. Se trata de actuar con sensatez.

-¿Qué piensa cuando las organizaciones estudiantiles, como en los casos de la UBA y el Carlos Pellegrini, impiden el desarrollo de las instituciones y la elección del rector?

-Una vez escribí un artículo en LA NACION, titulado "El problema universitario", y recibí varias críticas en cartas de lectores. Las respondí simplemente con una cita de Bernardo Houssay: "En las universidades serias no hay estudiantes en el gobierno. Aquellas en las que los hay dejan de ser serias inmediatamente". Es imbatible y demoledor. Yo no conozco universidades serias en Europa o en Estados Unidos, que son el modelo que tenemos en la Austral, que tengan estudiantes en sus órganos de gobierno. Los alumnos pueden estar en alguna dependencia o estratos intermedios. Pero de ahí a definir el modelo de universidad, estrategias, políticas o líneas de investigación hay un camino demasiado largo. Eso es un signo del deterioro de la calidad universitaria.

-¿La profundización de la crisis educativa es por una cuestión de fondos?

-En la universidad no es que falten recursos. Hay bastantes. En estos últimos años la Argentina tiene signos positivos. Que el Gobierno haya elevado el área de ciencia y tecnología al rango de ministerio es algo objetivamente positivo y muy beneficioso para las universidades, estatales y privadas. Ahora, la universidad tiene otras obligaciones: allí donde está masificada, debe tratar de solucionar ese problema; allí donde los sueldos son bajos, debe jerarquizar a sus docentes. Las culpas en la Argentina nunca están de un solo lado: son bastante compartidas. Por eso es tan difícil la solución.

Por Mariano de Vedia
De la Redacción de LA NACION

1 comentario:

Luis Induni (Coordinador) dijo...

Cuando los argentinos dejemos de debatir este tema en términos ideológicos, y lo hagamos en términos pragmáticos, separando lo que sirve de lo que no sirve, habremos avanzado.