Por María Zaldívar
Impresionan las escasas sincronías que alcanza este gobierno, genéticamente desacompasado de la realidad y autista en materia de políticas públicas y de armonías mínimas, lisas y llanas.
Ni se imaginaba Cristina Kirchner que en el mismo instante en que ella lamentaba en Parque Norte la desaparición física de Discépolo, el canal oficial, ese que mantenemos entre todos para un raquítico puñado de televidentes, coincidía con su homenaje.
Mientras los canales privados seguían en directo las instancias de la crisis nacional provocada, alentada y fogoneada por la administración central, canal 7, “La Televisión Pública” ponía al aire una producción propia que si hubiese sido al menos graciosa, se hubiese salvado del calificativo de mamarracho.
Una porquería titulada “Maní con chocolate” recorría el país a través del canal oficial mientras el partido gobernante reeditaba la liturgia peronista con obscena prescindencia del tiempo transcurrido. Banderas con la cara de Eva Perón y mucho trapo rojo flameaban alrededor de la Presidenta, rodeada de los funcionarios de turno, súbditos todos (condición sin la cual es imposible integrar esa corte) y los infaltables gestos externos de este peronismo no corregido pero sí aumentado: Luis D´Elía, Estela Carlotto y Hugo Moyano o, en realidad, lo que ellos representan. Porque en la traducción de esos nombres está el verdadero sentido de la preocupación ciudadana: alrededor de Cristina Kirchner estaban y están las fuerzas de choque para-policiales que su gobierno prohíja; los focos pro-terroristas sobrevivientes y/o descendientes de las milicias de los ´70 y el sindicalismo, caja inagotable de recursos para fines varios.
Se vio una Cristina fiel a sus tics: la mano en el corazón al sonar el Himno Nacional como sólo le vimos hacer a George Bush; el permanente revoleo de los micrófonos; su gesto ojerizo; la afectada espontaneidad que intenta entre repeticiones y pausas afirmada en la convicción de que es una buena oradora porque improvisa; porque enhebra la Biblia con el calefón se podría decir a propósito de su referencia al autor de su propia descripción.
Esta vez evitó declarar su hegelianismo pero se le hizo imposible controlar su debilidad por victimizarse aunque el recurso del género, tal vez por remanido, no pareció desgarrar a un auditorio poco sensible, más proclive y acostumbrado a deambular por las calles en el anonimato de la cara envuelta, con un palo en la mano a la caza de la “puta oligarquía” que D´Elía está dispuesto a matar con sus propias manos.
Los militantes intentaban cánticos pero ella quería que la escucharan y por eso les pidió varias veces que se callaran; insistía con el realismo mágico. Mientras las hordas transportadas como ganado en pie hasta el acto hacían flamear la cara del Che Guevara, ella desplegaba argumentos que exponían sin velos la estatura intelectual del discurso o, quizá, la escasez de razones.
Lo cierto es que los logros de Cristina en sus primeros cien días de gobierno han sido cuantiosos. Unificó sectores de la producción históricamente dispares; sacó a la calle a la clase media, por naturaleza poco afecta a las masividades; hubo de replantear su discurso en cuarenta y ocho horas al son de las temidas cacerolas; refrescó la memoria de los grandes y dio una clase de genética peronista a los jóvenes con la invalorable colaboración del profesor D´Elía; y encima, tuvo que pedir “humildemente” algo a alguien en público, probablemente por primera vez en su vida.
El conflicto continúa porque ni ella ni los cerebros que la rodean están dispuestos a generar recursos legítimos y quieren seguir adueñándose de la renta ajena. Nos esperan días complejos en los que la escalada de violencia trepará por obra del fogoneo oficial.
Los sectores afectados ya somos todos. El campo, las retenciones móviles, la angurria oficial fueron el principio. Lo que sigue es peronismo puro, con sus odios y sus métodos que incluyen arbitrariedad en el ejercicio del poder; persecución para algunos, violencia callejera para los que pretendan disentir, intransigencia para todos, y maní con chocolate para la gilada.
Lic. En Ciencias Políticas (UCA)
lunes, 31 de marzo de 2008
BASTA DE FALSAS ANTINOMIAS. BASTA DE HIPOCRESÍA.
BASTA DE FALSAS ANTINOMIAS. BASTA DE HIPOCRESÍA.
Lamentablemente una vez más muchos argentinos nos sentimos indignados por el discurso presidencial.
Somos firmes y acérrimos defensores de las instituciones democráticas y de nuestros representantes. Durante toda la vida de nuestra agrupación nos hemos caracterizado por respetar e impulsar los valores de democracia, igualdad, libertad, justicia. Y como estamos viviendo en un país democrático, celebramos y acompañamos las políticas de gobierno que encuadran en esos valores, pero también nos vemos obligados y con el derecho a manifestar lo que creemos que este gobierno esta haciendo mal. Y nos indignamos aun más cuando se descalifica de manera aberrante con adjetivos que no deben ser usados a la ligera a toda persona u organización que no piense de la misma forma que la coalición gobernante.
La primera pregunta: ¿No debería haber hablado por cadena nacional en la casa de gobierno?
La segunda: ¿Cómo se puede convocar al diálogo cuando se lo hace jerarquizando desde el palco oficial a aquellos que como D’ Elia siguen con su diatriba de odio social ante todos los micrófonos? ¿No debería haber cuestionado el gobierno la violencia de plaza de mayo?
El discurso presidencial no fue una convocatoria a la pacificación social sino por el contrario una herramienta utilizada para agredir verbalmente, descalificar voces opositoras, demonizar y construir un falso enemigo.
¿No hubiera sido mejor pedir “humildemente” que los argentinos nos sentemos a dialogar, sin mas? No. Fue necesario recurrir a la intolerante y poco acertada estrategia de la descalificación del “adversario”. En un claro llamado a la confrontación sectorial reforzó el escenario de la falsa antinomia: oligarcas contra “pueblo”; golpistas contra “gobierno popular” ¿A qué oligarcas se refiere, a los pequeños productores nucleados en la FAA? ¿Sabe el Gobierno cuál es el ingreso promedio de los productores de cincuenta o cien hectáreas, diferenciados por tipo de cultivo y región del país? ¿Sabe cuántos son? ¿Son golpistas los miles de estudiantes de las facultades de agronomía de todo el país que se autoconvocaron y salieron a pedir una política sustentable para el campo? ¿O son sólo “hijos de sojeros” sin derecho a protestar?
La diputada Norma Morandini dijo “Ojalá que la sensatez, la cordura y una palabra que es ajena a la política –el amor al otro, al cualquiera – sirvan para que nuestros compañeros del oficialismo desactiven esa bomba de tiempo que son los matones puestos en nombre del pueblo. No puede ser que la Justicia esté juzgando a la Triple A, de la que muchos compañeros han sido víctimas, y hoy tengamos que ver a estos matones que en nombre del pueblo no garantizan lo único que tenemos que garantizar: la democracia”.
Hubiera sido mejor centrar la calificación del reclamo en donde estuvo. Lo que fue leído por la prensa como un gesto de “flexibilización de la posición oficial” no fue más que el reconocimiento expreso de lo sucedido: un día después al discurso de Parque Norte, Cristina Fernández, reconocía que el cacerolazo sirvió para que la clase media argentina manifestara su “bronca y catarsis”. Catarsis frente a tanta prepotencia, a la soberbia y al discurso de tribuna. ¿Cuanto mas puede el gobierno seguir ocultando la escandalosa inflación? No fue solo solidaridad con el campo. Fue también hartazgo.
Este paro no hubiera tenido ninguna legitimidad sin el aporte de los pequeños productores. Ellos son los más duros en el conflicto y representan un problema para la Sociedad Rural que insiste en transar con el Gobierno, aun ante la ausencia de soluciones. Si se aplica un impuesto a un sector débil se lo pone ante la disyuntiva de entregar su propiedad a sectores más concentrados. Contra lo que dice el ministro de Economía, éste nivel de retenciones solo reconcentrará la riqueza y las tierras en aquellos pooles y grupos económicos mas poderosos. Es decir, los grandes grupos económicos que podrán resistir éste nivel de exacción impositiva, luego de la crisis saldrán al mercado para quedarse con todo y ya no habrá pequeños ni medianos. Serán solo los grandes. La riqueza se reconcentrará cada vez más a pesar de lo que diga el discurso fogoso. Se justifica discursivamente por izquierda lo que se sabe va a tener efectos por derecha
Acordamos con muchas de las “proclamas” del gobierno nacional, especialmente con su política de Derechos Humanos. Marchamos junto a los organismos de derechos humanos en cada convocatoria. Ahora, mientras la Presidenta acusaba a todos los ciudadanos que se manifestaban en su contra de estar relacionados con "conocidos defensores de Genocidas", en la misma semana, el bloque del Frente para la Victoria dejaba sin quórum la sesión especial convocada para tratar la derogación de los indultos de Menem. Y de eso ¿no hablamos?
Compartimos profundamente la “intención” de redistribuir los ingresos. Pero ¿porque no hablar de una reforma impositiva que modifique el regresivo Impuesto al Valor Agregado? ¿No seria más justo que realmente los que más tienen mas paguen? De paso, la Presidenta podría explicar el origen de los 18 millones de dólares que ella y su marido declaran como patrimonio. O el origen de los 4 millones de dólares con los que Moyano compró una Estancia en el Partido de Henderson.
Estamos convencidos que es acertada la política de gravar a los sectores con mas alta rentabilidad. Pero ¿Por qué no hacerlo a través del impuesto a las ganancias? El control de las exportaciones puede resultar acertado en cuanto no sea regresivo y diferencie a los pequeños productores. Acompañamos la afirmación de que es necesario diversificar la actividad del agro: la soja destruye nuestros campos y precariza el empleo. Sin embargo, si pretendemos que ese ingreso sirva para redistribuir los ingresos necesitamos una ley que lo regule, un congreso que controle, y un Estado Nacional que coparticipe los ingresos. Redistribuir los ingresos significa utilizar el dinero para habilitar el abandonado ramal ferroviario de todo nuestro país y no invertirlo en un tren bala que por su alto costo nadie podrá utilizar. Redistribuir significa darle recursos a las provincias para que atiendan fuertemente a sus problemáticas sociales, y no ingresar como quien es portador de premios y castigos, con anuncios de inversiones y obras en la medida de la “organicidad al proyecto nacional” del gobernador de turno.
Hoy generalizan y son todos oligarcas del campo. Ayer eran los desestabilizadores que utilizaban al Indec para especular con la inflación, los que “utilizan políticamente” las denuncias de corrupción, los que atentan contra “el gobierno popular”, lo que se resguardan en la autonomía universitaria para mantener privilegios. Basta de falsas antinomias.
Exhortamos al gobierno a convocar de una vez por todas a un dialogo franco, sin tensiones, que permita encontrar en el ejercicio del pluralismo democrático las salidas de las crisis sociales que emergen. Necesitamos un Congreso que como espacio de representación de voluntades, sus minorías y mayorías, discuta y ofrezca soluciones a esta encrucijada. La presidenta reduce en sus discursos el concepto de calidad institucional a respetar la propuesta electoral ratificada por una amplia mayoría. Su silogismo indica que respetar el resultado electoral es igual a calidad Institucional. Esta falsa afirmación encierra los peligros del autoritarismo y la hegemonía. Se pretende que a partir de la diáspora y el debilitamiento de todo lo institucionalizado se pueda comprar voluntades, dirigentes, militantes. Calidad Institucional, Sra. Presidenta, es que el Congreso discuta y debata, que los Gobernadores participen activamente y que los representantes sectoriales sean convocados a dialogar para intentar consensuar salidas.
El desabastecimiento de las góndolas tampoco aportará a la resolución del problema.
Estamos convencidos que no se puede gobernar con soberbia, que no se puede gobernar dividiendo. No se puede gobernar con discursos de tribuna. Reclamamos por el resguardo de las instituciones, por el respeto del federalismo, por una genuina redistribución de los ingresos. Tolerancia, diálogo y HONESTIDAD. No hay república sin libertades, no hay democracia sin diálogo.
Franja Morada – Regional Córdoba
Lamentablemente una vez más muchos argentinos nos sentimos indignados por el discurso presidencial.
Somos firmes y acérrimos defensores de las instituciones democráticas y de nuestros representantes. Durante toda la vida de nuestra agrupación nos hemos caracterizado por respetar e impulsar los valores de democracia, igualdad, libertad, justicia. Y como estamos viviendo en un país democrático, celebramos y acompañamos las políticas de gobierno que encuadran en esos valores, pero también nos vemos obligados y con el derecho a manifestar lo que creemos que este gobierno esta haciendo mal. Y nos indignamos aun más cuando se descalifica de manera aberrante con adjetivos que no deben ser usados a la ligera a toda persona u organización que no piense de la misma forma que la coalición gobernante.
La primera pregunta: ¿No debería haber hablado por cadena nacional en la casa de gobierno?
La segunda: ¿Cómo se puede convocar al diálogo cuando se lo hace jerarquizando desde el palco oficial a aquellos que como D’ Elia siguen con su diatriba de odio social ante todos los micrófonos? ¿No debería haber cuestionado el gobierno la violencia de plaza de mayo?
El discurso presidencial no fue una convocatoria a la pacificación social sino por el contrario una herramienta utilizada para agredir verbalmente, descalificar voces opositoras, demonizar y construir un falso enemigo.
¿No hubiera sido mejor pedir “humildemente” que los argentinos nos sentemos a dialogar, sin mas? No. Fue necesario recurrir a la intolerante y poco acertada estrategia de la descalificación del “adversario”. En un claro llamado a la confrontación sectorial reforzó el escenario de la falsa antinomia: oligarcas contra “pueblo”; golpistas contra “gobierno popular” ¿A qué oligarcas se refiere, a los pequeños productores nucleados en la FAA? ¿Sabe el Gobierno cuál es el ingreso promedio de los productores de cincuenta o cien hectáreas, diferenciados por tipo de cultivo y región del país? ¿Sabe cuántos son? ¿Son golpistas los miles de estudiantes de las facultades de agronomía de todo el país que se autoconvocaron y salieron a pedir una política sustentable para el campo? ¿O son sólo “hijos de sojeros” sin derecho a protestar?
La diputada Norma Morandini dijo “Ojalá que la sensatez, la cordura y una palabra que es ajena a la política –el amor al otro, al cualquiera – sirvan para que nuestros compañeros del oficialismo desactiven esa bomba de tiempo que son los matones puestos en nombre del pueblo. No puede ser que la Justicia esté juzgando a la Triple A, de la que muchos compañeros han sido víctimas, y hoy tengamos que ver a estos matones que en nombre del pueblo no garantizan lo único que tenemos que garantizar: la democracia”.
Hubiera sido mejor centrar la calificación del reclamo en donde estuvo. Lo que fue leído por la prensa como un gesto de “flexibilización de la posición oficial” no fue más que el reconocimiento expreso de lo sucedido: un día después al discurso de Parque Norte, Cristina Fernández, reconocía que el cacerolazo sirvió para que la clase media argentina manifestara su “bronca y catarsis”. Catarsis frente a tanta prepotencia, a la soberbia y al discurso de tribuna. ¿Cuanto mas puede el gobierno seguir ocultando la escandalosa inflación? No fue solo solidaridad con el campo. Fue también hartazgo.
Este paro no hubiera tenido ninguna legitimidad sin el aporte de los pequeños productores. Ellos son los más duros en el conflicto y representan un problema para la Sociedad Rural que insiste en transar con el Gobierno, aun ante la ausencia de soluciones. Si se aplica un impuesto a un sector débil se lo pone ante la disyuntiva de entregar su propiedad a sectores más concentrados. Contra lo que dice el ministro de Economía, éste nivel de retenciones solo reconcentrará la riqueza y las tierras en aquellos pooles y grupos económicos mas poderosos. Es decir, los grandes grupos económicos que podrán resistir éste nivel de exacción impositiva, luego de la crisis saldrán al mercado para quedarse con todo y ya no habrá pequeños ni medianos. Serán solo los grandes. La riqueza se reconcentrará cada vez más a pesar de lo que diga el discurso fogoso. Se justifica discursivamente por izquierda lo que se sabe va a tener efectos por derecha
Acordamos con muchas de las “proclamas” del gobierno nacional, especialmente con su política de Derechos Humanos. Marchamos junto a los organismos de derechos humanos en cada convocatoria. Ahora, mientras la Presidenta acusaba a todos los ciudadanos que se manifestaban en su contra de estar relacionados con "conocidos defensores de Genocidas", en la misma semana, el bloque del Frente para la Victoria dejaba sin quórum la sesión especial convocada para tratar la derogación de los indultos de Menem. Y de eso ¿no hablamos?
Compartimos profundamente la “intención” de redistribuir los ingresos. Pero ¿porque no hablar de una reforma impositiva que modifique el regresivo Impuesto al Valor Agregado? ¿No seria más justo que realmente los que más tienen mas paguen? De paso, la Presidenta podría explicar el origen de los 18 millones de dólares que ella y su marido declaran como patrimonio. O el origen de los 4 millones de dólares con los que Moyano compró una Estancia en el Partido de Henderson.
Estamos convencidos que es acertada la política de gravar a los sectores con mas alta rentabilidad. Pero ¿Por qué no hacerlo a través del impuesto a las ganancias? El control de las exportaciones puede resultar acertado en cuanto no sea regresivo y diferencie a los pequeños productores. Acompañamos la afirmación de que es necesario diversificar la actividad del agro: la soja destruye nuestros campos y precariza el empleo. Sin embargo, si pretendemos que ese ingreso sirva para redistribuir los ingresos necesitamos una ley que lo regule, un congreso que controle, y un Estado Nacional que coparticipe los ingresos. Redistribuir los ingresos significa utilizar el dinero para habilitar el abandonado ramal ferroviario de todo nuestro país y no invertirlo en un tren bala que por su alto costo nadie podrá utilizar. Redistribuir significa darle recursos a las provincias para que atiendan fuertemente a sus problemáticas sociales, y no ingresar como quien es portador de premios y castigos, con anuncios de inversiones y obras en la medida de la “organicidad al proyecto nacional” del gobernador de turno.
Hoy generalizan y son todos oligarcas del campo. Ayer eran los desestabilizadores que utilizaban al Indec para especular con la inflación, los que “utilizan políticamente” las denuncias de corrupción, los que atentan contra “el gobierno popular”, lo que se resguardan en la autonomía universitaria para mantener privilegios. Basta de falsas antinomias.
Exhortamos al gobierno a convocar de una vez por todas a un dialogo franco, sin tensiones, que permita encontrar en el ejercicio del pluralismo democrático las salidas de las crisis sociales que emergen. Necesitamos un Congreso que como espacio de representación de voluntades, sus minorías y mayorías, discuta y ofrezca soluciones a esta encrucijada. La presidenta reduce en sus discursos el concepto de calidad institucional a respetar la propuesta electoral ratificada por una amplia mayoría. Su silogismo indica que respetar el resultado electoral es igual a calidad Institucional. Esta falsa afirmación encierra los peligros del autoritarismo y la hegemonía. Se pretende que a partir de la diáspora y el debilitamiento de todo lo institucionalizado se pueda comprar voluntades, dirigentes, militantes. Calidad Institucional, Sra. Presidenta, es que el Congreso discuta y debata, que los Gobernadores participen activamente y que los representantes sectoriales sean convocados a dialogar para intentar consensuar salidas.
El desabastecimiento de las góndolas tampoco aportará a la resolución del problema.
Estamos convencidos que no se puede gobernar con soberbia, que no se puede gobernar dividiendo. No se puede gobernar con discursos de tribuna. Reclamamos por el resguardo de las instituciones, por el respeto del federalismo, por una genuina redistribución de los ingresos. Tolerancia, diálogo y HONESTIDAD. No hay república sin libertades, no hay democracia sin diálogo.
Franja Morada – Regional Córdoba
domingo, 30 de marzo de 2008
Kirchner se prepara para la guerra alimentaria
Kirchner se prepara para la guerra alimentaria
El ex presidente es el abanderado de la guerra total contra el campo. Las guerras alimentarias y los testaferros para comprar tierras.
Por Silvia Mercado
Increíble, pero real, el Gobierno sólo conoce el camino de echar más leña al fuego. Y cada hora que pasa, cava un poco más la trinchera para aislarse ya no sólo de los productores agropecuarios de todos los tamaños y regiones, sino de cada vez más amplias franjas de la población que empiezan a percibir que la Presidenta que incluso muchos votaron, no tiene la voluntad de aceptar que algo realmente grave está ocurriendo en la sociedad argentina.
En la fenomenal incapacidad de Néstor Kirchner de incluir a los productores agropecuarios en su visión del mundo, se esconde mucho más que una visión retrógrada de los protagonistas del campo real o un criterio falsamente industrial de fomento. “Kirchner es como Atila, lo que no domina, lo incendia”, dijo un conocido agrónomo en un piquete a La Política Online. Y debe tener razón.
Kirchner tuvo varias etapas en su relación con el campo. Cuando era gobernador, y como no los entendía, apeló a poner al titular de Confederaciones Rurales Argentinas en su provincia al frente de la cartera agropecuaria. Ese hombre es Javier De Urquiza, productor ovino de Gregores, candidato a vicegobernador en la fórmula radical que cayó frente al Partido Justicialista, y hoy Secretario de Agricultura de la Nación.
Durante todo este tiempo, De Urquiza jamás dudó de su rol. Hace lo que Kirchner quiere, en el momento que Kirchner pretende y y usando las palabras exactas que Kirchner ordena. Cuando productores como Silvio Corti se quejan de que “hace años que nos vienen entreteniendo con promesas que nunca se cumplen”, habla básicamente del esfuerzo de De Urquiza, justamente, por distraerlos, confundirlos, enfrentarlos. “Entretenélos”, fue una orden reiterada de Kirchner a De Urquiza.
Inventando la realidad
Mientras tanto, el campo aportaba con su cosecha al disfrute personal del entonces Presidente, que se regodeaba auscultando personalmente el ingreso de divisas que ampliaba el superávit. Pero como nadie es feliz para siempre, mucho menos Kirchner, que necesita fabricarse problemas para encontrarle sentido a su vida, la suba de precios internacionales de la carne lo puso en alerta y decidió frenar abruptamente las exportaciones.
Se le dieron cantidad de opciones para aumentar la producción de carne, realizar un esquema de cortes baratos para el consumo interno y cortes caros para el consumo externo y replicar lo que hizo nuestro vecino Uruguay (que, dicho sea de paso, gracias a los dislates nacionales está superando a la Argentina en exportación de carne vacuna). Más rentable a su imagen era usar el atril y pedir carne barata para el pueblo, aún cuando se estuviera creando problemas en el futuro. El largo plazo quedaba demasiado lejos. Además, todavía no se le había ocurrido inventar su propio índice inflacionario.
Iguales problemas empezaron a padecer otras cadenas de alimentos. La leche, las hortalizas, el trigo, el maíz. Kirchner empezó a enviar a Guillermo Moreno para convencerlos con métodos extrambóticos que sus productos eran caros. Fueron meses durísimos. Moreno apretaba y en la Secretaría de Agricultura los técnicos hacían decenas de propuestas para lograr efectivamente la baja de precios internos sin provocar la caída de la producción, que traería gravísimos problemas de abastecimiento en el largo plazo. Pero en fin, también aquí el largo plazo quedaba demasiado lejos.
Ante la multiplicación de conflictos con casi todos los sectores de la producción, varios pinguinos venidos del frío para acompañar la gestión de Kirchner, llegaron al convencimiento de que “Moreno está en contra de la producción”. Uno de ellos, pingüino de purísima cepa, se trompeó con Moreno varias veces. No trascendió antes, ni publicamos su nombre ahora, porque no tendrá más remedio que negarlo. Pero todos en el sector agropecuario saben de quién estamos hablando, y lo que de verdad piensan los pinguinos de la Secretaría de Agricultura de Moreno y de las políticas para el campo que debieron implementar contra toda racionalidad agropecuaria. No tenía claro por esa época que el “loco” Moreno era, en realidad, el “loco” Kirchner.
Para dejarlo contento a Néstor, estos pinguinos agropecuarios hicieron de todo. Viajaron cien veces a Venezuela para ayudarlo a producir alimentos a su aliado Hugo Chávez. Llevaron a Gustavo Grobocopatel y decenas de industriales del campo a intentar hacer negocios en esos extraños parajes de economía recontranegra. Demoraron hasta el límite de lo indecible la promoción de los biocombustibles para no enfrentarse con Chávez. Inventaron decenas de subsidios para tranquilizar la furia controladora de Kirchner y así tenerlo tranquilo, por la domesticación que la entrega del dinero supone entre los subsidiados.
Nada alcanzó. Javier De Urquiza quiso defender la política K el año pasado en la inauguración de la Sociedad Rural, y tuvo que salir disparado ante el llamado del mismísimo Kirchner, a pesar de que había chequeado su discurso esa misma mañana. Ese día de locos, uno de los pinguinos más pinguinistas estaba decidido a renunciar. No toleraba más el delirio de su jefe irascible y sólo quería irse a su casa del sur a descansar.
La guerra alimentaria
Pero por si fuera poco, alguien lo convenció a Néstor que los alimentos se están transformando en un elemento tan estratégico como la energía, que dividirá al mundo entre “los que tienen alimentos y los que no tienen alimentos” y provocará guerras.
Esa debe ser la verdadera razón por la que Kirchner salió a comprar campos a través de testaferros (La Política Online publicó al respecto la compra de una de las estancias más grandes de Santa Cruz por parte de Lázaro Báez) y a liquidar a los pequeños y medianos productores con las retenciones para concentrar la propiedad de la tierra y las decisiones de producción, precio y exportación. Los pocos que lo rodean dicen que pasó de ignorar al campo a pretender saberlo todo y a su modo, es decir, evitando la lectura de todo manual probado por la experiencia.
Parece que Kirchner dice que los pequeños productores liderados por la Federación Agraria son “idiotas útiles” utilizados por la derecha que pretende quedarse con la producción nacional de granos para dominar la Argentina. Los que lo escuchan por estos días no saben si está loco o realmente convencido, pero la única información que escucha es la que confirma sus presunciones, y cualquiera que pretenda llevarle otra lógica se transforma en un enemigo directo al que hay que eliminar.
Mientras tanto, la población asiste a este desquicio sin creer lo que ve, y en el mundo observan su obcecación demudados. Sus propias huestes empezaron a mirarlo raro. De a poco, comienzan a alejarse, aunque sin musitar palabra. Es como un rey trastornado, del que uno podría reírse despanzurrado, sino fuera porque todo lo que está sucediendo es demasiado trágico.
Para Kirchner, el largo plazo llegó. Habrá guerras en el mundo, y tal vez empiecen en el interior de la Argentina. Si no quieren producir como él dice, no producirán nada y producirá él mismo. Ya aprendió cómo hacerlo. No es tan difícil, asegura. Y uno que lo escuchó se está preguntando si no estarán yendo demasiado lejos.
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El ex presidente es el abanderado de la guerra total contra el campo. Las guerras alimentarias y los testaferros para comprar tierras.
Por Silvia Mercado
Increíble, pero real, el Gobierno sólo conoce el camino de echar más leña al fuego. Y cada hora que pasa, cava un poco más la trinchera para aislarse ya no sólo de los productores agropecuarios de todos los tamaños y regiones, sino de cada vez más amplias franjas de la población que empiezan a percibir que la Presidenta que incluso muchos votaron, no tiene la voluntad de aceptar que algo realmente grave está ocurriendo en la sociedad argentina.
En la fenomenal incapacidad de Néstor Kirchner de incluir a los productores agropecuarios en su visión del mundo, se esconde mucho más que una visión retrógrada de los protagonistas del campo real o un criterio falsamente industrial de fomento. “Kirchner es como Atila, lo que no domina, lo incendia”, dijo un conocido agrónomo en un piquete a La Política Online. Y debe tener razón.
Kirchner tuvo varias etapas en su relación con el campo. Cuando era gobernador, y como no los entendía, apeló a poner al titular de Confederaciones Rurales Argentinas en su provincia al frente de la cartera agropecuaria. Ese hombre es Javier De Urquiza, productor ovino de Gregores, candidato a vicegobernador en la fórmula radical que cayó frente al Partido Justicialista, y hoy Secretario de Agricultura de la Nación.
Durante todo este tiempo, De Urquiza jamás dudó de su rol. Hace lo que Kirchner quiere, en el momento que Kirchner pretende y y usando las palabras exactas que Kirchner ordena. Cuando productores como Silvio Corti se quejan de que “hace años que nos vienen entreteniendo con promesas que nunca se cumplen”, habla básicamente del esfuerzo de De Urquiza, justamente, por distraerlos, confundirlos, enfrentarlos. “Entretenélos”, fue una orden reiterada de Kirchner a De Urquiza.
Inventando la realidad
Mientras tanto, el campo aportaba con su cosecha al disfrute personal del entonces Presidente, que se regodeaba auscultando personalmente el ingreso de divisas que ampliaba el superávit. Pero como nadie es feliz para siempre, mucho menos Kirchner, que necesita fabricarse problemas para encontrarle sentido a su vida, la suba de precios internacionales de la carne lo puso en alerta y decidió frenar abruptamente las exportaciones.
Se le dieron cantidad de opciones para aumentar la producción de carne, realizar un esquema de cortes baratos para el consumo interno y cortes caros para el consumo externo y replicar lo que hizo nuestro vecino Uruguay (que, dicho sea de paso, gracias a los dislates nacionales está superando a la Argentina en exportación de carne vacuna). Más rentable a su imagen era usar el atril y pedir carne barata para el pueblo, aún cuando se estuviera creando problemas en el futuro. El largo plazo quedaba demasiado lejos. Además, todavía no se le había ocurrido inventar su propio índice inflacionario.
Iguales problemas empezaron a padecer otras cadenas de alimentos. La leche, las hortalizas, el trigo, el maíz. Kirchner empezó a enviar a Guillermo Moreno para convencerlos con métodos extrambóticos que sus productos eran caros. Fueron meses durísimos. Moreno apretaba y en la Secretaría de Agricultura los técnicos hacían decenas de propuestas para lograr efectivamente la baja de precios internos sin provocar la caída de la producción, que traería gravísimos problemas de abastecimiento en el largo plazo. Pero en fin, también aquí el largo plazo quedaba demasiado lejos.
Ante la multiplicación de conflictos con casi todos los sectores de la producción, varios pinguinos venidos del frío para acompañar la gestión de Kirchner, llegaron al convencimiento de que “Moreno está en contra de la producción”. Uno de ellos, pingüino de purísima cepa, se trompeó con Moreno varias veces. No trascendió antes, ni publicamos su nombre ahora, porque no tendrá más remedio que negarlo. Pero todos en el sector agropecuario saben de quién estamos hablando, y lo que de verdad piensan los pinguinos de la Secretaría de Agricultura de Moreno y de las políticas para el campo que debieron implementar contra toda racionalidad agropecuaria. No tenía claro por esa época que el “loco” Moreno era, en realidad, el “loco” Kirchner.
Para dejarlo contento a Néstor, estos pinguinos agropecuarios hicieron de todo. Viajaron cien veces a Venezuela para ayudarlo a producir alimentos a su aliado Hugo Chávez. Llevaron a Gustavo Grobocopatel y decenas de industriales del campo a intentar hacer negocios en esos extraños parajes de economía recontranegra. Demoraron hasta el límite de lo indecible la promoción de los biocombustibles para no enfrentarse con Chávez. Inventaron decenas de subsidios para tranquilizar la furia controladora de Kirchner y así tenerlo tranquilo, por la domesticación que la entrega del dinero supone entre los subsidiados.
Nada alcanzó. Javier De Urquiza quiso defender la política K el año pasado en la inauguración de la Sociedad Rural, y tuvo que salir disparado ante el llamado del mismísimo Kirchner, a pesar de que había chequeado su discurso esa misma mañana. Ese día de locos, uno de los pinguinos más pinguinistas estaba decidido a renunciar. No toleraba más el delirio de su jefe irascible y sólo quería irse a su casa del sur a descansar.
La guerra alimentaria
Pero por si fuera poco, alguien lo convenció a Néstor que los alimentos se están transformando en un elemento tan estratégico como la energía, que dividirá al mundo entre “los que tienen alimentos y los que no tienen alimentos” y provocará guerras.
Esa debe ser la verdadera razón por la que Kirchner salió a comprar campos a través de testaferros (La Política Online publicó al respecto la compra de una de las estancias más grandes de Santa Cruz por parte de Lázaro Báez) y a liquidar a los pequeños y medianos productores con las retenciones para concentrar la propiedad de la tierra y las decisiones de producción, precio y exportación. Los pocos que lo rodean dicen que pasó de ignorar al campo a pretender saberlo todo y a su modo, es decir, evitando la lectura de todo manual probado por la experiencia.
Parece que Kirchner dice que los pequeños productores liderados por la Federación Agraria son “idiotas útiles” utilizados por la derecha que pretende quedarse con la producción nacional de granos para dominar la Argentina. Los que lo escuchan por estos días no saben si está loco o realmente convencido, pero la única información que escucha es la que confirma sus presunciones, y cualquiera que pretenda llevarle otra lógica se transforma en un enemigo directo al que hay que eliminar.
Mientras tanto, la población asiste a este desquicio sin creer lo que ve, y en el mundo observan su obcecación demudados. Sus propias huestes empezaron a mirarlo raro. De a poco, comienzan a alejarse, aunque sin musitar palabra. Es como un rey trastornado, del que uno podría reírse despanzurrado, sino fuera porque todo lo que está sucediendo es demasiado trágico.
Para Kirchner, el largo plazo llegó. Habrá guerras en el mundo, y tal vez empiecen en el interior de la Argentina. Si no quieren producir como él dice, no producirán nada y producirá él mismo. Ya aprendió cómo hacerlo. No es tan difícil, asegura. Y uno que lo escuchó se está preguntando si no estarán yendo demasiado lejos.
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Presente y futuro de la Argentina kirchnerista
Presente y futuro de la Argentina kirchnerista
Por Fernando Laborda
Domingo 30 de marzo de 2008 Publicado en la Edición impresa
Noticias de La Nación
Fueron los siete días más tensos que debieron soportar los Kirchner desde que el matrimonio presidencial aterrizó por primera vez en la Casa Rosada. Pero también pudo haber sido una semana trágica. Los próximos siete días no prometen ser mejores, pese a que frente al conflicto con el campo, el Gobierno pasó del lenguaje de los fierros , con fuerzas de choque con reminiscencias setentistas incluidas, al diálogo forzado. No debió haber sido fácil para alguien como Cristina Kirchner, formada en la teoría de que el poder se construye a partir de antagonismos antes que mediante consensos, utilizar la expresión por favor para pedirles a las organizaciones rurales que levantaran una medida de fuerza que, por cierto, lesiona por sus características el Estado de Derecho, al margen de las legítimas demandas del agro. No menos sencillo será que el Gobierno ceda demasiado en una política impositiva que representa el corazón del esquema de poder económico kirchnerista. Ni resultará fácil un diálogo con un Gobierno que no está acostumbrado a dialogar. Como quedó demostrado anteanoche, en la primera reunión que mantuvieron funcionarios gubernamentales con representantes del campo y cuyo magro saldo derivó ayer en la ratificación de la huelga agraria. En medio de críticas a quienes participaron del cacerolazo porque añorarían los tiempos de gobiernos militares, en la noche del jueves en Parque Norte, la Presidenta enfatizó: "No se puede dialogar con una pistola en la cabeza" . No fue una expresión feliz. Olvidó que no pocos testimonios dan cuenta de que el poderoso secretario de Comercio Interior, Guillermo Moreno, recibía hasta no hace mucho con un revólver sobre su escritorio a empresarios con los cuales debía negociar. El Gobierno no tiene muchas opciones. Ya quemó los cartuchos que le ofrecieron el maestro mayor en piquetes Luis D Elía y los camioneros de Hugo Moyano. Atrincherarse junto a esas dos figuras cada vez más desacreditadas ante la opinión pública no hará más que desgastar la imagen y la autoridad de la Presidenta. Los Kirchner no son hoy tan sólo presas del daño que, sin querer, les depararon las tropelías de las fuerzas de choque que ellos contribuyeron a crear y que van en camino de asemejarse por sus métodos a la Alianza Libertadora Nacionalista que lideró Guillermo Patricio Kelly en los años 50. Lo que más debe de dolerle al matrimonio presidencial es que lo corran por izquierda o desde sectores supuestamente progresistas, como los que representa la Federación Agraria Argentina, entidad de pequeños productores rurales que hasta hace poco confesaba sus simpatías por Cristina Kirchner. Son paradójicamente sus adherentes quienes hoy llevan a efecto los más feroces cortes de rutas. El Gobierno hará lo posible, entonces, por dividir el frente agrario y cooptar a los campesinos reunidos en esa agrupación, hoy liderada por Fernando Buzzi, que nació en 1912 con el Grito de Alcorta. Al mismo tiempo, buscará seducir a los chacareros autoconvocados. Así hacen política los Kirchner. Retenciones y cajita feliz La propuesta que les formularon el viernes Alberto Fernández, Martín Lousteau y Guillermo Moreno a los dirigentes rurales no fue otra cosa que la profundización de un modelo basado en una maraña de impuestos y subsidios cruzados en la que descansa el poder kirchnerista. Pasa por mantener el aumento de las retenciones que recauda el Estado nacional, compensado por subsidios bastante imprecisos que también el Estado nacional decide discrecionalmente a quién otorgar y a quién no. El alto nivel de intervencionismo estatal aumenta las potestades de la burocracia gubernamental y también los grados de corrupción pública, y desalienta la inversión y la innovación productiva. Las retenciones a las exportaciones, un curioso impuesto sin mayores antecedentes en los países capitalistas contemporáneos, pudieron haber sido en 2002 una salida para la emergencia económica. Pero hoy son, ante todo, un instrumento de dominación política. Si las retenciones no existieran o si fueran sensiblemente menores -hoy superan el 40 por ciento para la soja-, los productores tributarían un mayor impuesto a las ganancias que, a diferencia de las retenciones, se coparticiparía con las provincias. Los recursos no irían así al gigantesco pozo Bidú que el gobierno nacional maneja con absoluta discrecionalidad y que provoca la consolidación de un Estado nacional cada vez más rico, conviviendo con provincias cada vez más acosadas por desequilibrios fiscales, además de gobernadores e intendentes que deben arrodillarse ante el poder central para no ser excluidos de los beneficios de la cajita feliz . En este contexto de unitarismo fiscal, no es casual que nadie en el gobierno nacional hable de la nueva ley de coparticipación federal que debió ser sancionada antes de 1996 por imperio de la reforma constitucional aprobada dos años antes. Todo esto se ve agravado por un Congreso que ha desistido de ejercer su facultad de crear impuestos, delegada en la Presidencia de la Nación, al igual que por los llamados superpoderes , que le han dado al Poder Ejecutivo la posibilidad de gastar en todo 2007 la friolera de 24.781 millones de pesos sin controles parlamentarios: ¡68 millones de pesos por día! Con la consigna de promover una burguesía nacional, el gobierno kirchnerista ha presionado a grupos extranjeros con concesiones de servicios públicos privatizados para que dejaran su lugar a empresarios afines a la fracción gobernante. Fue ésta la segunda fase del esquema de poder económico K. Chavistas y kirchneristas Hay una semejanza entre los proyectos chavista y kirchnerista. En la Venezuela de Hugo Chávez, los elevados ingresos recibidos por el fuerte aumento del precio del petróleo fueron aprovechados para concentrar el poder político y económico y extender entre el pueblo la idea de un Estado benefactor ilimitado. El Estado kirchnerista parecería pretender imitar ese modelo, apropiándose de la mayor parte del ingreso derivado de las exportaciones del campo. La excusa oficial es la redistribución de la riqueza. En virtud de ese objetivo, la mejor distribución del ingreso, que el jueves último proclamó Cristina Kirchner, Chávez firmó años atrás un decreto que dispuso la "recuperación" de tierras ociosas, para lo cual expropió y redistribuyó nada menos que unos dos millones de hectáreas. Campos y propiedades agroindustriales fueron ocupadas por la fuerza, al tiempo que las expropiaciones avanzaron sobre no pocas tierras de grupos extranjeros. Es, en líneas generales, el modelo que propicia D Elía para la Argentina. Pese a los mayores ingresos por las ventas de petróleo al exterior y a esta reforma agraria, el PBI per cápita en Venezuela cayó un 0,8 por ciento entre 1998 y 2005, y en los últimos años tampoco subió como se esperaba. Friedrick Hayek, intelectual austríaco y premio Nobel de Economía en 1974, advertía que los nuevos planificadores nos prometen una libertad colectiva que, en el fondo, no es otra cosa que la libertad del planificador para manejar la sociedad a su antojo, restringiendo las libertades individuales.
Por Fernando Laborda
Domingo 30 de marzo de 2008 Publicado en la Edición impresa
Noticias de La Nación
Fueron los siete días más tensos que debieron soportar los Kirchner desde que el matrimonio presidencial aterrizó por primera vez en la Casa Rosada. Pero también pudo haber sido una semana trágica. Los próximos siete días no prometen ser mejores, pese a que frente al conflicto con el campo, el Gobierno pasó del lenguaje de los fierros , con fuerzas de choque con reminiscencias setentistas incluidas, al diálogo forzado. No debió haber sido fácil para alguien como Cristina Kirchner, formada en la teoría de que el poder se construye a partir de antagonismos antes que mediante consensos, utilizar la expresión por favor para pedirles a las organizaciones rurales que levantaran una medida de fuerza que, por cierto, lesiona por sus características el Estado de Derecho, al margen de las legítimas demandas del agro. No menos sencillo será que el Gobierno ceda demasiado en una política impositiva que representa el corazón del esquema de poder económico kirchnerista. Ni resultará fácil un diálogo con un Gobierno que no está acostumbrado a dialogar. Como quedó demostrado anteanoche, en la primera reunión que mantuvieron funcionarios gubernamentales con representantes del campo y cuyo magro saldo derivó ayer en la ratificación de la huelga agraria. En medio de críticas a quienes participaron del cacerolazo porque añorarían los tiempos de gobiernos militares, en la noche del jueves en Parque Norte, la Presidenta enfatizó: "No se puede dialogar con una pistola en la cabeza" . No fue una expresión feliz. Olvidó que no pocos testimonios dan cuenta de que el poderoso secretario de Comercio Interior, Guillermo Moreno, recibía hasta no hace mucho con un revólver sobre su escritorio a empresarios con los cuales debía negociar. El Gobierno no tiene muchas opciones. Ya quemó los cartuchos que le ofrecieron el maestro mayor en piquetes Luis D Elía y los camioneros de Hugo Moyano. Atrincherarse junto a esas dos figuras cada vez más desacreditadas ante la opinión pública no hará más que desgastar la imagen y la autoridad de la Presidenta. Los Kirchner no son hoy tan sólo presas del daño que, sin querer, les depararon las tropelías de las fuerzas de choque que ellos contribuyeron a crear y que van en camino de asemejarse por sus métodos a la Alianza Libertadora Nacionalista que lideró Guillermo Patricio Kelly en los años 50. Lo que más debe de dolerle al matrimonio presidencial es que lo corran por izquierda o desde sectores supuestamente progresistas, como los que representa la Federación Agraria Argentina, entidad de pequeños productores rurales que hasta hace poco confesaba sus simpatías por Cristina Kirchner. Son paradójicamente sus adherentes quienes hoy llevan a efecto los más feroces cortes de rutas. El Gobierno hará lo posible, entonces, por dividir el frente agrario y cooptar a los campesinos reunidos en esa agrupación, hoy liderada por Fernando Buzzi, que nació en 1912 con el Grito de Alcorta. Al mismo tiempo, buscará seducir a los chacareros autoconvocados. Así hacen política los Kirchner. Retenciones y cajita feliz La propuesta que les formularon el viernes Alberto Fernández, Martín Lousteau y Guillermo Moreno a los dirigentes rurales no fue otra cosa que la profundización de un modelo basado en una maraña de impuestos y subsidios cruzados en la que descansa el poder kirchnerista. Pasa por mantener el aumento de las retenciones que recauda el Estado nacional, compensado por subsidios bastante imprecisos que también el Estado nacional decide discrecionalmente a quién otorgar y a quién no. El alto nivel de intervencionismo estatal aumenta las potestades de la burocracia gubernamental y también los grados de corrupción pública, y desalienta la inversión y la innovación productiva. Las retenciones a las exportaciones, un curioso impuesto sin mayores antecedentes en los países capitalistas contemporáneos, pudieron haber sido en 2002 una salida para la emergencia económica. Pero hoy son, ante todo, un instrumento de dominación política. Si las retenciones no existieran o si fueran sensiblemente menores -hoy superan el 40 por ciento para la soja-, los productores tributarían un mayor impuesto a las ganancias que, a diferencia de las retenciones, se coparticiparía con las provincias. Los recursos no irían así al gigantesco pozo Bidú que el gobierno nacional maneja con absoluta discrecionalidad y que provoca la consolidación de un Estado nacional cada vez más rico, conviviendo con provincias cada vez más acosadas por desequilibrios fiscales, además de gobernadores e intendentes que deben arrodillarse ante el poder central para no ser excluidos de los beneficios de la cajita feliz . En este contexto de unitarismo fiscal, no es casual que nadie en el gobierno nacional hable de la nueva ley de coparticipación federal que debió ser sancionada antes de 1996 por imperio de la reforma constitucional aprobada dos años antes. Todo esto se ve agravado por un Congreso que ha desistido de ejercer su facultad de crear impuestos, delegada en la Presidencia de la Nación, al igual que por los llamados superpoderes , que le han dado al Poder Ejecutivo la posibilidad de gastar en todo 2007 la friolera de 24.781 millones de pesos sin controles parlamentarios: ¡68 millones de pesos por día! Con la consigna de promover una burguesía nacional, el gobierno kirchnerista ha presionado a grupos extranjeros con concesiones de servicios públicos privatizados para que dejaran su lugar a empresarios afines a la fracción gobernante. Fue ésta la segunda fase del esquema de poder económico K. Chavistas y kirchneristas Hay una semejanza entre los proyectos chavista y kirchnerista. En la Venezuela de Hugo Chávez, los elevados ingresos recibidos por el fuerte aumento del precio del petróleo fueron aprovechados para concentrar el poder político y económico y extender entre el pueblo la idea de un Estado benefactor ilimitado. El Estado kirchnerista parecería pretender imitar ese modelo, apropiándose de la mayor parte del ingreso derivado de las exportaciones del campo. La excusa oficial es la redistribución de la riqueza. En virtud de ese objetivo, la mejor distribución del ingreso, que el jueves último proclamó Cristina Kirchner, Chávez firmó años atrás un decreto que dispuso la "recuperación" de tierras ociosas, para lo cual expropió y redistribuyó nada menos que unos dos millones de hectáreas. Campos y propiedades agroindustriales fueron ocupadas por la fuerza, al tiempo que las expropiaciones avanzaron sobre no pocas tierras de grupos extranjeros. Es, en líneas generales, el modelo que propicia D Elía para la Argentina. Pese a los mayores ingresos por las ventas de petróleo al exterior y a esta reforma agraria, el PBI per cápita en Venezuela cayó un 0,8 por ciento entre 1998 y 2005, y en los últimos años tampoco subió como se esperaba. Friedrick Hayek, intelectual austríaco y premio Nobel de Economía en 1974, advertía que los nuevos planificadores nos prometen una libertad colectiva que, en el fondo, no es otra cosa que la libertad del planificador para manejar la sociedad a su antojo, restringiendo las libertades individuales.
Dura crítica de El País de España al modelo kirchnerista
Dura crítica de El País de España al modelo kirchnerista
El prestigioso diario español de centroizquierda, confirma que el conflicto con el campo esconde en realidad el agotamiento del modelo económico kirchnerista.
Muy interesante nota de el diario español El País que confirma lo anticipado en esta página hace semanas: El modelo económico kirchnerista sufre las tensiones propias de su agotamiento. Un muy duro golpe ra aCristina Kirchner ya que este matutino es el principal sostén mediático de José Luis Zapatero, uno de los pocos vínculos amistosos que mantiene la Casa Rosada con el mundo desarrollado.
Por Jorge Madirrodriga
Cuando en la noche del martes Cristina Fernández se disponía a dirigirse a los argentinos para hablar sobre la huelga de productores agropecuarios, no imaginaba que sus palabras iban a desencadenar la mayor protesta social contra la presidencia de la República desde que los Kirchner llegaran al poder en abril de 2003. En su círculo de confianza se había impuesto la tesis defendida por su marido, el ex presidente, de que la huelga en realidad era un desafío político y que fiel al estilo de gobierno iniciado por Néstor Kirchner lo mejor era seguir adelante y doblar la apuesta. "Teniendo todo a favor fueron hasta el borde del abismo", explicaba ayer el analista Alfredo Leuco.Fernández tachó de "extorsión" el paro y se burló de los todoterrenos de los huelguistas. Minutos más tarde la clase media ciudadana se unía en las calles a la protesta del campo. "Es una alianza histórica en este país", subrayaba el columnista Joaquín Morales Solá. En los dos días posteriores la presidenta siguió con su huida hacia adelante. Grupos de piqueteros emplearon la violencia contra la protesta ante la pasividad policial y el silencio de algunos medios de comunicación presionados. Hasta que en un gesto sin precedentes, Fernández pidió diálogo. La mandataria se considera víctima de una jugada política, pero lo cierto es que las cuentas económicas no cuadran pese de la constante reivindicación oficial de la gestión iniciada por Kirchner.Con las líneas de crédito internacional cerradas, una de las tasas de inversión extranjera más bajas de Latinoamérica y falta de credibilidad ante instituciones económicas internacionales desde que por orden directa del Gobierno el organismo encargado de medir los índices de inflación se salta los métodos técnicos estipulados para ello, la Administración argentina necesita la constante inyección de dinero en efectivo que suponen las retenciones a las exportaciones del campo, el 61% de exportaciones del país. Y lo necesita porque en Argentina quien controla la caja ejerce el poder.Desde los años treinta el Gobierno federal reparte a discreción fondos entre las provincias. En la práctica, los gobernadores que no quieren verse en dificultades apoyan al presidente, sea del signo que sea. El dinero sirve además para realizar las obras públicas con las que el kirchnerismo muestra su lado social, para otorgar millones de dólares anuales en ayudas sociales directas a las clases más desfavorecidas (su reserva de votos), y para presentar el dato objetivo de que por primera vez en los 200 años de vida del país se van a registrar cinco años consecutivos con superávit fiscal.Pero el coloso económico tiene los pies de barro. Para poder mantener a pleno rendimiento la máquina exportadora -y por tanto recaudatoria- es necesario que la moneda nacional, el peso, tenga poco valor. Si el Gobierno argentino no interviniera constantemente comprando dólares el peso se apreciaría de inmediato y se reducirían drásticamente las exportaciones y sus ingresos. En el sistema financiero se inyectan millones de pesos a diario, pero esto dispara la inflación, a lo que colabora el que los argentinos no ahorran en pesos, por no confiar en su moneda. La inflación que manejan las entidades bancarias gira en torno al 25%, pero el Gobierno desde hace dos años niega la mayor y la sitúa por debajo del 9%. Esta distorsión falsea muchas otras cifras de la economía. Y políticamente ha separado al kirchnerismo de la clase media urbana que ve cómo su poder adquisitivo se esfuma mientras desde el Gobierno se proclama que Argentina va mejor que nunca.El sistema necesita cada vez más dinero y a principios de mes Fernández decidió aumentar las retenciones a los ingresos por exportaciones de grano del 35% al 44%. El campo se rebeló y declaró una huelga observada de lejos desde las ciudades. Hasta que Fernández habló desde el atril.
El prestigioso diario español de centroizquierda, confirma que el conflicto con el campo esconde en realidad el agotamiento del modelo económico kirchnerista.
Muy interesante nota de el diario español El País que confirma lo anticipado en esta página hace semanas: El modelo económico kirchnerista sufre las tensiones propias de su agotamiento. Un muy duro golpe ra aCristina Kirchner ya que este matutino es el principal sostén mediático de José Luis Zapatero, uno de los pocos vínculos amistosos que mantiene la Casa Rosada con el mundo desarrollado.
Por Jorge Madirrodriga
Cuando en la noche del martes Cristina Fernández se disponía a dirigirse a los argentinos para hablar sobre la huelga de productores agropecuarios, no imaginaba que sus palabras iban a desencadenar la mayor protesta social contra la presidencia de la República desde que los Kirchner llegaran al poder en abril de 2003. En su círculo de confianza se había impuesto la tesis defendida por su marido, el ex presidente, de que la huelga en realidad era un desafío político y que fiel al estilo de gobierno iniciado por Néstor Kirchner lo mejor era seguir adelante y doblar la apuesta. "Teniendo todo a favor fueron hasta el borde del abismo", explicaba ayer el analista Alfredo Leuco.Fernández tachó de "extorsión" el paro y se burló de los todoterrenos de los huelguistas. Minutos más tarde la clase media ciudadana se unía en las calles a la protesta del campo. "Es una alianza histórica en este país", subrayaba el columnista Joaquín Morales Solá. En los dos días posteriores la presidenta siguió con su huida hacia adelante. Grupos de piqueteros emplearon la violencia contra la protesta ante la pasividad policial y el silencio de algunos medios de comunicación presionados. Hasta que en un gesto sin precedentes, Fernández pidió diálogo. La mandataria se considera víctima de una jugada política, pero lo cierto es que las cuentas económicas no cuadran pese de la constante reivindicación oficial de la gestión iniciada por Kirchner.Con las líneas de crédito internacional cerradas, una de las tasas de inversión extranjera más bajas de Latinoamérica y falta de credibilidad ante instituciones económicas internacionales desde que por orden directa del Gobierno el organismo encargado de medir los índices de inflación se salta los métodos técnicos estipulados para ello, la Administración argentina necesita la constante inyección de dinero en efectivo que suponen las retenciones a las exportaciones del campo, el 61% de exportaciones del país. Y lo necesita porque en Argentina quien controla la caja ejerce el poder.Desde los años treinta el Gobierno federal reparte a discreción fondos entre las provincias. En la práctica, los gobernadores que no quieren verse en dificultades apoyan al presidente, sea del signo que sea. El dinero sirve además para realizar las obras públicas con las que el kirchnerismo muestra su lado social, para otorgar millones de dólares anuales en ayudas sociales directas a las clases más desfavorecidas (su reserva de votos), y para presentar el dato objetivo de que por primera vez en los 200 años de vida del país se van a registrar cinco años consecutivos con superávit fiscal.Pero el coloso económico tiene los pies de barro. Para poder mantener a pleno rendimiento la máquina exportadora -y por tanto recaudatoria- es necesario que la moneda nacional, el peso, tenga poco valor. Si el Gobierno argentino no interviniera constantemente comprando dólares el peso se apreciaría de inmediato y se reducirían drásticamente las exportaciones y sus ingresos. En el sistema financiero se inyectan millones de pesos a diario, pero esto dispara la inflación, a lo que colabora el que los argentinos no ahorran en pesos, por no confiar en su moneda. La inflación que manejan las entidades bancarias gira en torno al 25%, pero el Gobierno desde hace dos años niega la mayor y la sitúa por debajo del 9%. Esta distorsión falsea muchas otras cifras de la economía. Y políticamente ha separado al kirchnerismo de la clase media urbana que ve cómo su poder adquisitivo se esfuma mientras desde el Gobierno se proclama que Argentina va mejor que nunca.El sistema necesita cada vez más dinero y a principios de mes Fernández decidió aumentar las retenciones a los ingresos por exportaciones de grano del 35% al 44%. El campo se rebeló y declaró una huelga observada de lejos desde las ciudades. Hasta que Fernández habló desde el atril.
El Gobierno es un barco a la deriva
El Gobierno es un barco a la deriva
La intimidad de la patética reunión de los ministros y los dirigentes del campo. El problema de una presidenta ausente, el doble comando y un gravísimo conflicto librado a su propia dinámica.
Por Ignacio Fidanza 19:14
Cristina y Néstor en Parque Norte.
“En que quilombo nos metieron”, abrió el diálogo intentando hacerse el simpático, el jefe de Gabinete Alberto Fernández. “Mira acá vinimos a discutir políticas para el campo, no a dar explicaciones”, lo cruzó de entrada un dirigente de la Federación Agraria. Ese fue el inicio de una reunión que empezó mal y terminó peor.
La bronca de los dirigentes tenía sus razones. El gobierno los encerró en la Sala de Situación de la Casa Rosada a las seis de la tarde y hasta las siete nadie se acercó ni siquiera para ofrecerles un vaso de agua. El maltrato de las personas ya es un rasgo compulsivo del kirchnerismo –como la soberbia que no alcanzan a disimular por más esfuerzos que hacen, cuando los hacen- que atenta contra sus propios intereses.
Finalmente las puertas se abrieron para dar paso al primer grupo Alberto Fernández, Martín Lousteau, Javier de Urquiza y el técnico de Economía Gastón Rossi, supuesto ideólogo de las retenciones móviles. Luego por si hacía falta sumar una provocación ingresó al salón Guillermo Moreno, uno de los hombres mas resistidos del sector, emblema de la destrucción del mercado de carnes y lácteos.
Durante las largas horas previas a la reunión, cuando se negoció levantar el paro, se había acordado un largo temario. Pero la sorpresa de los dirigentes del campo fue total al comprobar que Alberto Fernández se limitaba a enunciar los ítems, como ser, “el problema del costo de los fletes para los pequeños productores”, sin aportar ninguna propuesta de solución.
Así pasaban las horas, hasta que fue el titular de la Federación Agraria, Eduardo Buzzi, interrumpió a Alberto: “Mirá tenes que entender que todo el país está con las rutas cortadas, o suspendes el aumento de las retenciones por 90 días o esto no tiene solución".
“Ni en pedo lo suspendo”, fue la respuesta del jefe de los ministros. A su lado, Lousteau asentía pálido. El titular de Economía recibió en silencio toda clase de reproches por su “idea” de las retenciones móviles. Fue, por lejos, el más criticado. Guillermo Moreno feliz con la situación parecía un abuelo bonachón y se mostró amable y componedor con los dirigentes del campo, a quienes campechano, trababa de “muchachos”.
Pero lo más patético fue ver como los funcionarios abandonaban el salón, cuando la conversación llegaba a situación de definición para llamar, no a la Presidenta, sino a su marido.
Cristina Kirchner se limitó a un breve saludo protocolar y luego de encabezar un acto de entrega de viviendas en otro salón –como si el conflicto con el campo fuera un tema menor-, partió en el helicóptero.
Amores que matan
Así, en las horas críticas de la negociación, la Presidencia eligió entregar el pulso político de una negociación en la que juega gran parte de su capital y prestigio. Estrategia de ausencia que lejos de protegerla le está causando un severo daño.
Sus ministros, sin otra línea e inteligencia que la guerra total que propone Néstor Kirchner, no consiguen la paz necesaria –salvo que se piense que son absolutos incapaces- para elaborar al menos un menú básico de medidas para poner sobre la mesa.
El daño sin embargo no termina allí. Cada iniciativa de “protección” de Cristina que ensaya Néstor, termina multiplicando el rechazo a la Presidenta. Las patoteadas de Hugo Moyano y Luis D´Elía, no derivan en un descenso de la popularidad del ex presidente, sino que afectan directamente la imagen de su mujer.
Así, al entregar Cristina el nervio político de su gobierno se convierte en una víctima
–se supone involuntaria- de los dispositivos que despliega su marido, quien al parecer tiene serios problemas para manejarse en un entorno en el que no puede apretar o comprar al que no piensa como él.
Doble discurso
Que el kirchnerismo es el reino del doble discurso ya no sorprende. A esta altura más bien parecen víctimas de una extraña patología que los lleva a defender exactamente lo contrario de lo que piensan. Esto también se aplica al campo.
Mientras la Presidenta y sus funcionarios se llenan la boca defendiendo a los “pequeños productores”, lo cierto es que sus políticas han contribuido a la mayor concentración que haya conocido el sector. Y no fue un proceso ingenuo. Es el ADN del pensamiento corporativo kirchnerista, que quiere pocos actores, dependientes del poder, para administrar el país sin dar mayores explicaciones. Una breve mirada por otros rubros de la economía sirve de ejemplo. Una frustración de la Casa Rosada es que no logra concretar el mismo proceso en el heterodoxo mundo rural.
Un bienintencionado y nostálgico funcionario propuso días atrás a Guillermo Moreno recrear el viejo IAPI peronista que monopolizó las exportaciones del agro comprando a miles de productores. La respuesta del funcionario habla mucho de la concepción del poder de este Gobierno: “No, eso no funciono porque eran miles de actores, acá hay que concentrar todo en tres o cuatro y manejarse con esos”.
Un hombre que nadie puede acusar de nostálgico golpista como el cineasta Fernando “Pino” Solanas –que bien podría ir preparando una segunda parte de “Memorias del Saqueo”- sumó argumentos: “Desde que asumió Kirchner disminuyó la cantidad de pequeños productores de 450 mil a 300 mil”.
En la Federación Agraria tienen muy claro que en rigor lo que el Gobierno no tolera es esa enorme masa de productores que no están a tiro de subsidio y sólo quieren que los dejen trabajar en paz. Como sostiene el viejo dicho del liberalismo económico: “No necesito que el gobierno me dé una mano, alcanza con que me quite las dos de encima”.
El líder federado Eduardo Buzzi, desnudó la falacia: "Durante 2007, por ejemplo, un 36 por ciento de los 1500 millones de pesos que se entregaron por compensaciones, fueron a parar a Mastellone, Molino Cañuelas, Molinos Río de la Plata, Sancor y AGD –del senador y multimillonario kirchnerista Roberto Urquía-. Este tipo de reintegros nunca llega a los productores, y además ha demostrado profundiza la concentración”.
Pasión por dividir
Los líderes de las asociaciones rurales tienen muy claro que la apuesta del Gobierno es dividirlos. Para ello intentan seducir a Buzzi con una subsecretaría de Agricultura y algunas compensaciones vaporosas a los pequeños productores, para fletes y agroquímicos –nada definido-. Hasta ahora el líder de la Federación a resistido con dignidad, ya le mintieron demasiadas veces los mismos interlocutores que hoy lo cubren de halagos y guiños cómplices. Pero nunca se sabe.
También tienen claro los líderes agropecuarios que lo más parecido a un Caballo de Troya que han visto en su vida es el presidente de la asociación de cooperativas, Fernando Gioino, uno de los primeros de apoyar fuertemente la idea de levantar el paro, apenas terminó de hablar Cristina Kirchner el jueves pasado.
Las razones son evidentes: Gioino es el ejemplo de lo que quisieran los Kirchner para el agro. Este dirigente representa a Sancor, la destruida empresa láctea –entre otras cosas por el propio gobierno que no permite exportar leche a precios internacionales-, que vive de los subsidios de la Casa Rosada y las inconstantes “ayudas” económicas del venezolano Hugo Chávez.
El problema de Gioino es que el otro gran socio de Coninagro, la Asociación de Cooperativas Argentinas (ACA), vive de la exportación de soja, y en esta pulseada se le va la vida. Por eso, el vice de la entidad que representa a ACA, Carlos Garetto, ha logrado mantenerlo a flote en la línea de combate.
Rubén Llambías de CRA es quien más trabaja hacia adentro por lograr el consenso entre las cuatro entidades, que tan buenos frutos le ha dado al campo en esta instancia clave, mientras que Luciano Miguens de la Sociedad Rural, muy lejos de la imagen demonizada del estanciero maligno que emite la Casa Rosada, es un hombre bonachón y sensato, que sencillamente encarna el hartazgo de sus representados con una política que vive del campo, pero se dedica a estigmatizarlo.
Lo que está en juego
¿Por qué se resiste de manera tan cerrada el gobierno a suspender la medida por 90 días? Muy sencillo en el norte del país ya comenzó la época de cosecha de la soja, que en abril llegará a la zona núcleo, estos es Santa Fe-Buenos Aires. Es esa cosecha la que está en discusión. Esto lo saben los chacareros y por eso no pueden ceder. Perderían el trabajo de meses, porque los costos sencillamente no les cierran con retenciones del 44 por ciento. Y eso lo sabe el Gobierno que necesita ese dinero.
Por eso, el verdadero drama es que el gobierno está atrapado –una vez más- del esquema económico que creó Néstor Kirchner. Un dispositivo que sólo puede mantener el creciente tinglado de subsidios –a la energía, el transporte, las industrias, etc- y aumentos de jubilaciones, crecimiento de la deuda y obras públicas faraónicas –que encima no se siempre concretan- con mayores necesidades de caja.
Así, las opciones son seguir aumentando la presión tributaria o comenzar a sincerar las variables lo que podría agravar el problema de la inflación. Una verdadera encerrona.
Alguna vez ese genial escritor y peronista que fue Leopoldo Marechal, dijo: “De los laberintos sólo se sale por arriba”. Bueno todo indica que el momento llegó, habra que ver si Cristina Kirchner tiene alas para desplegar un vuelo propio, que le permite abandonar el laberinto que edificó su marido.
La intimidad de la patética reunión de los ministros y los dirigentes del campo. El problema de una presidenta ausente, el doble comando y un gravísimo conflicto librado a su propia dinámica.
Por Ignacio Fidanza 19:14
Cristina y Néstor en Parque Norte.
“En que quilombo nos metieron”, abrió el diálogo intentando hacerse el simpático, el jefe de Gabinete Alberto Fernández. “Mira acá vinimos a discutir políticas para el campo, no a dar explicaciones”, lo cruzó de entrada un dirigente de la Federación Agraria. Ese fue el inicio de una reunión que empezó mal y terminó peor.
La bronca de los dirigentes tenía sus razones. El gobierno los encerró en la Sala de Situación de la Casa Rosada a las seis de la tarde y hasta las siete nadie se acercó ni siquiera para ofrecerles un vaso de agua. El maltrato de las personas ya es un rasgo compulsivo del kirchnerismo –como la soberbia que no alcanzan a disimular por más esfuerzos que hacen, cuando los hacen- que atenta contra sus propios intereses.
Finalmente las puertas se abrieron para dar paso al primer grupo Alberto Fernández, Martín Lousteau, Javier de Urquiza y el técnico de Economía Gastón Rossi, supuesto ideólogo de las retenciones móviles. Luego por si hacía falta sumar una provocación ingresó al salón Guillermo Moreno, uno de los hombres mas resistidos del sector, emblema de la destrucción del mercado de carnes y lácteos.
Durante las largas horas previas a la reunión, cuando se negoció levantar el paro, se había acordado un largo temario. Pero la sorpresa de los dirigentes del campo fue total al comprobar que Alberto Fernández se limitaba a enunciar los ítems, como ser, “el problema del costo de los fletes para los pequeños productores”, sin aportar ninguna propuesta de solución.
Así pasaban las horas, hasta que fue el titular de la Federación Agraria, Eduardo Buzzi, interrumpió a Alberto: “Mirá tenes que entender que todo el país está con las rutas cortadas, o suspendes el aumento de las retenciones por 90 días o esto no tiene solución".
“Ni en pedo lo suspendo”, fue la respuesta del jefe de los ministros. A su lado, Lousteau asentía pálido. El titular de Economía recibió en silencio toda clase de reproches por su “idea” de las retenciones móviles. Fue, por lejos, el más criticado. Guillermo Moreno feliz con la situación parecía un abuelo bonachón y se mostró amable y componedor con los dirigentes del campo, a quienes campechano, trababa de “muchachos”.
Pero lo más patético fue ver como los funcionarios abandonaban el salón, cuando la conversación llegaba a situación de definición para llamar, no a la Presidenta, sino a su marido.
Cristina Kirchner se limitó a un breve saludo protocolar y luego de encabezar un acto de entrega de viviendas en otro salón –como si el conflicto con el campo fuera un tema menor-, partió en el helicóptero.
Amores que matan
Así, en las horas críticas de la negociación, la Presidencia eligió entregar el pulso político de una negociación en la que juega gran parte de su capital y prestigio. Estrategia de ausencia que lejos de protegerla le está causando un severo daño.
Sus ministros, sin otra línea e inteligencia que la guerra total que propone Néstor Kirchner, no consiguen la paz necesaria –salvo que se piense que son absolutos incapaces- para elaborar al menos un menú básico de medidas para poner sobre la mesa.
El daño sin embargo no termina allí. Cada iniciativa de “protección” de Cristina que ensaya Néstor, termina multiplicando el rechazo a la Presidenta. Las patoteadas de Hugo Moyano y Luis D´Elía, no derivan en un descenso de la popularidad del ex presidente, sino que afectan directamente la imagen de su mujer.
Así, al entregar Cristina el nervio político de su gobierno se convierte en una víctima
–se supone involuntaria- de los dispositivos que despliega su marido, quien al parecer tiene serios problemas para manejarse en un entorno en el que no puede apretar o comprar al que no piensa como él.
Doble discurso
Que el kirchnerismo es el reino del doble discurso ya no sorprende. A esta altura más bien parecen víctimas de una extraña patología que los lleva a defender exactamente lo contrario de lo que piensan. Esto también se aplica al campo.
Mientras la Presidenta y sus funcionarios se llenan la boca defendiendo a los “pequeños productores”, lo cierto es que sus políticas han contribuido a la mayor concentración que haya conocido el sector. Y no fue un proceso ingenuo. Es el ADN del pensamiento corporativo kirchnerista, que quiere pocos actores, dependientes del poder, para administrar el país sin dar mayores explicaciones. Una breve mirada por otros rubros de la economía sirve de ejemplo. Una frustración de la Casa Rosada es que no logra concretar el mismo proceso en el heterodoxo mundo rural.
Un bienintencionado y nostálgico funcionario propuso días atrás a Guillermo Moreno recrear el viejo IAPI peronista que monopolizó las exportaciones del agro comprando a miles de productores. La respuesta del funcionario habla mucho de la concepción del poder de este Gobierno: “No, eso no funciono porque eran miles de actores, acá hay que concentrar todo en tres o cuatro y manejarse con esos”.
Un hombre que nadie puede acusar de nostálgico golpista como el cineasta Fernando “Pino” Solanas –que bien podría ir preparando una segunda parte de “Memorias del Saqueo”- sumó argumentos: “Desde que asumió Kirchner disminuyó la cantidad de pequeños productores de 450 mil a 300 mil”.
En la Federación Agraria tienen muy claro que en rigor lo que el Gobierno no tolera es esa enorme masa de productores que no están a tiro de subsidio y sólo quieren que los dejen trabajar en paz. Como sostiene el viejo dicho del liberalismo económico: “No necesito que el gobierno me dé una mano, alcanza con que me quite las dos de encima”.
El líder federado Eduardo Buzzi, desnudó la falacia: "Durante 2007, por ejemplo, un 36 por ciento de los 1500 millones de pesos que se entregaron por compensaciones, fueron a parar a Mastellone, Molino Cañuelas, Molinos Río de la Plata, Sancor y AGD –del senador y multimillonario kirchnerista Roberto Urquía-. Este tipo de reintegros nunca llega a los productores, y además ha demostrado profundiza la concentración”.
Pasión por dividir
Los líderes de las asociaciones rurales tienen muy claro que la apuesta del Gobierno es dividirlos. Para ello intentan seducir a Buzzi con una subsecretaría de Agricultura y algunas compensaciones vaporosas a los pequeños productores, para fletes y agroquímicos –nada definido-. Hasta ahora el líder de la Federación a resistido con dignidad, ya le mintieron demasiadas veces los mismos interlocutores que hoy lo cubren de halagos y guiños cómplices. Pero nunca se sabe.
También tienen claro los líderes agropecuarios que lo más parecido a un Caballo de Troya que han visto en su vida es el presidente de la asociación de cooperativas, Fernando Gioino, uno de los primeros de apoyar fuertemente la idea de levantar el paro, apenas terminó de hablar Cristina Kirchner el jueves pasado.
Las razones son evidentes: Gioino es el ejemplo de lo que quisieran los Kirchner para el agro. Este dirigente representa a Sancor, la destruida empresa láctea –entre otras cosas por el propio gobierno que no permite exportar leche a precios internacionales-, que vive de los subsidios de la Casa Rosada y las inconstantes “ayudas” económicas del venezolano Hugo Chávez.
El problema de Gioino es que el otro gran socio de Coninagro, la Asociación de Cooperativas Argentinas (ACA), vive de la exportación de soja, y en esta pulseada se le va la vida. Por eso, el vice de la entidad que representa a ACA, Carlos Garetto, ha logrado mantenerlo a flote en la línea de combate.
Rubén Llambías de CRA es quien más trabaja hacia adentro por lograr el consenso entre las cuatro entidades, que tan buenos frutos le ha dado al campo en esta instancia clave, mientras que Luciano Miguens de la Sociedad Rural, muy lejos de la imagen demonizada del estanciero maligno que emite la Casa Rosada, es un hombre bonachón y sensato, que sencillamente encarna el hartazgo de sus representados con una política que vive del campo, pero se dedica a estigmatizarlo.
Lo que está en juego
¿Por qué se resiste de manera tan cerrada el gobierno a suspender la medida por 90 días? Muy sencillo en el norte del país ya comenzó la época de cosecha de la soja, que en abril llegará a la zona núcleo, estos es Santa Fe-Buenos Aires. Es esa cosecha la que está en discusión. Esto lo saben los chacareros y por eso no pueden ceder. Perderían el trabajo de meses, porque los costos sencillamente no les cierran con retenciones del 44 por ciento. Y eso lo sabe el Gobierno que necesita ese dinero.
Por eso, el verdadero drama es que el gobierno está atrapado –una vez más- del esquema económico que creó Néstor Kirchner. Un dispositivo que sólo puede mantener el creciente tinglado de subsidios –a la energía, el transporte, las industrias, etc- y aumentos de jubilaciones, crecimiento de la deuda y obras públicas faraónicas –que encima no se siempre concretan- con mayores necesidades de caja.
Así, las opciones son seguir aumentando la presión tributaria o comenzar a sincerar las variables lo que podría agravar el problema de la inflación. Una verdadera encerrona.
Alguna vez ese genial escritor y peronista que fue Leopoldo Marechal, dijo: “De los laberintos sólo se sale por arriba”. Bueno todo indica que el momento llegó, habra que ver si Cristina Kirchner tiene alas para desplegar un vuelo propio, que le permite abandonar el laberinto que edificó su marido.
sábado, 29 de marzo de 2008
Progreso y progresistas
Opinión
Progreso y progresistas
Por Jorge R. Enríquez
Nuestro país se hizo grande bajo el signo del progreso. El espectacular crecimiento argentino ocurrido entre 1880 y 1930 tiene pocos parangones en la historia. El progreso no fue sólo económico sino social, educativo,
cultural. Generó una vasta clase media, bien educada, una sorprendente movilidad social e integración de las oleadas inmigratorias.
No era un país exento de problemas, pero había un proyecto, se avanzaba, se miraba el futuro con optimismo. El lema es brasileño, pero podría haber sido aplicado con mayor razón aquí: orden y progreso. Es que para progresar se requiere orden, no el orden de los cementerios, sino un orden que implique el respeto por las reglas de juego, las que dan un marco para el desarrollo de la creatividad y las potencialidades.
Hoy necesitamos reconstruir ese espíritu generoso, con orden y progreso. Pero para progresar hay que superar, paradójicamente, la persistente prédica de nuestros “progresistas”. Es curioso que los autores intelectuales de nuestra decadencia se llamen a sí mismos progresistas. El populismo, la demagogia, la irracionalidad, la destrucción del orden y de los valores familiares no fomentan ningún progreso: son la causa de la pobreza, la marginalidad y un destino despoblado de toda esperanza.
Estos “progresistas” son grandes diagnosticadores. Nos recuerdan a cada rato lo que sabemos de sobra: los niveles de desempleo, de personas bajo la línea de pobreza, de la falta de educación, etc. Si los problemas se solucionaran con solo exponerlos, serían además extraordinarios estadistas. Lamentablemente, no pasan del diagnóstico, y cuando pasan nos dejan en un estado peor.
¿Qué debemos hacer para ponernos en el camino del desarrollo económico? Lo primero es reconocer que no estamos en ese camino, que el repunte de los últimos cinco años es un mero rebote debido a la devaluación y a circunstancias internacionales de excepción. Pero la inversión no aumenta a las tasas que se requieren para que ese crecimiento ocasional sea sostenido.
Y para esto no es necesario devanarse los sesos: basta ver qué han hecho los países exitosos. Ninguno de ellos creció confrontando con todos los sectores de la sociedad desde las fuerzas políticas opositoras hasta las instituciones eclesiásticas, agrediendo a los empresarios, enfrentándose con ellos, vía funcionarios patoteros o mandando fuerzas de choque para amenazar a los que ponen precios que no gustan en la Casa de Gobierno, haciendo discursos para la tribuna contra el FMI o la globalización.
Ésta, nos guste o no, llegó para quedarse y no la vamos a frenar desde un micrófono o desde un atril. Seamos inteligentes y pensemos cuáles son nuestras oportunidades en este nuevo escenario.
Los países que avanzan demuestran, desde Irlanda hasta Chile, que la persistencia de reglas claras y transparentes a lo largo del tiempo, la existencia de instituciones fuertes, la creación de un clima propicio para las inversiones, la promoción del orden público, la revalorización de la educación, de la cultura del trabajo, son las claves del desarrollo.
Nosotros estamos muy lejos. Insistimos en los personalismos, ahora exacerbados como luchas de matrimonios, en lugar de construir instituciones sólidas.
Tomamos como ejemplos a Castro o Chávez, aquél un dictador estalinista que viola todos los derechos humanos que nuestros “progresistas” dicen defender; éste, el campeón de la charlatanería, un golpista que campea su egocentrismo y su verborragia vacía gracias al incremento de los precios del petróleo, que le permiten disimular su condición de tiranuelo empobrecedor.
¿Por qué no mirar más cerca, al vecino Chile, que nos muestra una coalición de demócratas cristianos y socialistas que mantiene las bases de un esquema inteligente de inserción en el mundo más allá de las diferencias que los separan?
El progreso está a la vuelta de la esquina. Sólo necesitamos derrotar a nuestros falsos progresistas. El auténtico progresismo se demuestra con políticas de apoyo a los sectores más vulnerables de la sociedad, a los más necesitados, a los chicos de la calle, a las personas sin techo, a los ancianos, la protección de la mujer jefa de hogar, la mujer y el niño víctimas de la violencia familiar, los discapacitados, es decir: una política de compromiso social, ese es el verdadero progresismo de hoy
Jrenriquez2000@yahoo.com.ar (15/02/08)
Progreso y progresistas
Por Jorge R. Enríquez
Nuestro país se hizo grande bajo el signo del progreso. El espectacular crecimiento argentino ocurrido entre 1880 y 1930 tiene pocos parangones en la historia. El progreso no fue sólo económico sino social, educativo,
cultural. Generó una vasta clase media, bien educada, una sorprendente movilidad social e integración de las oleadas inmigratorias.
No era un país exento de problemas, pero había un proyecto, se avanzaba, se miraba el futuro con optimismo. El lema es brasileño, pero podría haber sido aplicado con mayor razón aquí: orden y progreso. Es que para progresar se requiere orden, no el orden de los cementerios, sino un orden que implique el respeto por las reglas de juego, las que dan un marco para el desarrollo de la creatividad y las potencialidades.
Hoy necesitamos reconstruir ese espíritu generoso, con orden y progreso. Pero para progresar hay que superar, paradójicamente, la persistente prédica de nuestros “progresistas”. Es curioso que los autores intelectuales de nuestra decadencia se llamen a sí mismos progresistas. El populismo, la demagogia, la irracionalidad, la destrucción del orden y de los valores familiares no fomentan ningún progreso: son la causa de la pobreza, la marginalidad y un destino despoblado de toda esperanza.
Estos “progresistas” son grandes diagnosticadores. Nos recuerdan a cada rato lo que sabemos de sobra: los niveles de desempleo, de personas bajo la línea de pobreza, de la falta de educación, etc. Si los problemas se solucionaran con solo exponerlos, serían además extraordinarios estadistas. Lamentablemente, no pasan del diagnóstico, y cuando pasan nos dejan en un estado peor.
¿Qué debemos hacer para ponernos en el camino del desarrollo económico? Lo primero es reconocer que no estamos en ese camino, que el repunte de los últimos cinco años es un mero rebote debido a la devaluación y a circunstancias internacionales de excepción. Pero la inversión no aumenta a las tasas que se requieren para que ese crecimiento ocasional sea sostenido.
Y para esto no es necesario devanarse los sesos: basta ver qué han hecho los países exitosos. Ninguno de ellos creció confrontando con todos los sectores de la sociedad desde las fuerzas políticas opositoras hasta las instituciones eclesiásticas, agrediendo a los empresarios, enfrentándose con ellos, vía funcionarios patoteros o mandando fuerzas de choque para amenazar a los que ponen precios que no gustan en la Casa de Gobierno, haciendo discursos para la tribuna contra el FMI o la globalización.
Ésta, nos guste o no, llegó para quedarse y no la vamos a frenar desde un micrófono o desde un atril. Seamos inteligentes y pensemos cuáles son nuestras oportunidades en este nuevo escenario.
Los países que avanzan demuestran, desde Irlanda hasta Chile, que la persistencia de reglas claras y transparentes a lo largo del tiempo, la existencia de instituciones fuertes, la creación de un clima propicio para las inversiones, la promoción del orden público, la revalorización de la educación, de la cultura del trabajo, son las claves del desarrollo.
Nosotros estamos muy lejos. Insistimos en los personalismos, ahora exacerbados como luchas de matrimonios, en lugar de construir instituciones sólidas.
Tomamos como ejemplos a Castro o Chávez, aquél un dictador estalinista que viola todos los derechos humanos que nuestros “progresistas” dicen defender; éste, el campeón de la charlatanería, un golpista que campea su egocentrismo y su verborragia vacía gracias al incremento de los precios del petróleo, que le permiten disimular su condición de tiranuelo empobrecedor.
¿Por qué no mirar más cerca, al vecino Chile, que nos muestra una coalición de demócratas cristianos y socialistas que mantiene las bases de un esquema inteligente de inserción en el mundo más allá de las diferencias que los separan?
El progreso está a la vuelta de la esquina. Sólo necesitamos derrotar a nuestros falsos progresistas. El auténtico progresismo se demuestra con políticas de apoyo a los sectores más vulnerables de la sociedad, a los más necesitados, a los chicos de la calle, a las personas sin techo, a los ancianos, la protección de la mujer jefa de hogar, la mujer y el niño víctimas de la violencia familiar, los discapacitados, es decir: una política de compromiso social, ese es el verdadero progresismo de hoy
Jrenriquez2000@yahoo.com.ar (15/02/08)
El derecho de vivir
El derecho de vivir
Sábado 29 de marzo de 2008
Publicado en la Edición impresa Noticias de Opinión La Nación
Las comisiones de Acción Social y Salud Pública y de Legislación Penal de la Cámara de Diputados de la Nación han dado su aprobación a dos proyectos de ley que establecen de qué modo deben ejecutarse los llamados "abortos no punibles", que son -en principio- aquellos que la ley autoriza a realizar cuando se dan las condiciones previstas en el artículo 86 del Código Penal. Los textos legales propuestos, que ahora deberán ser tratados por la Cámara para su aprobación o rechazo, determinan el procedimiento que se debe observar en los siguientes casos: cuando el embarazo pone en riesgo la vida o la salud de la madre y cuando es el resultado de una violación. Se incluyen especificaciones sobre la necesidad de un asesoramiento médico que garantice la autenticidad de las razones invocadas en cada caso y se establece que los abortos autorizados o "no punibles" deben ser realizados sin cargo para la mujer embarazada en todos los establecimientos públicos de salud. Una vez más resulta imprescindible recordar que el aborto, cualquiera sea su causa o su finalidad, significa lisa y llanamente la destrucción de una vida humana. Y eso hace nacer dudas y obstáculos difíciles de superar cuando se trata de analizar el contenido de estos proyectos de ley a la luz de las disposiciones constitucionales vigentes en nuestro país. Sin entrar a considerar el problema desde el punto de vista de los principios superiores del derecho natural o de las concepciones de carácter religioso -lo que llevaría a reabrir debates históricos y culturales tan amplios como difíciles de resolver-, no cabe duda de que la práctica del aborto en nuestro país vulnera principios sustanciales del ordenamiento jerárquico normativo resultante del texto supremo de la Constitución Nacional y de los tratados internacionales sobre derechos humanos. Así lo han observado, en reiteradas oportunidades, los más sobresalientes constitucionalistas argentinos. Como otras veces lo hemos dicho desde esta columna editorial, no existe en nuestro ordenamiento jurídico un bien más trascendente y más digno de ser protegido que el derecho a la vida. En efecto: no hace falta argumentar demasiado para que se advierta que ese derecho es el presupuesto condicionante de todos los otros derechos sustanciales que la ley positiva asigna o reconoce a los individuos que integran una comunidad. Sin vida humana no hay posibilidad alguna de que sean ejercidos los derechos y las libertades naturales que están en la base de cualquier ordenamiento legal o institucional fundado en el respeto a la dignidad de las personas. Esta reflexión irrefutable, con su evidente trasfondo metafísico, resurge de manera espontánea cada vez que se pretende instalar en el debate, por una vía u otra, la problemática del aborto. De las causales que se mencionan como razones para justificar la interrupción de un embarazo, la más controvertible es, sin duda, la del caso en que la gestación de un ser humano aparece como la consecuencia de violación. Si bien la violación es un delito abominable, nada justifica que la culpa por ese acto de barbarie sea pagada por el ser inocente que la madre lleva en sus entrañas. Los textos que las comisiones han aprobado se apartan en ese punto, de lo dispuesto por el artículo 86 del Código Penal, que sólo considera aborto no punible el que pone fin al embarazo causado por la violación de "una mujer idiota o demente". Los proyectos que estamos analizando disponen, en cambio, que el aborto será no punible en todos los casos de embarazo por violación, pues incorporan la presunción de que, cuando media ese acto de violencia, existe siempre peligro para la salud de la gestante. Al eliminar la referencia a la mujer "idiota o demente", se suprime una discriminación incluida en 1922 por influencia de las teorías racistas entonces en boga que alentaban la idea de eliminar cualquier factor que conspirara, supuestamente, contra el mejoramiento de la "raza humana". Esto aparece, sin duda, como un aporte positivo, pues se elimina un distingo legislativo tan anacrónico como lamentable. Sin embargo, y más allá de ello, sigue en pie el hecho indefendible de que se destruya una vida humana por un delito al que la criatura en gestación ha sido completamente ajena. En el caso del aborto ocasionado para salvar la vida de la madre, para defender su salud, el caso es bastante más complejo y controvertible, pues si bien el aborto continúa siendo condenable en cuanto destruye una vida, en ese supuesto específico se estaría salvando, al mismo tiempo, otra vida humana: la de la madre. El tema aparece aquí, sin duda, como causa o razón de un debate de más dificultosa definición. Más allá de la suerte que corran los proyectos cuando se traten en el recinto de la Cámara, es imprescindible dejar definitivamente en claro que todo aborto implica la destrucción de una vida humana inocente, Y es necesario entender que las tendencias que periódicamente intentan promover la incorporación lisa y llana de las prácticas abortistas a nuestro sistema de costumbres son una consecuencia más del avasallante relativismo moral que en muchos casos nos envuelve y agobia. O, dicho de otro modo, forman parte de la creciente "cosificación del hombre" a que asistimos en este tiempo incierto y contradictorio. Admitir el avance de esas tendencias, significa aceptar que, en el orden de los valores y principios que presiden el desarrollo de la civilización, el ser humano está dejando de ser el sujeto de una cultura para convertirse cada vez más en un objeto. Sin vida no hay libertad, no hay derecho, no hay razón humana digna de ser abrazada o considerada. El aborto lleva, en sus entrañas, esa estremecedora capacidad destructiva. Es, en definitiva, la entronización de la nada como objetivo final de una civilización sin alma.
Sábado 29 de marzo de 2008
Publicado en la Edición impresa Noticias de Opinión La Nación
Las comisiones de Acción Social y Salud Pública y de Legislación Penal de la Cámara de Diputados de la Nación han dado su aprobación a dos proyectos de ley que establecen de qué modo deben ejecutarse los llamados "abortos no punibles", que son -en principio- aquellos que la ley autoriza a realizar cuando se dan las condiciones previstas en el artículo 86 del Código Penal. Los textos legales propuestos, que ahora deberán ser tratados por la Cámara para su aprobación o rechazo, determinan el procedimiento que se debe observar en los siguientes casos: cuando el embarazo pone en riesgo la vida o la salud de la madre y cuando es el resultado de una violación. Se incluyen especificaciones sobre la necesidad de un asesoramiento médico que garantice la autenticidad de las razones invocadas en cada caso y se establece que los abortos autorizados o "no punibles" deben ser realizados sin cargo para la mujer embarazada en todos los establecimientos públicos de salud. Una vez más resulta imprescindible recordar que el aborto, cualquiera sea su causa o su finalidad, significa lisa y llanamente la destrucción de una vida humana. Y eso hace nacer dudas y obstáculos difíciles de superar cuando se trata de analizar el contenido de estos proyectos de ley a la luz de las disposiciones constitucionales vigentes en nuestro país. Sin entrar a considerar el problema desde el punto de vista de los principios superiores del derecho natural o de las concepciones de carácter religioso -lo que llevaría a reabrir debates históricos y culturales tan amplios como difíciles de resolver-, no cabe duda de que la práctica del aborto en nuestro país vulnera principios sustanciales del ordenamiento jerárquico normativo resultante del texto supremo de la Constitución Nacional y de los tratados internacionales sobre derechos humanos. Así lo han observado, en reiteradas oportunidades, los más sobresalientes constitucionalistas argentinos. Como otras veces lo hemos dicho desde esta columna editorial, no existe en nuestro ordenamiento jurídico un bien más trascendente y más digno de ser protegido que el derecho a la vida. En efecto: no hace falta argumentar demasiado para que se advierta que ese derecho es el presupuesto condicionante de todos los otros derechos sustanciales que la ley positiva asigna o reconoce a los individuos que integran una comunidad. Sin vida humana no hay posibilidad alguna de que sean ejercidos los derechos y las libertades naturales que están en la base de cualquier ordenamiento legal o institucional fundado en el respeto a la dignidad de las personas. Esta reflexión irrefutable, con su evidente trasfondo metafísico, resurge de manera espontánea cada vez que se pretende instalar en el debate, por una vía u otra, la problemática del aborto. De las causales que se mencionan como razones para justificar la interrupción de un embarazo, la más controvertible es, sin duda, la del caso en que la gestación de un ser humano aparece como la consecuencia de violación. Si bien la violación es un delito abominable, nada justifica que la culpa por ese acto de barbarie sea pagada por el ser inocente que la madre lleva en sus entrañas. Los textos que las comisiones han aprobado se apartan en ese punto, de lo dispuesto por el artículo 86 del Código Penal, que sólo considera aborto no punible el que pone fin al embarazo causado por la violación de "una mujer idiota o demente". Los proyectos que estamos analizando disponen, en cambio, que el aborto será no punible en todos los casos de embarazo por violación, pues incorporan la presunción de que, cuando media ese acto de violencia, existe siempre peligro para la salud de la gestante. Al eliminar la referencia a la mujer "idiota o demente", se suprime una discriminación incluida en 1922 por influencia de las teorías racistas entonces en boga que alentaban la idea de eliminar cualquier factor que conspirara, supuestamente, contra el mejoramiento de la "raza humana". Esto aparece, sin duda, como un aporte positivo, pues se elimina un distingo legislativo tan anacrónico como lamentable. Sin embargo, y más allá de ello, sigue en pie el hecho indefendible de que se destruya una vida humana por un delito al que la criatura en gestación ha sido completamente ajena. En el caso del aborto ocasionado para salvar la vida de la madre, para defender su salud, el caso es bastante más complejo y controvertible, pues si bien el aborto continúa siendo condenable en cuanto destruye una vida, en ese supuesto específico se estaría salvando, al mismo tiempo, otra vida humana: la de la madre. El tema aparece aquí, sin duda, como causa o razón de un debate de más dificultosa definición. Más allá de la suerte que corran los proyectos cuando se traten en el recinto de la Cámara, es imprescindible dejar definitivamente en claro que todo aborto implica la destrucción de una vida humana inocente, Y es necesario entender que las tendencias que periódicamente intentan promover la incorporación lisa y llana de las prácticas abortistas a nuestro sistema de costumbres son una consecuencia más del avasallante relativismo moral que en muchos casos nos envuelve y agobia. O, dicho de otro modo, forman parte de la creciente "cosificación del hombre" a que asistimos en este tiempo incierto y contradictorio. Admitir el avance de esas tendencias, significa aceptar que, en el orden de los valores y principios que presiden el desarrollo de la civilización, el ser humano está dejando de ser el sujeto de una cultura para convertirse cada vez más en un objeto. Sin vida no hay libertad, no hay derecho, no hay razón humana digna de ser abrazada o considerada. El aborto lleva, en sus entrañas, esa estremecedora capacidad destructiva. Es, en definitiva, la entronización de la nada como objetivo final de una civilización sin alma.
El país se incendia
El país se incendia.
La decadencia del imperio kirchnerista
Por Ignacio Fidanza
El gobierno se sumerge en un largo descenso hacia sus peores rasgos: frivolidad, intolerancia, corrupción.
En la provincia de Buenos Aires esta noche la autoridades confirmaban más de 80 rutas cortadas, en la Capital las bandas parapoliciales de los piqueteros rentados volvían a golpear a los vecinos que se atrevían a protestar contra el Gobierno. En el interior, el escenario de piquetes, movilizaciones y cacerolazos, se repiten intermitentes, tatuando la extensa piel de la Argentina.
Las góndolas de supermercados y carnicerías exhiben el desolador espectáculo del desabastecimiento. Los precios se disparan. La bronca y la humillación de ciudadanos maltratados, bulle, agazapada, y nada bueno presagia el rencor que minuto a minuto potencia la prepotencia del poder.
Mientras la Nación vive horas críticas y la angustia del recuerdo de la fractura expuesta del 2001 crepita en el aire, una presidenta aislada de la realidad recibe, producida como para una fiesta y sonriente, al famosísimo Francis Ford Coppola. Inoportuno contraste tercermundista que ofende la trayectoria del genial director norteamericano.
Pero no es lo peor. ¿A qué dedicó la jornada el ministro de Economía, además de contestarle al ex presidente Eduardo Duhalde que no piensa renunciar? ¿En qué puso a trabajar a su equipo bajo una presión febril? ¿En elaborar una propuesta fiscal superadora de las repudiadas retenciones? ¿En buscarle una salida en la que metió al Gobierno? No, error.
Martín Lousteau dedicó toda su energía a resolver uno de los asuntos más oscuros del período kirchnerista, que tiene todo para convertirse en uno de los escándalos de corrupción más grandes de este período, con resonancias internacionales que recuerdan otras componendas como aquel pacto Roca-Runciman.
Mientras el país permanecía en vigilia y todas las miradas se centraban en el Palacio de Hacienda, el ministro se encargaba de hacer el trabajo sucio del matrimonio presidencial y buscaba los atajos para firmar los avales que comprometerán el patrimonio de la Argentina en varios miles de millones de dólares para financiar un delirante tren bala, que parece importar más por el retorno que por la ida.
Tenemos así la combinación letal: frivolidad, mas autismo, más sospechas de corrupción. ¿Suena parecido a algún período denostado por los actuales ocupantes de la Casa Rosada?
El paro del interior
La simplificación de los medios porteños –que se llaman a si mismo nacionales- ha decidido que el conflicto que cruza el territorio nacional es el paro del campo. En rigor, lo que se expresa en las rutas es un paro del interior del país. Lo que sucede es que el campo es el motor económico de la vida más allá de los grandes centros urbanos –incluso de las pocas industrias que quedan, como las de maquinaria agrícola-. Es el eje de un entramado que trasciende al chacarero o al productor.
El empleo en los pueblos, gira directa o indirectamente sobre la actividad agropecuaria, o en las regiones más atrasadas, sobre el Estado. No hay muchas opciones más. Por eso es tan injusta la caracterización del conflicto que hizo la Presidenta. Por eso, su discurso habla de estancieros millonarios y las cámaras devuelven el rostro de mujeres humildes cebando el mate junto a sus maridos, de maestras, de empleados, peones, contratistas, y todos los actores que integran la vida social de la Argentina del interior. Esa que desde el helicóptero es tan difícil de percibir.
Un tiro en el pie
La decisión de Néstor Kirchner –el resto acompaña lo que se decide en Puerto Madero- de confrontar y en lo posible destruir al campo, se parece demasiado a pegarse un tiro en el pie. A la inflación y desabastecimiento de alimentos, muy pronto se sumará un enfriamiento de la actividad económica. O sea, más desempleo y pobreza.
En la reciente Expoagro se acordaron negocios por cerca de 170 millones de dólares, la mayoría de ellos se dejaron si efecto en los últimos días. Ayer una reunión de la Asociación de Semilleros Argentinas (ASA), directivos de las principales empresas del sector coincidieron en el mismo diagnóstico: “No se vende nada”.
Inversiones millonarias en distintos proyectos agroindustriales ya se suspendieron o comenzaron a analizar otros mercados con entornos menos volátiles: Brasil y Uruguay, nuevamente agradecidos a las autoridades argentinas.
Ninguno de estos empresarios –que algún día deberán reconocer el triste papel que adoptaron y mantienen frente a un Gobierno que saben que está equivocado- va a hablar. El kirchnerismo todavía logra infundir miedo (en algunos). Poco más le queda.
El robo del siglo
Un estudio del centro económico IERAL de esta semana revela el drama político que los gobernadores toleran con sumisión. Una actitud que bien podría configurar alguna demanda por la nula voluntad que demuestran en defender los intereses de su provincia, de su gente.
El aumento de las retenciones dispuesto por Lousteau, según este estudio, llevaría la recaudación por este concepto al máximo histórico de 10.231 millones de dólares, que no son coparticipables.
¿Para qué quiere el Gobierno semejante masa de dinero? Para financiar los problemas y locuras que él mismo se inventa: trenes y energía subsidiados, combustible subsidiados, aerolíneas subsidiadas, y sigue la lista interminable que oculta un detalle: cuando se paga un subsidio se compra poder sobre el subsidiado y se accede al retorno.
Estos más de 10 mil millones de dólares los aportan básicamente seis provincias: Buenos Aires un 30%; Córdoba un 25%; Santa Fe un 21%; Entre Ríos un 8%; Santiago del Estero un 4% y Chaco un 4%. ¿Qué reciben a cambio? Promesas, promesas, promesas. Gobernadores mendigando un mandato entero en la Casa Rosada se van en el mejor de los casos con una ruta mal hecha y sobrefacturada. No mucho más.
¿Qué podrían hacer en el abandonado Chaco, hoy acuciado por una crisis financiera, con los más de 1.000 millones de pesos que aporta por año en retenciones? Pero claro, mañana Jorge Capitanich se sentará obediente junto a Néstor Kirchner en Parque Norte, mientras la Presidenta insulta al campo que le permite pagar la fiesta.
El día que los productores tomen real conciencia que el kirchnerismo les quita 10 mil millones de dólares por año para subsidiar sus aventuras y emprendimientos personales, ese día, la protesta que hoy vivimos será recordada como un juego de señoritas. Esos mismos productores viven en pueblos en su mayoría sin agua potable, con rutas de tierra, inundaciones periódicas y otros problemas que los países que invierten el dinero que recaudan –y no se lo roban- ya solucionaron hace décadas.
El fin de la ilusión
Un jubilado humilde y simpático mira por televisión los golpes que el cobarde ultra kirchnerista Luis D’Elía, le da, rodeado de matones, a un señor que está sólo y ya pasó la barrera de los 70. Pasa todo el día y la Presidente no considera que tiene nada que decir sobre la cacería de ciudadanos que se produjo bajo la ventana de su despacho. Ese señor que mira la tele, votó a Cristina y ahora se siente desilusionado.
Un padre va al mercado de la cuadra a comprar leche y bifes para sus dos hijos. No encuentra ninguna de las dos cosas. Sin embargo, no se enoja con el paro del campo, se enoja con la imagen crispada de esa mujer que no acepta dialogar.
Un profesional de Caballito, progresista, culto, ingeniero, recuerda que alguna vez leyó lo que ahora ve por las pantallas, de pronto se acuerda, “las camisas pardas” le vienen a la memoria.
Un país dividido, con altísima inflación, desabastecimiento, largas colas para comprar los pocos alimentos que llegan a los mercados, con patotas paraoficiales y medios expropiados, censurados, con ciudadanos agredidos, aislado internacionalmente, sin inversión, perdido en la retórica disociada de la realidad, repitiendo como loros viejos consignas oxidadas. Hasta hace no mucho tiempo atrás ese país era Venezuela.
La Politica on Line
La decadencia del imperio kirchnerista
Por Ignacio Fidanza
El gobierno se sumerge en un largo descenso hacia sus peores rasgos: frivolidad, intolerancia, corrupción.
En la provincia de Buenos Aires esta noche la autoridades confirmaban más de 80 rutas cortadas, en la Capital las bandas parapoliciales de los piqueteros rentados volvían a golpear a los vecinos que se atrevían a protestar contra el Gobierno. En el interior, el escenario de piquetes, movilizaciones y cacerolazos, se repiten intermitentes, tatuando la extensa piel de la Argentina.
Las góndolas de supermercados y carnicerías exhiben el desolador espectáculo del desabastecimiento. Los precios se disparan. La bronca y la humillación de ciudadanos maltratados, bulle, agazapada, y nada bueno presagia el rencor que minuto a minuto potencia la prepotencia del poder.
Mientras la Nación vive horas críticas y la angustia del recuerdo de la fractura expuesta del 2001 crepita en el aire, una presidenta aislada de la realidad recibe, producida como para una fiesta y sonriente, al famosísimo Francis Ford Coppola. Inoportuno contraste tercermundista que ofende la trayectoria del genial director norteamericano.
Pero no es lo peor. ¿A qué dedicó la jornada el ministro de Economía, además de contestarle al ex presidente Eduardo Duhalde que no piensa renunciar? ¿En qué puso a trabajar a su equipo bajo una presión febril? ¿En elaborar una propuesta fiscal superadora de las repudiadas retenciones? ¿En buscarle una salida en la que metió al Gobierno? No, error.
Martín Lousteau dedicó toda su energía a resolver uno de los asuntos más oscuros del período kirchnerista, que tiene todo para convertirse en uno de los escándalos de corrupción más grandes de este período, con resonancias internacionales que recuerdan otras componendas como aquel pacto Roca-Runciman.
Mientras el país permanecía en vigilia y todas las miradas se centraban en el Palacio de Hacienda, el ministro se encargaba de hacer el trabajo sucio del matrimonio presidencial y buscaba los atajos para firmar los avales que comprometerán el patrimonio de la Argentina en varios miles de millones de dólares para financiar un delirante tren bala, que parece importar más por el retorno que por la ida.
Tenemos así la combinación letal: frivolidad, mas autismo, más sospechas de corrupción. ¿Suena parecido a algún período denostado por los actuales ocupantes de la Casa Rosada?
El paro del interior
La simplificación de los medios porteños –que se llaman a si mismo nacionales- ha decidido que el conflicto que cruza el territorio nacional es el paro del campo. En rigor, lo que se expresa en las rutas es un paro del interior del país. Lo que sucede es que el campo es el motor económico de la vida más allá de los grandes centros urbanos –incluso de las pocas industrias que quedan, como las de maquinaria agrícola-. Es el eje de un entramado que trasciende al chacarero o al productor.
El empleo en los pueblos, gira directa o indirectamente sobre la actividad agropecuaria, o en las regiones más atrasadas, sobre el Estado. No hay muchas opciones más. Por eso es tan injusta la caracterización del conflicto que hizo la Presidenta. Por eso, su discurso habla de estancieros millonarios y las cámaras devuelven el rostro de mujeres humildes cebando el mate junto a sus maridos, de maestras, de empleados, peones, contratistas, y todos los actores que integran la vida social de la Argentina del interior. Esa que desde el helicóptero es tan difícil de percibir.
Un tiro en el pie
La decisión de Néstor Kirchner –el resto acompaña lo que se decide en Puerto Madero- de confrontar y en lo posible destruir al campo, se parece demasiado a pegarse un tiro en el pie. A la inflación y desabastecimiento de alimentos, muy pronto se sumará un enfriamiento de la actividad económica. O sea, más desempleo y pobreza.
En la reciente Expoagro se acordaron negocios por cerca de 170 millones de dólares, la mayoría de ellos se dejaron si efecto en los últimos días. Ayer una reunión de la Asociación de Semilleros Argentinas (ASA), directivos de las principales empresas del sector coincidieron en el mismo diagnóstico: “No se vende nada”.
Inversiones millonarias en distintos proyectos agroindustriales ya se suspendieron o comenzaron a analizar otros mercados con entornos menos volátiles: Brasil y Uruguay, nuevamente agradecidos a las autoridades argentinas.
Ninguno de estos empresarios –que algún día deberán reconocer el triste papel que adoptaron y mantienen frente a un Gobierno que saben que está equivocado- va a hablar. El kirchnerismo todavía logra infundir miedo (en algunos). Poco más le queda.
El robo del siglo
Un estudio del centro económico IERAL de esta semana revela el drama político que los gobernadores toleran con sumisión. Una actitud que bien podría configurar alguna demanda por la nula voluntad que demuestran en defender los intereses de su provincia, de su gente.
El aumento de las retenciones dispuesto por Lousteau, según este estudio, llevaría la recaudación por este concepto al máximo histórico de 10.231 millones de dólares, que no son coparticipables.
¿Para qué quiere el Gobierno semejante masa de dinero? Para financiar los problemas y locuras que él mismo se inventa: trenes y energía subsidiados, combustible subsidiados, aerolíneas subsidiadas, y sigue la lista interminable que oculta un detalle: cuando se paga un subsidio se compra poder sobre el subsidiado y se accede al retorno.
Estos más de 10 mil millones de dólares los aportan básicamente seis provincias: Buenos Aires un 30%; Córdoba un 25%; Santa Fe un 21%; Entre Ríos un 8%; Santiago del Estero un 4% y Chaco un 4%. ¿Qué reciben a cambio? Promesas, promesas, promesas. Gobernadores mendigando un mandato entero en la Casa Rosada se van en el mejor de los casos con una ruta mal hecha y sobrefacturada. No mucho más.
¿Qué podrían hacer en el abandonado Chaco, hoy acuciado por una crisis financiera, con los más de 1.000 millones de pesos que aporta por año en retenciones? Pero claro, mañana Jorge Capitanich se sentará obediente junto a Néstor Kirchner en Parque Norte, mientras la Presidenta insulta al campo que le permite pagar la fiesta.
El día que los productores tomen real conciencia que el kirchnerismo les quita 10 mil millones de dólares por año para subsidiar sus aventuras y emprendimientos personales, ese día, la protesta que hoy vivimos será recordada como un juego de señoritas. Esos mismos productores viven en pueblos en su mayoría sin agua potable, con rutas de tierra, inundaciones periódicas y otros problemas que los países que invierten el dinero que recaudan –y no se lo roban- ya solucionaron hace décadas.
El fin de la ilusión
Un jubilado humilde y simpático mira por televisión los golpes que el cobarde ultra kirchnerista Luis D’Elía, le da, rodeado de matones, a un señor que está sólo y ya pasó la barrera de los 70. Pasa todo el día y la Presidente no considera que tiene nada que decir sobre la cacería de ciudadanos que se produjo bajo la ventana de su despacho. Ese señor que mira la tele, votó a Cristina y ahora se siente desilusionado.
Un padre va al mercado de la cuadra a comprar leche y bifes para sus dos hijos. No encuentra ninguna de las dos cosas. Sin embargo, no se enoja con el paro del campo, se enoja con la imagen crispada de esa mujer que no acepta dialogar.
Un profesional de Caballito, progresista, culto, ingeniero, recuerda que alguna vez leyó lo que ahora ve por las pantallas, de pronto se acuerda, “las camisas pardas” le vienen a la memoria.
Un país dividido, con altísima inflación, desabastecimiento, largas colas para comprar los pocos alimentos que llegan a los mercados, con patotas paraoficiales y medios expropiados, censurados, con ciudadanos agredidos, aislado internacionalmente, sin inversión, perdido en la retórica disociada de la realidad, repitiendo como loros viejos consignas oxidadas. Hasta hace no mucho tiempo atrás ese país era Venezuela.
La Politica on Line
El hombre que vio venir la crisis
El hombre que vio venir la crisis
Por Mario Diament
Para La Nación
Sábado 29 de marzo de 2008
MIAMI.- A comienzos de 2007, cuando el gobierno exultaba de optimismo por la marcha de la economía y el presidente de la Reserva Federal, Ben Bernanke, testimoniaba ante el Congreso que la economía norteamericana tenía "la perfecta proporción de inflación, crecimiento y empleo", Charles R. Morris veía un cuadro diferente. Para él, la euforia era ilusoria y la crisis que se venía sería como "la madre de todos los quebrantos". Así se lo escribió a su editor en un correo electrónico que le envió en febrero de 2007, anticipándole que el cataclismo se precipitaría "para el verano de 2008". Por qué Morris, un abogado y ex banquero de inversiones, vio lo que los demás no vieron es una cuestión de perspectiva. Autor de una decena de libros sobre temas económicos y financieros y colaborador de publicaciones como The New York Times , The Wall Street Journal y The Atlantic Monthly , era también, para el momento en que formuló su predicción, vicepresidente de una empresa que desarrollaba software para bancos y fondos de inversión libre. Desde esa privilegiada posición podía observar la peligrosa bicicleta financiera que estaba teniendo lugar y que concluiría en la debacle del mercado de créditos subprime . El crédito subprime es un tipo de hipoteca que se ofrece a compradores de propiedades considerados riesgosos y a quienes se les aplica un interés mayor. Su bonanza era alentada desde fines de la década pasada por Wall Street, que veía la posibilidad de transformar el mercado hipotecario de un negocio local en uno donde inversores de todo el mundo podrían participar. Armado de las pruebas sobre su pronóstico, Morris se abocó a escribir un libro que acaba de aparecer, donde traza un impecable cuadro de los síntomas de la crisis y una radiografía de sus consecuencias. El libro se titula The Trillion Dollar Meltdown: Easy Money, High Rollers and the Great Credit Crash (La fusión del billón de dólares: Dinero fácil, apostadores fuertes y el gran quebranto crediticio) y, en él, Morris describe la evolución de la economía a partir de los atentados del 11 de Septiembre de 2001 y del estallido de la burbuja de los punto.com, y hasta noviembre de 2007. "La recuperación fue construida en torno de los consumidores, lo cual parece sensible, teniendo en cuenta la excesiva inversión de los años de la burbuja tecnológica", escribe Morris. Pero había dos problemas: "Los norteamericanos compran ropa, artículos del hogar, autos y repuestos y hasta la madera de sus casas en el exterior, de manera que el crecimiento del consumo correspondía a un crecimiento similar en el déficit comercial. Peor aún, el ahorro personal se encontraba en los niveles más bajos desde la Depresión de 1930, lo que no parecía preocupar al presidente de la Reserva Federal, Alan Greenspan, en vista de que los norteamericanos tenían un enorme capital depositado en sus casas." Este capital se convirtió en la principal fuente de toma de dinero. Con bajas tasas de interés y fácil acceso al crédito, el valor de las casas y departamentos se duplicó entre el 2000 y 2005. Sobre esta base, los consumidores refinanciaron una y otra vez y la disponibilidad de dinero incrementó el consumo. Morris indentifica tres tendencias como conducentes a la crisis: primero, hacia 2006, la propensión a desregular colocó a tres cuartas partes del volumen total de préstamos fuera de la supervisión de los reguladores. En segundo lugar, el seguro sobre los créditos hizo que los prestadores originales no tuvieran ningún incentivo para evitar a los solicitantes no calificados. Finalmente, los bancos y las agencias de calificación de crédito aceptaron el principio de que todo riesgo puede compensarse con mayores intereses. A medida que la porción financiada crecía, disminuía la posibilidad de muchos propietarios de hacer frente a sus cuotas. Para el momento en que el mercado registró que el valor de las propiedades estaba inflado y los precios se precipitaron, mucha gente se encontró que no podía hacer frente a sus deudas y que sus casas ya no tenían capital excedente. Morris advierte que la crisis crediticia no se limita a las hipotecas, sino que ha infectado todo el espectro del mercado inmobiliario y financiero. "Una suposición razonable -escribe- es que las pérdidas totales en concepto de defaults, depreciaciones sobre hipotecas de todo tipo, junk bonds , tarjetas de crédito y préstamos automotrices estarán en el orden del billón de dólares." Por primera vez desde 1945, la deuda hipotecaria total de los norteamericanos excede el valor de sus propiedades. La Casa Blanca ha apostado al plan de estímulo fiscal por 168.000 millones de dólares para reanimar el consumo. Morris es menos optimista. Para él, la recuperación podría tomar una década.
Por Mario Diament
Para La Nación
Sábado 29 de marzo de 2008
MIAMI.- A comienzos de 2007, cuando el gobierno exultaba de optimismo por la marcha de la economía y el presidente de la Reserva Federal, Ben Bernanke, testimoniaba ante el Congreso que la economía norteamericana tenía "la perfecta proporción de inflación, crecimiento y empleo", Charles R. Morris veía un cuadro diferente. Para él, la euforia era ilusoria y la crisis que se venía sería como "la madre de todos los quebrantos". Así se lo escribió a su editor en un correo electrónico que le envió en febrero de 2007, anticipándole que el cataclismo se precipitaría "para el verano de 2008". Por qué Morris, un abogado y ex banquero de inversiones, vio lo que los demás no vieron es una cuestión de perspectiva. Autor de una decena de libros sobre temas económicos y financieros y colaborador de publicaciones como The New York Times , The Wall Street Journal y The Atlantic Monthly , era también, para el momento en que formuló su predicción, vicepresidente de una empresa que desarrollaba software para bancos y fondos de inversión libre. Desde esa privilegiada posición podía observar la peligrosa bicicleta financiera que estaba teniendo lugar y que concluiría en la debacle del mercado de créditos subprime . El crédito subprime es un tipo de hipoteca que se ofrece a compradores de propiedades considerados riesgosos y a quienes se les aplica un interés mayor. Su bonanza era alentada desde fines de la década pasada por Wall Street, que veía la posibilidad de transformar el mercado hipotecario de un negocio local en uno donde inversores de todo el mundo podrían participar. Armado de las pruebas sobre su pronóstico, Morris se abocó a escribir un libro que acaba de aparecer, donde traza un impecable cuadro de los síntomas de la crisis y una radiografía de sus consecuencias. El libro se titula The Trillion Dollar Meltdown: Easy Money, High Rollers and the Great Credit Crash (La fusión del billón de dólares: Dinero fácil, apostadores fuertes y el gran quebranto crediticio) y, en él, Morris describe la evolución de la economía a partir de los atentados del 11 de Septiembre de 2001 y del estallido de la burbuja de los punto.com, y hasta noviembre de 2007. "La recuperación fue construida en torno de los consumidores, lo cual parece sensible, teniendo en cuenta la excesiva inversión de los años de la burbuja tecnológica", escribe Morris. Pero había dos problemas: "Los norteamericanos compran ropa, artículos del hogar, autos y repuestos y hasta la madera de sus casas en el exterior, de manera que el crecimiento del consumo correspondía a un crecimiento similar en el déficit comercial. Peor aún, el ahorro personal se encontraba en los niveles más bajos desde la Depresión de 1930, lo que no parecía preocupar al presidente de la Reserva Federal, Alan Greenspan, en vista de que los norteamericanos tenían un enorme capital depositado en sus casas." Este capital se convirtió en la principal fuente de toma de dinero. Con bajas tasas de interés y fácil acceso al crédito, el valor de las casas y departamentos se duplicó entre el 2000 y 2005. Sobre esta base, los consumidores refinanciaron una y otra vez y la disponibilidad de dinero incrementó el consumo. Morris indentifica tres tendencias como conducentes a la crisis: primero, hacia 2006, la propensión a desregular colocó a tres cuartas partes del volumen total de préstamos fuera de la supervisión de los reguladores. En segundo lugar, el seguro sobre los créditos hizo que los prestadores originales no tuvieran ningún incentivo para evitar a los solicitantes no calificados. Finalmente, los bancos y las agencias de calificación de crédito aceptaron el principio de que todo riesgo puede compensarse con mayores intereses. A medida que la porción financiada crecía, disminuía la posibilidad de muchos propietarios de hacer frente a sus cuotas. Para el momento en que el mercado registró que el valor de las propiedades estaba inflado y los precios se precipitaron, mucha gente se encontró que no podía hacer frente a sus deudas y que sus casas ya no tenían capital excedente. Morris advierte que la crisis crediticia no se limita a las hipotecas, sino que ha infectado todo el espectro del mercado inmobiliario y financiero. "Una suposición razonable -escribe- es que las pérdidas totales en concepto de defaults, depreciaciones sobre hipotecas de todo tipo, junk bonds , tarjetas de crédito y préstamos automotrices estarán en el orden del billón de dólares." Por primera vez desde 1945, la deuda hipotecaria total de los norteamericanos excede el valor de sus propiedades. La Casa Blanca ha apostado al plan de estímulo fiscal por 168.000 millones de dólares para reanimar el consumo. Morris es menos optimista. Para él, la recuperación podría tomar una década.
El campo y su dignidad; el gobierno y su soberbia
El campo y su dignidad; el gobierno y su soberbia.
Por Jorge R. Enríquez
El campo se puso de pie sobre su dignidad y el gobierno se paró sobre la soberbia.
Los pseudo-progresistas que nos gobiernan atrasan tantas décadas en su pensamiento que siguen creyendo que el campo es el culpable de nuestras desgracias y que los productores rurales son oligarcas que viven, en castillos parisinos, de las rentas que les dan las vacas, que engordan solas. Hasta deben creer que viajan a Europa en suntuosos transatlánticos, llevando estos nobles animales para que les den leche fresca durante la travesía. Esa visión, además de ofensiva para las familias que trabajan de sol a sol en nuestros campos, es producto de una supina ignorancia. Quienes más sufren las arbitrarias retenciones a las exportaciones no son los grandes empresarios, sino los pequeños. Son ellos, los que viven de su trabajo, los que han dicho basta. Este progresismo a la violeta debería agradecerle al campo. Sin él, sin la tecnificación que tuvo en las últimas décadas, no se habrían podido aprovechar las excepcionales circunstancias económicas del mundo actual, signadas por un aumento extraordinario de los precios de las materias primas. Lo inteligente, cuando se tiene una ventaja competitiva tan grande, es sacarle provecho. Si hay altos precios, mucho mejor. Es la señal para que se invierta en ese sector y se multiplique la producción, lo que a su turno se traduce en mayores puestos de trabajo, más riqueza y mayores recursos fiscales por la simple aplicación de los tributos ordinarios. Nuestros cráneos progresistas -o, hablando en términos rigurosos, retardatarios- obraron al revés. Penalizaron al campo por ser eficiente, producir mucho y, para colmo, querer ganar dinero. La consecuencia ya se ve en el mercado de las carnes. En un par de años empezaremos a importar carnes del Uruguay y otros países. Sí, leyó bien: la Argentina, el país de la carne, tendrá que importarla. El populismo mira sólo el día siguiente. Quiere mantener bajos precios, para que aún los ricos puedan comer un lomo a valores insignificantes. Mientras los países exitosos del mundo incentivan la exportación, nosotros la tratamos como si fuera un delito. Se intenta justificar estos abusos con la idea de mantener el precio bajo para el consumo local. Pero ya se les cayó la careta: al subir las retenciones de la soja, que se exporta íntegramente porque no se consume en nuestro país, han revelado la finalidad sólo fiscalista de la medida. Un fiscalismo, además, perverso, porque esos recursos no son coparticipables, es decir, engrosan la caja central del matrimonio gobernante, esa que les sirve para salir de compras y adquirir gobernadores, intendentes, etc. Contra lo que repiten en estos días los voceros del oficialismo, el campo nada le debe a este gobierno. En efecto: 1) La devaluación fue dispuesta por Duhalde, contra la opinión de Kirchner, que aún a principios de 2002 sostenía que había que mantener el 1 a 1. Sí, esto es así, pero no se lo van a decir los medios anestesiados por el gobierno; 2) Los precios de las materias primas subieron espectacularmente en los últimos años. Esos precios se determinan por condiciones de oferta y demanda en el mundo. Los Kirchner en nada inciden en ellos; 3) A su vez, esos precios a una tasa de cambio conveniente pudieron ser aprovechados por la modernización y tecnificación del campo en los años anteriores. Nuevamente, el matrimonio presidencial no tuvo la menor influencia en el aumento de la producción del campo. Si la tuvo, en cambio, en el hecho de que esa producción no fuera aún mayor. Fueron las retenciones, las prohibiciones de exportación y es ahora la desbocada inflación los factores limitativos del incremento de la producción. Frente al ahogo fiscal, los hombres y las mujeres del campo vienen intentando dialogar con las autoridades. Es inútil. El ministro de Economía se niega a recibirlos. No será por falta de tiempo, ya que es común verlo en estadios de tenis o de fútbol, o en acontecimientos sociales, en los que agita su cabellera al ritmo de la música hasta la madrugada). Entonces, apelaron al método largamente legitimado por este gobierno: el corte de rutas y los piquetes. Estoy en contra de los cortes de rutas. Lo dije siempre y lo reitero ahora, pese a la simpatía que tengo por la causa de los productores rurales. No es un método admisible en un estado de derecho. Pero si hay alguien que no puede decir una sola palabra en contra de él, es precisamente el gobierno, que toleró y aún impulsó piquetes, siempre -claro- que fueran piquetes oficialistas. Da risa escuchar a los funcionarios oficiales protestar contra la restricción a la libre circulación. ¿Y qué han hecho ahora, cuando los cortes no son hechos por sus aliados? Lo peor que podía imaginarse. Lo mandaron al Ministro de Piquetes, Hugo Moyano, a disolver aquellos que no les gustan. Es decir, transformaron a un sindicato en un grupo parapolicial. Si todavía no pasó nada grave es por la prudencia de los productores rurales. Pero se viven momentos de tensión que el gobierno, lejos de contribuir a pacificar, atiza. La sorprendente movilización de los porteños y de los habitantes de otros grandes centros urbanos en solidaridad con los argentinos que trabajan en el campo resultó conmovedora. No se reclamaba por un interés propio, sino contra el autoritarismo, la soberbia, la prepotencia, el matonismo. En definitiva, se pedía ni más ni menos que la vigencia del estado de derecho. Las palabras de la Sra. Presidente, largamente esperadas, fueron de una torpeza difícil de imaginar en alguien de su investidura. No hay tal "abundancia" en las mujeres y los hombres que esforzadamente laboran nuestra tierra. En cualquier caso, el capital que algunos de ellos hayan reunido tiene un origen legítimo y transparente. No todos pueden decir lo mismo. El oficialismo reaccionó frente a una manifestación pacífica y familiar de la peor manera posible: liberó la zona de Plaza de Mayo y envió a sembrar el terror a sus fuerzas de choque, conducidas por el asaltante de comisarías, Luis D´Elía. En lugar de pacificar y de llamar a la concordia, encendieron una mecha de odio que no será fácil apagar. El hastío de vastos sectores sociales es ya evidente. Falta aún canalizarlo de manera constructiva, para que nuestros hijos adviertan que hay un camino distinto que el patoterismo y la corrupción.
jrenriquez2000@yahoo.com.ar
Por Jorge R. Enríquez
El campo se puso de pie sobre su dignidad y el gobierno se paró sobre la soberbia.
Los pseudo-progresistas que nos gobiernan atrasan tantas décadas en su pensamiento que siguen creyendo que el campo es el culpable de nuestras desgracias y que los productores rurales son oligarcas que viven, en castillos parisinos, de las rentas que les dan las vacas, que engordan solas. Hasta deben creer que viajan a Europa en suntuosos transatlánticos, llevando estos nobles animales para que les den leche fresca durante la travesía. Esa visión, además de ofensiva para las familias que trabajan de sol a sol en nuestros campos, es producto de una supina ignorancia. Quienes más sufren las arbitrarias retenciones a las exportaciones no son los grandes empresarios, sino los pequeños. Son ellos, los que viven de su trabajo, los que han dicho basta. Este progresismo a la violeta debería agradecerle al campo. Sin él, sin la tecnificación que tuvo en las últimas décadas, no se habrían podido aprovechar las excepcionales circunstancias económicas del mundo actual, signadas por un aumento extraordinario de los precios de las materias primas. Lo inteligente, cuando se tiene una ventaja competitiva tan grande, es sacarle provecho. Si hay altos precios, mucho mejor. Es la señal para que se invierta en ese sector y se multiplique la producción, lo que a su turno se traduce en mayores puestos de trabajo, más riqueza y mayores recursos fiscales por la simple aplicación de los tributos ordinarios. Nuestros cráneos progresistas -o, hablando en términos rigurosos, retardatarios- obraron al revés. Penalizaron al campo por ser eficiente, producir mucho y, para colmo, querer ganar dinero. La consecuencia ya se ve en el mercado de las carnes. En un par de años empezaremos a importar carnes del Uruguay y otros países. Sí, leyó bien: la Argentina, el país de la carne, tendrá que importarla. El populismo mira sólo el día siguiente. Quiere mantener bajos precios, para que aún los ricos puedan comer un lomo a valores insignificantes. Mientras los países exitosos del mundo incentivan la exportación, nosotros la tratamos como si fuera un delito. Se intenta justificar estos abusos con la idea de mantener el precio bajo para el consumo local. Pero ya se les cayó la careta: al subir las retenciones de la soja, que se exporta íntegramente porque no se consume en nuestro país, han revelado la finalidad sólo fiscalista de la medida. Un fiscalismo, además, perverso, porque esos recursos no son coparticipables, es decir, engrosan la caja central del matrimonio gobernante, esa que les sirve para salir de compras y adquirir gobernadores, intendentes, etc. Contra lo que repiten en estos días los voceros del oficialismo, el campo nada le debe a este gobierno. En efecto: 1) La devaluación fue dispuesta por Duhalde, contra la opinión de Kirchner, que aún a principios de 2002 sostenía que había que mantener el 1 a 1. Sí, esto es así, pero no se lo van a decir los medios anestesiados por el gobierno; 2) Los precios de las materias primas subieron espectacularmente en los últimos años. Esos precios se determinan por condiciones de oferta y demanda en el mundo. Los Kirchner en nada inciden en ellos; 3) A su vez, esos precios a una tasa de cambio conveniente pudieron ser aprovechados por la modernización y tecnificación del campo en los años anteriores. Nuevamente, el matrimonio presidencial no tuvo la menor influencia en el aumento de la producción del campo. Si la tuvo, en cambio, en el hecho de que esa producción no fuera aún mayor. Fueron las retenciones, las prohibiciones de exportación y es ahora la desbocada inflación los factores limitativos del incremento de la producción. Frente al ahogo fiscal, los hombres y las mujeres del campo vienen intentando dialogar con las autoridades. Es inútil. El ministro de Economía se niega a recibirlos. No será por falta de tiempo, ya que es común verlo en estadios de tenis o de fútbol, o en acontecimientos sociales, en los que agita su cabellera al ritmo de la música hasta la madrugada). Entonces, apelaron al método largamente legitimado por este gobierno: el corte de rutas y los piquetes. Estoy en contra de los cortes de rutas. Lo dije siempre y lo reitero ahora, pese a la simpatía que tengo por la causa de los productores rurales. No es un método admisible en un estado de derecho. Pero si hay alguien que no puede decir una sola palabra en contra de él, es precisamente el gobierno, que toleró y aún impulsó piquetes, siempre -claro- que fueran piquetes oficialistas. Da risa escuchar a los funcionarios oficiales protestar contra la restricción a la libre circulación. ¿Y qué han hecho ahora, cuando los cortes no son hechos por sus aliados? Lo peor que podía imaginarse. Lo mandaron al Ministro de Piquetes, Hugo Moyano, a disolver aquellos que no les gustan. Es decir, transformaron a un sindicato en un grupo parapolicial. Si todavía no pasó nada grave es por la prudencia de los productores rurales. Pero se viven momentos de tensión que el gobierno, lejos de contribuir a pacificar, atiza. La sorprendente movilización de los porteños y de los habitantes de otros grandes centros urbanos en solidaridad con los argentinos que trabajan en el campo resultó conmovedora. No se reclamaba por un interés propio, sino contra el autoritarismo, la soberbia, la prepotencia, el matonismo. En definitiva, se pedía ni más ni menos que la vigencia del estado de derecho. Las palabras de la Sra. Presidente, largamente esperadas, fueron de una torpeza difícil de imaginar en alguien de su investidura. No hay tal "abundancia" en las mujeres y los hombres que esforzadamente laboran nuestra tierra. En cualquier caso, el capital que algunos de ellos hayan reunido tiene un origen legítimo y transparente. No todos pueden decir lo mismo. El oficialismo reaccionó frente a una manifestación pacífica y familiar de la peor manera posible: liberó la zona de Plaza de Mayo y envió a sembrar el terror a sus fuerzas de choque, conducidas por el asaltante de comisarías, Luis D´Elía. En lugar de pacificar y de llamar a la concordia, encendieron una mecha de odio que no será fácil apagar. El hastío de vastos sectores sociales es ya evidente. Falta aún canalizarlo de manera constructiva, para que nuestros hijos adviertan que hay un camino distinto que el patoterismo y la corrupción.
jrenriquez2000@yahoo.com.ar
Un giro hacia la prehistoria económica
Un giro hacia la prehistoria económica
Los sucesivos gobiernos de Néstor y Cristina Kirchner no parecen tener en mente a Deng Xiaoping, sino a Perón.
Llama mucho la atención que el joven ministro de Economía argentino, Martín Lousteau, graduado en prestigiosas universidades de EE.UU., esté tan embarcado en complacer la equivocada senda elegida por el matrimonio Kirchner. Lousteau era visto como la persona que daría cierta racionalidad y modernidad a la conducción económica. El nuevo esquema mundial, con China e India demandando alimentos y materias primas, es una oportunidad única para países tan ricos en productos como Argentina, salvo si insisten en aferrarse a esquemas arcaicos de control estatal y proteccionismo. Mientras China se especializa en productos manufacturados que exporta, India ha optado por el área de los servicios y destaca en la alta tecnología computacional. Y ambos gigantes necesitan importar enormes cantidades de materias primas y productos agropecuarios. Pero los sucesivos gobiernos de Néstor y Cristina Kirchner no parecen tener en mente a Deng Xiaoping, sino a Perón, quien planteaba bajos precios artificiales para mantener contento al pueblo y compensar la ineficiencia de las industrias nacionales. Su lema era agrandar el Estado y proteger la industria, aunque no fuera competitiva. Pocos piensan hoy así. Pero todo indica que los Kirchner siguen admirando ese anticuado modelo de ganar votos con precios artificiales. Justo al revés de lo que conviene a Argentina: desarrollar una industria agropecuaria cada vez más competitiva. Los Kirchner parecen querer revivir también las prácticas del ex jefe de la Cepal Raúl Prebisch, otro argentino equivocado como Perón, que convenció a muchos latinoamericanos de aplicar un modelo proteccionista y de sustitución de importaciones, que mantuvo a la región por años en el atraso. El sistema de retenciones (impuestos) sobre las exportaciones agropecuarias lo inició el ex Presidente Duhalde para compensar la devaluación del peso, en un momento límite de Argentina. No hubo tanta resistencia del sector agrícola, porque se comprendía lo excepcional del momento. Pero después, el Presidente Kirchner aumentó el gasto público y lo financió con aún mayores impuestos a las exportaciones. Primero al trigo y la carne, y después vino el zarpazo a la soja, en la que se habían refugiado los productores agrícolas. Ambos gobiernos Kirchner han tratado de encubrir así una inflación muy superior a la reconocida oficialmente. Las centrales agropecuarias se han unido en protesta contra un gobierno que aumentó el gasto público en un 60% durante el 2007, y que quiere preservar el superávit con vetustos métodos.
Fuente: El Mercurio (Chile)
Los sucesivos gobiernos de Néstor y Cristina Kirchner no parecen tener en mente a Deng Xiaoping, sino a Perón.
Llama mucho la atención que el joven ministro de Economía argentino, Martín Lousteau, graduado en prestigiosas universidades de EE.UU., esté tan embarcado en complacer la equivocada senda elegida por el matrimonio Kirchner. Lousteau era visto como la persona que daría cierta racionalidad y modernidad a la conducción económica. El nuevo esquema mundial, con China e India demandando alimentos y materias primas, es una oportunidad única para países tan ricos en productos como Argentina, salvo si insisten en aferrarse a esquemas arcaicos de control estatal y proteccionismo. Mientras China se especializa en productos manufacturados que exporta, India ha optado por el área de los servicios y destaca en la alta tecnología computacional. Y ambos gigantes necesitan importar enormes cantidades de materias primas y productos agropecuarios. Pero los sucesivos gobiernos de Néstor y Cristina Kirchner no parecen tener en mente a Deng Xiaoping, sino a Perón, quien planteaba bajos precios artificiales para mantener contento al pueblo y compensar la ineficiencia de las industrias nacionales. Su lema era agrandar el Estado y proteger la industria, aunque no fuera competitiva. Pocos piensan hoy así. Pero todo indica que los Kirchner siguen admirando ese anticuado modelo de ganar votos con precios artificiales. Justo al revés de lo que conviene a Argentina: desarrollar una industria agropecuaria cada vez más competitiva. Los Kirchner parecen querer revivir también las prácticas del ex jefe de la Cepal Raúl Prebisch, otro argentino equivocado como Perón, que convenció a muchos latinoamericanos de aplicar un modelo proteccionista y de sustitución de importaciones, que mantuvo a la región por años en el atraso. El sistema de retenciones (impuestos) sobre las exportaciones agropecuarias lo inició el ex Presidente Duhalde para compensar la devaluación del peso, en un momento límite de Argentina. No hubo tanta resistencia del sector agrícola, porque se comprendía lo excepcional del momento. Pero después, el Presidente Kirchner aumentó el gasto público y lo financió con aún mayores impuestos a las exportaciones. Primero al trigo y la carne, y después vino el zarpazo a la soja, en la que se habían refugiado los productores agrícolas. Ambos gobiernos Kirchner han tratado de encubrir así una inflación muy superior a la reconocida oficialmente. Las centrales agropecuarias se han unido en protesta contra un gobierno que aumentó el gasto público en un 60% durante el 2007, y que quiere preservar el superávit con vetustos métodos.
Fuente: El Mercurio (Chile)
CÓMO NOS VA POR SER “VIVOS”.
CÓMO NOS VA POR SER “VIVOS”.
Por Alberto Asseff
Aunque lo disimulemos, todos alardeamos de nuestra "viveza". Algunos, hoscamente. Con chabacanería. Otros, más recatadamente. Con embozo. Empero, campea esa condición de que somos gente "viva". Ingeniosa, pero no tanto para innovar, solucionar, progresar, sino para transgredir, sacar ventaja, saltear reglas. Para acomodarse, trepando. Para sortear los pasos del mérito y de la carrera. Para ganar abruptamente, aun dejando a la vera del camino algunas cabezas y muchas sanas esperanzas de los congéneres.
Lo comprobamos en todos lados. Sea en la actividad laboral, sea en la calle, sea en un espectáculo, sea manipulando el Indec. Todavía no hemos sido capaces de instaurar la carrera administrativa en serio en la Administración pública. En los 2000 municipios se entra por influencia, amiguismo o liso y llano acomodo. Prácticamente lo mismo acaece en las 24 jurisdicciones federales y en el mismísimo Estado nacional. Ciertamente, casi por milagro, disponemos de jefes de departamento y sus equivalentes que saben de los arcanos burocráticos y tienen acreditado avezamiento. Pero la regla es que la mano amiga o influyente franquea el pórtico del Estado. El primer resultado es que la Administración es espantosamente pesada, ineficiente, nada servicial, muy distraída, irritantemente burocrática, mediocre, carente de iniciativa. Es, en síntesis, un sitio para vegetar con paga asegurada. Es la consecuencia de la "viveza" del acomodo como sistema. Análogamente, a pesar de los formales esfuerzos de los Consejos de la Magistratura, está plagado de jueces que arribaron por la mano mágica del amigo y no por el concurso de sapiencia y por el curriculum. El efecto es la Justicia que poseemos, con sus pasmosas morosidades y con su denunciada falta de vendas para fallar sin parcialidad y con absoluta ética. Hemos judicializado la calle como herramienta para obtener nuestros reclamos. El piquete es el nuevo juez sin nombramiento. Somos tan "vivos" que no permitimos que los otros vivan y trabajen en paz. Somos tan "vivos" que tenemos más médicos por habitantes que Suecia. Hay veinte por cuadra en el Barrio Norte porteño, pero ni uno en 100 km a la redonda en El Impenetrable o en la Puna. Padecemos de la cultura de la ilegalidad. Violar leyes es hasta un deporte aburrido a esta altura. La derivación devastadora es que nos saqueamos con total impunidad. La Justicia está abarrotada de procesos penales por hechos menores, pero los asuntos elefantescos gambetean la punición con habilidad mágica. O se llenan de fojas hasta alcanzar la meta de la prescripción -es decir el cese de la pretensión punitiva del Estado- o nunca llegan al expediente, diluyéndose por el arte del poder que todo lo logra. El ser quebrantadores de la ley nos inhabilita para conformar una convivencia elemental. Si dejamos todo librado al mercado es un viva la Pepa. Si intentamos regular las cosas, también. Otro resultado de nuestra viveza. Como somos “vivos” hemos traducido a letra muerta el mandato federal de nuestra Constitución. Hoy nuestro unitarismo real transforma a Rivadavia en un adalid del federalismo. Esa viveza obtiene el milagro de que se le saque a las provincias miles de millones de pesos y después se las “ayude” con anuncios desde el atril del Salón Blanco. Si partimos de nuestros ámbitos urbanos para gozar del oxígeno, del paisaje y de la novedad, compartiéndolo con la familia, corremos el riesgo cada vez más atormentante de que devenga en una tragedia. No sabemos si el vehículo que va a nuestro lado está técnicamente apto, ignoramos si el chofer del ómnibus o del camión se dio una festichola de alcohol y carne o si ha dormido lo suficiente. Como somos "vivos" todo esto es una lotería, no un orden establecido. Como somos "vivos" precisamente estamos embarullados en el desorden. No vaya a ser que se nos enrostre fascismo por aludir al orden. Los "vivos" prosperan en el berenjenal y en el barro, no en las reglas. Zonzos son los suecos o los suizos que tediosamente viven con arreglo a las normas. Nosotros somos "vivos". Por eso no hay paseo público ni patrimonio común que soporte a nosotros, los "vivos". Las langostas en banda tienen más respeto que una recua de "vivos" con botella y pizza en mano. Y algún aerosol para dejar la marca del paso por el espacio público. La posteridad deberá saber de nuestra "viva" presencia. Nuestra "viveza" nos ha conducido a reabrir el pasado en vez de dejar que entierre a sus muertos. Estos "vivos" del Sur estamos envueltos y revueltos por infaustos hechos de hace 35 años. Mientras, el futuro está ahí, incierto, sin labradores que lo vayan construyendo. Recreamos, seguramente por ser tan "vivos", los debates arcaicos de índole ideológica, esos que hasta Mongolia sepultó. De ahí el frenesí con el que nos aferramos a las antinomias. Hasta el punto de hacer de un chacarero un oligarca. Somos tan "avivados" que reprendemos verbalmente y castigamos al bolsillo de los creadores de riqueza y a los emprendedores en lugar de ponerles sólo el coto del bien general, pero siempre en el marco de estímulos. Así, los "vivos" hace tiempo que repartimos pobreza. En algún momento esta cultura de la "viveza" promovió un proceso aciago de deseducación. El que era el país más señorial del hemisferio sur por su educación se ha venido tribalizando. Lo que eran ciudadanos se van asemejando a turbas. Duele porque son nuestros hermanos argentinos. La política está saturada de "vivos". Lo mismo los sindicatos, el comercio, el deporte profesional. Todo. Así nos va. El amor a una camiseta puede amparar las negociaciones más espurias. La deslealtad comercial puede ser moneda corriente. La política y los sindicatos fuentes inagotables de riqueza sin la santidad del trabajo digno y lícito. Así, en lugar de servidores públicos, nos laceran codiciosos sin límites, dedicados a poner parches a los problemas colectivos y bienes en sus arcas personales. Como somos "vivos" no se nos ocurre planificar, con cierto sacrificio, algunas estrategias de mediano plazo, tales como un plan demográfico para evitar la desequilibrante concentración de la población en algunas áreas o, más ambicioso en sus miras, un verdadero programa de desarrollo integral. Los "vivos" sobreviven en el día a día. Es de "zonzos" pensar en el futuro. Que los que sobrevengan se las arreglen como puedan. Para eso está nuestro legado de "viveza", transmitido de generación en generación. El colofón es muy simple y conlleva un clamor: para poder vivir como colectivo nacional es hora de apearse definitivamente de ser "vivos". La esperanza esta en los millones de argentinos que viven sin ser “vivos”. Por ahora, los protagonistas casi monopólicos son los otros, los “vivos”. Los resultados de la "viveza" son demoledores. Es tiempo de experimentar el modo antitético, es decir vivir en la ley, el trabajo, el esfuerzo, el mérito y los valores. Nos va a ir muchísimo mejor.
Por Alberto Asseff
Aunque lo disimulemos, todos alardeamos de nuestra "viveza". Algunos, hoscamente. Con chabacanería. Otros, más recatadamente. Con embozo. Empero, campea esa condición de que somos gente "viva". Ingeniosa, pero no tanto para innovar, solucionar, progresar, sino para transgredir, sacar ventaja, saltear reglas. Para acomodarse, trepando. Para sortear los pasos del mérito y de la carrera. Para ganar abruptamente, aun dejando a la vera del camino algunas cabezas y muchas sanas esperanzas de los congéneres.
Lo comprobamos en todos lados. Sea en la actividad laboral, sea en la calle, sea en un espectáculo, sea manipulando el Indec. Todavía no hemos sido capaces de instaurar la carrera administrativa en serio en la Administración pública. En los 2000 municipios se entra por influencia, amiguismo o liso y llano acomodo. Prácticamente lo mismo acaece en las 24 jurisdicciones federales y en el mismísimo Estado nacional. Ciertamente, casi por milagro, disponemos de jefes de departamento y sus equivalentes que saben de los arcanos burocráticos y tienen acreditado avezamiento. Pero la regla es que la mano amiga o influyente franquea el pórtico del Estado. El primer resultado es que la Administración es espantosamente pesada, ineficiente, nada servicial, muy distraída, irritantemente burocrática, mediocre, carente de iniciativa. Es, en síntesis, un sitio para vegetar con paga asegurada. Es la consecuencia de la "viveza" del acomodo como sistema. Análogamente, a pesar de los formales esfuerzos de los Consejos de la Magistratura, está plagado de jueces que arribaron por la mano mágica del amigo y no por el concurso de sapiencia y por el curriculum. El efecto es la Justicia que poseemos, con sus pasmosas morosidades y con su denunciada falta de vendas para fallar sin parcialidad y con absoluta ética. Hemos judicializado la calle como herramienta para obtener nuestros reclamos. El piquete es el nuevo juez sin nombramiento. Somos tan "vivos" que no permitimos que los otros vivan y trabajen en paz. Somos tan "vivos" que tenemos más médicos por habitantes que Suecia. Hay veinte por cuadra en el Barrio Norte porteño, pero ni uno en 100 km a la redonda en El Impenetrable o en la Puna. Padecemos de la cultura de la ilegalidad. Violar leyes es hasta un deporte aburrido a esta altura. La derivación devastadora es que nos saqueamos con total impunidad. La Justicia está abarrotada de procesos penales por hechos menores, pero los asuntos elefantescos gambetean la punición con habilidad mágica. O se llenan de fojas hasta alcanzar la meta de la prescripción -es decir el cese de la pretensión punitiva del Estado- o nunca llegan al expediente, diluyéndose por el arte del poder que todo lo logra. El ser quebrantadores de la ley nos inhabilita para conformar una convivencia elemental. Si dejamos todo librado al mercado es un viva la Pepa. Si intentamos regular las cosas, también. Otro resultado de nuestra viveza. Como somos “vivos” hemos traducido a letra muerta el mandato federal de nuestra Constitución. Hoy nuestro unitarismo real transforma a Rivadavia en un adalid del federalismo. Esa viveza obtiene el milagro de que se le saque a las provincias miles de millones de pesos y después se las “ayude” con anuncios desde el atril del Salón Blanco. Si partimos de nuestros ámbitos urbanos para gozar del oxígeno, del paisaje y de la novedad, compartiéndolo con la familia, corremos el riesgo cada vez más atormentante de que devenga en una tragedia. No sabemos si el vehículo que va a nuestro lado está técnicamente apto, ignoramos si el chofer del ómnibus o del camión se dio una festichola de alcohol y carne o si ha dormido lo suficiente. Como somos "vivos" todo esto es una lotería, no un orden establecido. Como somos "vivos" precisamente estamos embarullados en el desorden. No vaya a ser que se nos enrostre fascismo por aludir al orden. Los "vivos" prosperan en el berenjenal y en el barro, no en las reglas. Zonzos son los suecos o los suizos que tediosamente viven con arreglo a las normas. Nosotros somos "vivos". Por eso no hay paseo público ni patrimonio común que soporte a nosotros, los "vivos". Las langostas en banda tienen más respeto que una recua de "vivos" con botella y pizza en mano. Y algún aerosol para dejar la marca del paso por el espacio público. La posteridad deberá saber de nuestra "viva" presencia. Nuestra "viveza" nos ha conducido a reabrir el pasado en vez de dejar que entierre a sus muertos. Estos "vivos" del Sur estamos envueltos y revueltos por infaustos hechos de hace 35 años. Mientras, el futuro está ahí, incierto, sin labradores que lo vayan construyendo. Recreamos, seguramente por ser tan "vivos", los debates arcaicos de índole ideológica, esos que hasta Mongolia sepultó. De ahí el frenesí con el que nos aferramos a las antinomias. Hasta el punto de hacer de un chacarero un oligarca. Somos tan "avivados" que reprendemos verbalmente y castigamos al bolsillo de los creadores de riqueza y a los emprendedores en lugar de ponerles sólo el coto del bien general, pero siempre en el marco de estímulos. Así, los "vivos" hace tiempo que repartimos pobreza. En algún momento esta cultura de la "viveza" promovió un proceso aciago de deseducación. El que era el país más señorial del hemisferio sur por su educación se ha venido tribalizando. Lo que eran ciudadanos se van asemejando a turbas. Duele porque son nuestros hermanos argentinos. La política está saturada de "vivos". Lo mismo los sindicatos, el comercio, el deporte profesional. Todo. Así nos va. El amor a una camiseta puede amparar las negociaciones más espurias. La deslealtad comercial puede ser moneda corriente. La política y los sindicatos fuentes inagotables de riqueza sin la santidad del trabajo digno y lícito. Así, en lugar de servidores públicos, nos laceran codiciosos sin límites, dedicados a poner parches a los problemas colectivos y bienes en sus arcas personales. Como somos "vivos" no se nos ocurre planificar, con cierto sacrificio, algunas estrategias de mediano plazo, tales como un plan demográfico para evitar la desequilibrante concentración de la población en algunas áreas o, más ambicioso en sus miras, un verdadero programa de desarrollo integral. Los "vivos" sobreviven en el día a día. Es de "zonzos" pensar en el futuro. Que los que sobrevengan se las arreglen como puedan. Para eso está nuestro legado de "viveza", transmitido de generación en generación. El colofón es muy simple y conlleva un clamor: para poder vivir como colectivo nacional es hora de apearse definitivamente de ser "vivos". La esperanza esta en los millones de argentinos que viven sin ser “vivos”. Por ahora, los protagonistas casi monopólicos son los otros, los “vivos”. Los resultados de la "viveza" son demoledores. Es tiempo de experimentar el modo antitético, es decir vivir en la ley, el trabajo, el esfuerzo, el mérito y los valores. Nos va a ir muchísimo mejor.
viernes, 28 de marzo de 2008
El Gobierno de la Ineficiencia
EL GOBIERNO DE LA INEFICIENCIA
Ciudad Autónoma de Buenos Aires Marzo de 2008
Sra. Presidenta de la Nación Cristina Fernández de Kirchner:
S---------------------/----------------------D
Señora Presidenta, me dirijo a Ud.. con el fin de manifestarle mi rechazo (Similar al de un sector importante de los argentinos) a muchas medidas, adoptadas por funcionarios en gestión-, por considerar que muchas de ellas son contrarias- al beneficio y los intereses de la ciudadanía. La violación de los derechos más elementales de los ciudadanos, es, en nuestros días, la regla. Ya no llama la atención y casi pareciera no provocar malestar ni sorpresa-¿debemos los argentinos entender que sólo cabe la resignación ante los abusos, mentiras e incumplimiento de los funcionarios y del gobierno en general??? El pago de los impuestos, en los países civilizados-ES- un contrato entre la ciudadanía y los gobernantes. Pagar, es una responsabilidad ineludible para todos los ciudadanos, es que se trata en concreto de una cuestión de índole moral que convierte a quien elude esta obligación en un individuo marginal, casi un ser despreciable, pero para quien cumple lo convierte en acreedor a los servicios de educación, salud, justicia, seguridad y todo lo inherente a la —cumplida y merecida— seguridad social. En nuestro país, en cambio, la recaudación impositiva, es PARTE DEL BOTÍN ELECTORAL, quien domina un territorio, busca al mejor recaudador, emplea los métodos que cree más efectivos así se tenga que llegar a la extorsión o a medidas anticonstitucionales para someter a quien no se deje estafar. (Santiago Montoya moroso incobrable con deuda de más de u$d. 300.000 al Banco de la Provincia de Buenos Aires ). Seguramente, Ud. entenderá que estoy abogando por los evasores, nada más lejano a la realidad, simplemente, quiero decir que nadie puede exigir comportamientos éticos y morales cuando desde el mismísimo poder conferido a nuestros “representantes” para gobernar, administrar el patrimonio y las vidas de todos los argentinos, se actúa con inmoralidad, excesos, desprejuicio y el abuso en forma cotidiana. El derecho a recaudar, viene acompañado de obligaciones, se trata de un contrato implícito como manifestara “ut supra”. El ciudadano paga sus impuestos; el Estado, provee al ciudadano de los servicios esenciales para el desarrollo de una vida en sociedad: SALUD, EDUCACIÓN, SEGURIDAD, JUSTICIA, Y LA ASISTENCIA SOCIAL NECESARIA. El incumplimiento total o parcial de un contrato en la actividad privada, este delito, se caratula como INCUMPLIMIENTO DE CONTRATO y está penado por la ley. La reiteración de este delito, es DEFRAUDACIÓN. Si entiendo que la educación estatal —ha llegado a ser— pésima, ¿debo educar a mi hijo en colegios privado? Si la salud de mi familia y la mía propia no pueden ser resguardadas por el sistema estatal ¿debo inexorablemente recurrir al sistema de salud privado? ...Capítulo aparte merece el tema de la justicia, no puedo reemplazar a la justicia por un servicio privado, precisamente (Valga la paradoja) porque un vasto sector de los argentinos hace años que vivimos privados de la justicia, en estado de absoluta indefensión jurídica e inseguridad pública o Sea en un Mercado del Conflicto-. ¿Debemos resignarnos y admitir que no nos corresponde? entonces la pregunta natural que cada argentino se hace es: ¿Para que pago mis impuestos?
Sra. Presidente, su discurso del martes 25 de Marzo dejó al descubierto muchas falencias , de su gabinete y propias, errores de todo tipo, y calibre, con una soberbia poco recomendable en un momento tan delicado y mucho menos para un gobernante que se presume democrático. Habla de no dejarse extorsionar y manda los “Camisas Negras del subdesarrollo” para ser más claros, sus milicias populares pagadas con los dineros de todos los argentinos a golpear a vecinos auto convocados sin organización alguna y en actitud totalmente legítima aunque a Ud. no le guste, ni le convenga, son las reglas de juego de la democracia y Ud. es la primera en no respetarlas, las imágenes de nuestro país que hoy está conociendo el mundo entero, reflejan una realidad que hasta hoy la prensa corrupta, silenciada a fuerza de dádivas, ocultaba, hoy, el planeta entero incorpora a nuestro país, como uno de los lugares donde no se puede invertir, ni vivir, hoy Sra. Presidente, sus “Ángeles Protectores” y Ud. misma terminaron de instalarnos entre las republiquetas indignas del respeto y la consideración de los países civilizados. Además de sentir vergüenza ajena por la prepotencia de su discurso , ver luego la imagen de Luis D’Elía asegurando que los vecinos lo habían golpeado, roto la camisa, y no les permitían pasar a ellos que venían pacíficamente, fue indignante, acusó a la gente allí auto convocada de ser los dueños de grandes extensiones de tierra y tratarse de la oligarquía argentina que estaba en la Plaza de Mayo intentando dar un golpe de estado. Algo similar a la toma de la Comisaría 26 , el mundo contra los pobres piqueteros. Sra. Presidenta, Ud. repudia y con válida razón a las “Triple A” que funcionaban bajo el amparo de un gobierno democrático, presidido por una mujer la Sra. María Estela Martínez de Perón, trate Ud. de no repetir aquella desgraciada experiencia. Se sabe con certeza, que el nombrado D’Elía lidera una fuerza de más de 300 hombres que posee armamento de guerra, con las correspondientes portaciones otorgadas por el RENAR, y que en éste momento, como quedó evidenciado, son su fuerza de choque, los hechos de violencia de éste grupo de tarea, podrían ser el inicio de un tipo de “TERRORISMO DE ESTADO” recuerde también, que en la década del 70 , antes del golpe del 24 de Marzo de 1976 los “Jóvenes idealistas” tenían en su haber más de 1200 muertes secuestros y torturas, a mi entender, aquella orgía de sangre fue el principal motivo que disparó aquella represión que hoy repudiamos todos los argentinos. Con vuestra actitud de intolerancia y provocación constante, sólo va a lograr reeditar aquella guerra civil. La compra sistemática por el poder político, a través de muy distintos medios de extorsión, prebendas y amenazas para sumir a los miembros del poder judicial . La sumisión del sistema judicial de nuestro país es inédita en un período promocionado hasta el hartazgo como democrático. La capitulación de jueces y fiscales ante los apremios de la clase dirigente llega a ser alarmante, si bien éste problema es de larga data y no comienza con la “Era Kirchner”, fue en este período cuando se acrecentó el sometimiento. La seguridad de los argentinos, hace rato que está seriamente vulnerada. Las causas son varias, pero la clase política no se hace cargo de su responsabilidad en el tema. Desde el principio de la “Era K”el “exceso de garantizmo”, sumado a la denigración continua y sistemática- a todos los integrantes de fuerzas armadas y de seguridad sigue profundizando la desintegración institucional y social argentina aumentando a términos insoportables la pérdida de identidad y soberanía individual, de grupo y nacional. Se nota claramente la intención de instalar la idea de que “todos somos responsables” de la situación, esa mentira, está acompañada de una prédica ideológica que pretende hacernos creer que los responsables de la degradación de nuestra sociedad, es culpa de todos los argentinos, -en la jerga ya instalada se llama Política de la inclusión y Política del Reflejo- pretendiendo a su vez exculpar a quienes desde hace años, con su corrupción, desaciertos y permisividad a problemas tan graves como la droga -y el delito institucional económico-, nos –llevó a la pérdida- y degradación- de generaciones enteras. Vuestra prepotencia, con una marcada negación de justicia, está llevando a la sociedad Argentina a límites y conductas “sin retorno” hacia una balcanización de la cual ustedes, políticos en funciones son los únicos culpables. Reemplazar el diálogo y la negociación por los atropellos que comete día a día su funcionario estrella Guillermo Moreno, nos aleja cada vez más de las soluciones reales. Los “acuerdos” logrados por vía de la extorsión, sólo sirvieron para el anuncio periodístico: casi nadie pudo comprar a los precios publicitados, con el agravante de que los consumidores pagamos las consecuencias de las “revanchas empresariales” motivo principal del desabastecimiento y aumento de precios desmedidos. La muestra más clara es el “Paro Agropecuario” que padecemos en nuestros días. Es injusto tratar de esquilmar a quienes por generaciones enteras se sacrificaron para lograr lo que tienen; cuando el sector pasó malos momentos, sequías, granizo o pestes que los arruinó económicamente, el estado siempre estuvo ausente, nadie –se solidarizó con ellos. Hoy, porque atraviesan un buen momento, contrariamente a los países civilizados que subsidian su agro, “nuestro” gobierno, cual sanguijuela, pretende castigarlos aplicándoles los impuestos más confiscatorios del planeta. Señora Presidenta; no se puede llevar adelante un país con la prepotencia como método y la extorsión como principal herramienta.. El hecho concreto de tener la mayoría en ambas cámaras legislativas, que además compiten en subordinación con el poder judicial, si bien sirve para facilitar la gestión de su gobierno, es inmoral , usarlo como herramienta para legalizar lo ilegítimo (Superpoderes ), no es bueno para la ciudadanía, espero que entienda Ud. que esto no es lo más digno ni justo para ningún sistema de gobierno Republicano y Democrático. Como podrá apreciar Sra. Presidenta, con el largo tiempo transcurrido desde la toma del control absoluto del oficialismo también en el Consejo de la Magistratura, no existe motivo alguno para alimentar la mínima esperanza de mejora, tanto en el plano moral como en el judicial. Sobre todo si se analiza la situación actual de nuestro sistema judicial, que por su corrupción estructural y sometimiento al Poder Ejecutivo se encuentra ubicado en segundo lugar entre países los de habla Hispana siendo superado en corrupción solo por Ecuador según estudios realizados por organismos internacionales, y aceptado en silencio por los mismos magistrados de nuestro país . Quien no se somete a la justicia y no cree en ella, no está facultado ni es digno de impartirla, sin embargo, el Dr. Norberto Oyarbide, con varias causas graves sin aclarar, habiendo estado en rebeldía, tiene en sus indignas manos, la facultad de “perdonar o condenar” según el mandato político para con amigos o adversarios. conferida por políticos tan corruptos como él que lo rescataron de un juicio político que con seguridad lo hubiera enviado a la cárcel. Quizás, desde su investidura, Sra. Presidente, pueda juzgar que la presente no sea adecuada e incluso, un tanto atrevida e impertinente, tratando de no ser irrespetuoso Sra. Le recuerdo que el respeto, al igual que el desprecio, se cimientan desde el ejemplo, por eso, quienes como Ud. han ganado legítimamente el derecho a gobernarnos, tienen forzosamente que aceptar tanto los privilegios como las obligaciones propios de la investidura que ostentan, los primeros, los usufructúan en toda su plenitud, pero en las obligaciones existen fallas muy importantes además de las ya mencionadas, como el manejo indiscriminado y sometimiento de los poderes legislativos y judicial, podemos agregar el engaño a la ciudadanía Ejemplo: El ex Presidente Néstor Kirchner aseguró a la ciudadanía que ya habían sido repatriados y se encontraban en el país los polémicos Fondos de la Provincia de Santa Cruz, los argentinos hace unos días nos enteramos que el ex Presidente nos mintió nos engañó con el consenso de todo su entorno y que Ud. Sra. Presidente como esposa, referente y sucesora política lo acompañó en su mentira , porque convengamos que por su cercanía no podía Ud. de ninguna manera ignorar que se nos estaba mintiendo. De la falta de consideración y las falsedades en las que incurre este gobierno, podríamos escribir un tratado, pero sólo voy a referirme al INDEC y la manipulación de los índices inflacionarios, si bien es obligación, darlos a conocer mensualmente, por una cuestión de respeto a la ciudadanía, no se debería anunciar con bombos y platillos índices del 0,5 % mensual, mientras padecemos una inflación que no nos permite y me refiero a TODOS los ciudadanos que trabajamos en la Argentina- tener una mesa digna. Para un pueblo es muy duro ser sometido, pero lo es mucho más, si a través del engaño, se le falta la consideración a la inteligencia y se pretende tomar a todos por tontos. Señora Presidenta con la presente quiero peticionar a Ud. el cese de las intromisiones y las presiones de los políticos de su órbita, en los trámites de causas judiciales, sobre todo las referidas a hechos de corrupción, lo cual resulta más que evidente. También, solicito a Ud. que terminen de ocultar como secreto de estado información y documentación que son de sumo interés e indispensables para otorgar transparencia y seguridad, a los actos de gobierno, por ejemplo no puede continuar siendo un secreto quienes fueron indemnizados por sufrir exilio o pérdida de familiares durante la última dictadura , por la sencilla razón que se los indemnizó con fondos públicos y existen casos puntuales sobre los que pesan serias dudas de legitimidad. De similar tratamiento debería ser toda la información concerniente a las declaraciones juradas como también lo referido a la formación profesional o cualquier estudio o capacitación, no debería ser un misterio que permita albergar la menor duda acerca de la validez del título que se obtuvo legalmente, tanto para un dirigente político como el del médico que cuida mi salud o el ingeniero que construye el edificio que alojará mi familia y está comprobado, que el único documento que verdaderamente legitima en forma fehaciente es el certificado analítico, ya que existen sobradas pruebas sobre el otorgamiento de títulos que si bien son de factura legal, son ilegítimos por haber sido concedido en forma irregular. En su caso personal, me enteré que un periodista llamado Christian Sanz, intentó averiguar sobre sus estudios y el otorgamiento del título de abogada en la Universidad de La Plata y se encontró con todo tipo de negativas de parte de los directivos de dicha casa de estudios, preservan como si se tratara de un secreto de estado, algo que tendría que estar al alcance de cualquier ciudadano que lo requiriera. Este periodista, inició un trámite judicial para conocer los detalles de sus estudios en la carrera de abogacía, la causa tramita (casualmente ) en el Juzgado Federal Nª 5 del Dr Norberto Oyarbide, entiéndase que a cargo de la investigación está el juez ( Como manifestara con anterioridad) con menos autoridad moral de la muy depreciada justicia argentina, quien pretendió archivar el expediente, negando en todo momento cualquier posibilidad a la parte denunciante. Hoy el expediente, duerme el sueño de los justos en la sala 1ª de la cámara de apelaciones, y “el rumor”,” insinuación de ilegitimidad y de título profesional”, etc. hoy es corroborado por la falta del honorífico Dra. que sin distinciones hacen los medios de comunicación al referirse a Usted como: “Cristina·”, “Sra. Presidente”, etc. SIN el honorífico que identifica a los egresados de las facultades de derecho y que indefectiblemente todo otro Presidente Argentino ha llevado por derecho propio e investidura. Sra. Presidente, sería de gran utilidad, para aventar cualquier rumor malintencionado que Ud. personalmente ordenara la publicación en Internet a manera de declaración jurada de cuanto dato se requiera de su persona, todo aquello que fuera de interés público o que pudiera incidir en la acción de gobierno, siempre sin llegar a afectar su intimidad. Igual medida deberían adoptar todos los funcionarios con poder de decisión, que tienen en sus manos el manejo de la cosa pública, de los cuales se conoce muy poco y sus disposiciones son gravitantes en nuestras vidas, no se trata de una chicana política, sino de poder ejercer el derecho ciudadano tan elemental como el de conocer mejor a quienes nos gobiernan. Sin otro particular saludo a Usted con mi consideración más distinguida.
Carlos Alberto Morán Hidalgo
DNI 7.836.240
Ciudad Autónoma de Buenos Aires Marzo de 2008
Sra. Presidenta de la Nación Cristina Fernández de Kirchner:
S---------------------/----------------------D
Señora Presidenta, me dirijo a Ud.. con el fin de manifestarle mi rechazo (Similar al de un sector importante de los argentinos) a muchas medidas, adoptadas por funcionarios en gestión-, por considerar que muchas de ellas son contrarias- al beneficio y los intereses de la ciudadanía. La violación de los derechos más elementales de los ciudadanos, es, en nuestros días, la regla. Ya no llama la atención y casi pareciera no provocar malestar ni sorpresa-¿debemos los argentinos entender que sólo cabe la resignación ante los abusos, mentiras e incumplimiento de los funcionarios y del gobierno en general??? El pago de los impuestos, en los países civilizados-ES- un contrato entre la ciudadanía y los gobernantes. Pagar, es una responsabilidad ineludible para todos los ciudadanos, es que se trata en concreto de una cuestión de índole moral que convierte a quien elude esta obligación en un individuo marginal, casi un ser despreciable, pero para quien cumple lo convierte en acreedor a los servicios de educación, salud, justicia, seguridad y todo lo inherente a la —cumplida y merecida— seguridad social. En nuestro país, en cambio, la recaudación impositiva, es PARTE DEL BOTÍN ELECTORAL, quien domina un territorio, busca al mejor recaudador, emplea los métodos que cree más efectivos así se tenga que llegar a la extorsión o a medidas anticonstitucionales para someter a quien no se deje estafar. (Santiago Montoya moroso incobrable con deuda de más de u$d. 300.000 al Banco de la Provincia de Buenos Aires ). Seguramente, Ud. entenderá que estoy abogando por los evasores, nada más lejano a la realidad, simplemente, quiero decir que nadie puede exigir comportamientos éticos y morales cuando desde el mismísimo poder conferido a nuestros “representantes” para gobernar, administrar el patrimonio y las vidas de todos los argentinos, se actúa con inmoralidad, excesos, desprejuicio y el abuso en forma cotidiana. El derecho a recaudar, viene acompañado de obligaciones, se trata de un contrato implícito como manifestara “ut supra”. El ciudadano paga sus impuestos; el Estado, provee al ciudadano de los servicios esenciales para el desarrollo de una vida en sociedad: SALUD, EDUCACIÓN, SEGURIDAD, JUSTICIA, Y LA ASISTENCIA SOCIAL NECESARIA. El incumplimiento total o parcial de un contrato en la actividad privada, este delito, se caratula como INCUMPLIMIENTO DE CONTRATO y está penado por la ley. La reiteración de este delito, es DEFRAUDACIÓN. Si entiendo que la educación estatal —ha llegado a ser— pésima, ¿debo educar a mi hijo en colegios privado? Si la salud de mi familia y la mía propia no pueden ser resguardadas por el sistema estatal ¿debo inexorablemente recurrir al sistema de salud privado? ...Capítulo aparte merece el tema de la justicia, no puedo reemplazar a la justicia por un servicio privado, precisamente (Valga la paradoja) porque un vasto sector de los argentinos hace años que vivimos privados de la justicia, en estado de absoluta indefensión jurídica e inseguridad pública o Sea en un Mercado del Conflicto-. ¿Debemos resignarnos y admitir que no nos corresponde? entonces la pregunta natural que cada argentino se hace es: ¿Para que pago mis impuestos?
Sra. Presidente, su discurso del martes 25 de Marzo dejó al descubierto muchas falencias , de su gabinete y propias, errores de todo tipo, y calibre, con una soberbia poco recomendable en un momento tan delicado y mucho menos para un gobernante que se presume democrático. Habla de no dejarse extorsionar y manda los “Camisas Negras del subdesarrollo” para ser más claros, sus milicias populares pagadas con los dineros de todos los argentinos a golpear a vecinos auto convocados sin organización alguna y en actitud totalmente legítima aunque a Ud. no le guste, ni le convenga, son las reglas de juego de la democracia y Ud. es la primera en no respetarlas, las imágenes de nuestro país que hoy está conociendo el mundo entero, reflejan una realidad que hasta hoy la prensa corrupta, silenciada a fuerza de dádivas, ocultaba, hoy, el planeta entero incorpora a nuestro país, como uno de los lugares donde no se puede invertir, ni vivir, hoy Sra. Presidente, sus “Ángeles Protectores” y Ud. misma terminaron de instalarnos entre las republiquetas indignas del respeto y la consideración de los países civilizados. Además de sentir vergüenza ajena por la prepotencia de su discurso , ver luego la imagen de Luis D’Elía asegurando que los vecinos lo habían golpeado, roto la camisa, y no les permitían pasar a ellos que venían pacíficamente, fue indignante, acusó a la gente allí auto convocada de ser los dueños de grandes extensiones de tierra y tratarse de la oligarquía argentina que estaba en la Plaza de Mayo intentando dar un golpe de estado. Algo similar a la toma de la Comisaría 26 , el mundo contra los pobres piqueteros. Sra. Presidenta, Ud. repudia y con válida razón a las “Triple A” que funcionaban bajo el amparo de un gobierno democrático, presidido por una mujer la Sra. María Estela Martínez de Perón, trate Ud. de no repetir aquella desgraciada experiencia. Se sabe con certeza, que el nombrado D’Elía lidera una fuerza de más de 300 hombres que posee armamento de guerra, con las correspondientes portaciones otorgadas por el RENAR, y que en éste momento, como quedó evidenciado, son su fuerza de choque, los hechos de violencia de éste grupo de tarea, podrían ser el inicio de un tipo de “TERRORISMO DE ESTADO” recuerde también, que en la década del 70 , antes del golpe del 24 de Marzo de 1976 los “Jóvenes idealistas” tenían en su haber más de 1200 muertes secuestros y torturas, a mi entender, aquella orgía de sangre fue el principal motivo que disparó aquella represión que hoy repudiamos todos los argentinos. Con vuestra actitud de intolerancia y provocación constante, sólo va a lograr reeditar aquella guerra civil. La compra sistemática por el poder político, a través de muy distintos medios de extorsión, prebendas y amenazas para sumir a los miembros del poder judicial . La sumisión del sistema judicial de nuestro país es inédita en un período promocionado hasta el hartazgo como democrático. La capitulación de jueces y fiscales ante los apremios de la clase dirigente llega a ser alarmante, si bien éste problema es de larga data y no comienza con la “Era Kirchner”, fue en este período cuando se acrecentó el sometimiento. La seguridad de los argentinos, hace rato que está seriamente vulnerada. Las causas son varias, pero la clase política no se hace cargo de su responsabilidad en el tema. Desde el principio de la “Era K”el “exceso de garantizmo”, sumado a la denigración continua y sistemática- a todos los integrantes de fuerzas armadas y de seguridad sigue profundizando la desintegración institucional y social argentina aumentando a términos insoportables la pérdida de identidad y soberanía individual, de grupo y nacional. Se nota claramente la intención de instalar la idea de que “todos somos responsables” de la situación, esa mentira, está acompañada de una prédica ideológica que pretende hacernos creer que los responsables de la degradación de nuestra sociedad, es culpa de todos los argentinos, -en la jerga ya instalada se llama Política de la inclusión y Política del Reflejo- pretendiendo a su vez exculpar a quienes desde hace años, con su corrupción, desaciertos y permisividad a problemas tan graves como la droga -y el delito institucional económico-, nos –llevó a la pérdida- y degradación- de generaciones enteras. Vuestra prepotencia, con una marcada negación de justicia, está llevando a la sociedad Argentina a límites y conductas “sin retorno” hacia una balcanización de la cual ustedes, políticos en funciones son los únicos culpables. Reemplazar el diálogo y la negociación por los atropellos que comete día a día su funcionario estrella Guillermo Moreno, nos aleja cada vez más de las soluciones reales. Los “acuerdos” logrados por vía de la extorsión, sólo sirvieron para el anuncio periodístico: casi nadie pudo comprar a los precios publicitados, con el agravante de que los consumidores pagamos las consecuencias de las “revanchas empresariales” motivo principal del desabastecimiento y aumento de precios desmedidos. La muestra más clara es el “Paro Agropecuario” que padecemos en nuestros días. Es injusto tratar de esquilmar a quienes por generaciones enteras se sacrificaron para lograr lo que tienen; cuando el sector pasó malos momentos, sequías, granizo o pestes que los arruinó económicamente, el estado siempre estuvo ausente, nadie –se solidarizó con ellos. Hoy, porque atraviesan un buen momento, contrariamente a los países civilizados que subsidian su agro, “nuestro” gobierno, cual sanguijuela, pretende castigarlos aplicándoles los impuestos más confiscatorios del planeta. Señora Presidenta; no se puede llevar adelante un país con la prepotencia como método y la extorsión como principal herramienta.. El hecho concreto de tener la mayoría en ambas cámaras legislativas, que además compiten en subordinación con el poder judicial, si bien sirve para facilitar la gestión de su gobierno, es inmoral , usarlo como herramienta para legalizar lo ilegítimo (Superpoderes ), no es bueno para la ciudadanía, espero que entienda Ud. que esto no es lo más digno ni justo para ningún sistema de gobierno Republicano y Democrático. Como podrá apreciar Sra. Presidenta, con el largo tiempo transcurrido desde la toma del control absoluto del oficialismo también en el Consejo de la Magistratura, no existe motivo alguno para alimentar la mínima esperanza de mejora, tanto en el plano moral como en el judicial. Sobre todo si se analiza la situación actual de nuestro sistema judicial, que por su corrupción estructural y sometimiento al Poder Ejecutivo se encuentra ubicado en segundo lugar entre países los de habla Hispana siendo superado en corrupción solo por Ecuador según estudios realizados por organismos internacionales, y aceptado en silencio por los mismos magistrados de nuestro país . Quien no se somete a la justicia y no cree en ella, no está facultado ni es digno de impartirla, sin embargo, el Dr. Norberto Oyarbide, con varias causas graves sin aclarar, habiendo estado en rebeldía, tiene en sus indignas manos, la facultad de “perdonar o condenar” según el mandato político para con amigos o adversarios. conferida por políticos tan corruptos como él que lo rescataron de un juicio político que con seguridad lo hubiera enviado a la cárcel. Quizás, desde su investidura, Sra. Presidente, pueda juzgar que la presente no sea adecuada e incluso, un tanto atrevida e impertinente, tratando de no ser irrespetuoso Sra. Le recuerdo que el respeto, al igual que el desprecio, se cimientan desde el ejemplo, por eso, quienes como Ud. han ganado legítimamente el derecho a gobernarnos, tienen forzosamente que aceptar tanto los privilegios como las obligaciones propios de la investidura que ostentan, los primeros, los usufructúan en toda su plenitud, pero en las obligaciones existen fallas muy importantes además de las ya mencionadas, como el manejo indiscriminado y sometimiento de los poderes legislativos y judicial, podemos agregar el engaño a la ciudadanía Ejemplo: El ex Presidente Néstor Kirchner aseguró a la ciudadanía que ya habían sido repatriados y se encontraban en el país los polémicos Fondos de la Provincia de Santa Cruz, los argentinos hace unos días nos enteramos que el ex Presidente nos mintió nos engañó con el consenso de todo su entorno y que Ud. Sra. Presidente como esposa, referente y sucesora política lo acompañó en su mentira , porque convengamos que por su cercanía no podía Ud. de ninguna manera ignorar que se nos estaba mintiendo. De la falta de consideración y las falsedades en las que incurre este gobierno, podríamos escribir un tratado, pero sólo voy a referirme al INDEC y la manipulación de los índices inflacionarios, si bien es obligación, darlos a conocer mensualmente, por una cuestión de respeto a la ciudadanía, no se debería anunciar con bombos y platillos índices del 0,5 % mensual, mientras padecemos una inflación que no nos permite y me refiero a TODOS los ciudadanos que trabajamos en la Argentina- tener una mesa digna. Para un pueblo es muy duro ser sometido, pero lo es mucho más, si a través del engaño, se le falta la consideración a la inteligencia y se pretende tomar a todos por tontos. Señora Presidenta con la presente quiero peticionar a Ud. el cese de las intromisiones y las presiones de los políticos de su órbita, en los trámites de causas judiciales, sobre todo las referidas a hechos de corrupción, lo cual resulta más que evidente. También, solicito a Ud. que terminen de ocultar como secreto de estado información y documentación que son de sumo interés e indispensables para otorgar transparencia y seguridad, a los actos de gobierno, por ejemplo no puede continuar siendo un secreto quienes fueron indemnizados por sufrir exilio o pérdida de familiares durante la última dictadura , por la sencilla razón que se los indemnizó con fondos públicos y existen casos puntuales sobre los que pesan serias dudas de legitimidad. De similar tratamiento debería ser toda la información concerniente a las declaraciones juradas como también lo referido a la formación profesional o cualquier estudio o capacitación, no debería ser un misterio que permita albergar la menor duda acerca de la validez del título que se obtuvo legalmente, tanto para un dirigente político como el del médico que cuida mi salud o el ingeniero que construye el edificio que alojará mi familia y está comprobado, que el único documento que verdaderamente legitima en forma fehaciente es el certificado analítico, ya que existen sobradas pruebas sobre el otorgamiento de títulos que si bien son de factura legal, son ilegítimos por haber sido concedido en forma irregular. En su caso personal, me enteré que un periodista llamado Christian Sanz, intentó averiguar sobre sus estudios y el otorgamiento del título de abogada en la Universidad de La Plata y se encontró con todo tipo de negativas de parte de los directivos de dicha casa de estudios, preservan como si se tratara de un secreto de estado, algo que tendría que estar al alcance de cualquier ciudadano que lo requiriera. Este periodista, inició un trámite judicial para conocer los detalles de sus estudios en la carrera de abogacía, la causa tramita (casualmente ) en el Juzgado Federal Nª 5 del Dr Norberto Oyarbide, entiéndase que a cargo de la investigación está el juez ( Como manifestara con anterioridad) con menos autoridad moral de la muy depreciada justicia argentina, quien pretendió archivar el expediente, negando en todo momento cualquier posibilidad a la parte denunciante. Hoy el expediente, duerme el sueño de los justos en la sala 1ª de la cámara de apelaciones, y “el rumor”,” insinuación de ilegitimidad y de título profesional”, etc. hoy es corroborado por la falta del honorífico Dra. que sin distinciones hacen los medios de comunicación al referirse a Usted como: “Cristina·”, “Sra. Presidente”, etc. SIN el honorífico que identifica a los egresados de las facultades de derecho y que indefectiblemente todo otro Presidente Argentino ha llevado por derecho propio e investidura. Sra. Presidente, sería de gran utilidad, para aventar cualquier rumor malintencionado que Ud. personalmente ordenara la publicación en Internet a manera de declaración jurada de cuanto dato se requiera de su persona, todo aquello que fuera de interés público o que pudiera incidir en la acción de gobierno, siempre sin llegar a afectar su intimidad. Igual medida deberían adoptar todos los funcionarios con poder de decisión, que tienen en sus manos el manejo de la cosa pública, de los cuales se conoce muy poco y sus disposiciones son gravitantes en nuestras vidas, no se trata de una chicana política, sino de poder ejercer el derecho ciudadano tan elemental como el de conocer mejor a quienes nos gobiernan. Sin otro particular saludo a Usted con mi consideración más distinguida.
Carlos Alberto Morán Hidalgo
DNI 7.836.240
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