martes, 1 de abril de 2008

¿Será el campo a Cristina, lo que la Iglesia fue a Perón?

Por Ignacio Fidanza

A veces son los datos menores, en los márgenes, los que mejor grafican un momento político. Hoy en el fárrago de la pelea y el campo, el histórico dirigente peronista Julio Bárbaro renunció a la presidencia del Comfer –como anticipó este medio-, y lo más llamativo, rechazó una embajada en Roma con el siguiente argumento: “Los dialoguistas no podemos seguir siendo parte de esta política”, le dijo a Perfil.

Julio Bárbaro podría ser el símbolo del principio de la decadencia kirchnerista, que por esa cosa trágica y cíclica del peronismo, frustra las oportunidades de progreso del país que el mismo movimiento crea. Una pulsión por extremar las contradicciones y crear dilemas políticos a todo o nada, donde sólo habitaban problemas –serios-, pero solucionables con prudencia y humildad.

Una peronista de ley, impactada por la renuncia de Bárbaro, recordó: “Julio puede ser para Cristina lo que fue Antonio Cafiero para Perón”. En su momento, el veterano dirigente no quiso acompañar al fundador del peronismo en su estéril confrontación con la Iglesia. Se trató entonces como ahora, de una escalada fogoneada desde el poder, un conflicto innecesario, que sólo sirvió para aislar al Gobierno y divorciarlo de las clases medias.

Kirchner, es el problema

El motor de esta peligrosa dinámica es Néstor Kirchner que por estas horas ajusta los detalles del acto de Plaza de Mayo. Una iniciativa que no suma nada y preocupa seriamente a los actores más racionales del peronismo –Daniel Scioli, por ejemplo-, y que sólo servirá para reforzar la desgastante asociación del gobierno con personajes como Luis D´Elía y Hugo Moyano.

La presión desde lo más alto del poder, llevó a los operadores del gobierno a presionar a todo el arco político y empresario para que asistieran al Salón Blanco a escuchar a la Presidenta. Algo está fallando cuando los dirigentes sienten una invitación de la Presidencia como una carga. Misma incomodidad que asaltó a los gobernadores a quienes les pidieron un mínimo de tres micros con gente para llenar la Plaza.
El tucumano José Alperovich fue uno de los primeros en rebelarse: “Si mando micros con banderas kirchneristas a la Capital no se que puede pasar cuando atraviesen los piquetes del canpo”, advirtió con sensatez.

Tan delirante es la dinámica en la que se sumerge el kirchnerismo, que el camionero Moyano urgido de quedar bien con sus jefes, ahorma amenaza con no trasladar ningún camión más de soja. La recaudación del gobierno –principal fortaleza kirchnerista- sería la primera perjudicada.

El fin de semana que pasó la quinta de Olivos fue el escenario de peleas en lo más alto del poder. La inflexibilidad de Néstor Kirchner está causando profundas fisuras no sólo en el peronismo, sino también en el Gobierno. Discutió con su mujer y también con el jefe de Gabinete, Alberto Fernández, a quien le encantaría ceder en el tema de las retenciones y dar vuelta la página de la pelea con el campo.

Mucho más limitados por su posición institucional, no son pocos los gobernadores que creen que llegó la hora de acordar. El problema es que son rehenes del centralismo fiscal de los Kirchner que los convierte en poco más que pordioseros frente a la Casa Rosada y no tienen las agallas necesarias para denunciar la extorsión a la que los somete su aguda dependencia financiera.

Por caso, uno de los que más crítico se mostró, el cordobés Juan Schiaretti se sumió en un profundo silencio. En la Casa Rosada le hicieron saber que si realmente está interesado en solucionar el gigantesco déficit de la Caja de Jubilaciones de Córdoba –que aspira a trasladárselo a la Nación-, debe alinearse con la estrategia de Puerto Madero.

Schiaretti habla de estos temas con Alberto Fernández, intenta mediaciones con los productores, acerca propuestas, pero todo termina donde empezó: en las oficinas de Néstor Kirchner, que prolijamente rechaza toda iniciativa acuerdista.

Incluso, el jefe de Gabinete a comenzado a ser blanco de sugestivas operaciones políticas de alto voltaje, como las críticas del gobernador de Chubut, Mario das Neves, un presidenciable de acceso directo a Néstor Kirchner y Julio de Vido, con quienes armó la escándalosa renegociación del contrato de explotación del yacimiento petrolero más rico del país -Cerro Dragón- a la multinacional inglesa Pan American Energy.

Apunten a Lousteau

El ministro de Economía es el blanco fácil de esta encerrona política. Por estas hora se habla del regreso de Roberto Lavagna al Palacio de Hacienda. El ex ministro ha retomado el diálogo cotidiano con Néstor Kirchner. También se menciona a Carlos Mosse, pero el ex secretario de Hacienda enfrenta serios problemas de salud.

Mosse formó parte del equipo de Lavagna y mantiene cierta ascendencia sobre el flamante titular de la Afip, Carlos Fernández. El secretario de Hacienda Enrique Pezoa, también comulga en este amplio grupo de economistas peronistas.

Como sea, nadie cree posible que el gobierno entregue a Lousteau en medio de la refriega. Sin embargo, ahora que llegó el tiempo de los reproches, una delgada línea roja sube desde Lousteau a la Jefatura de Gabinete. No son pocos los que recuerdan un episodio singular que ocurrió en noviembre del año pasado.

El entonces subsecretario de Programación Económica, Martín Abeles, acercó al ministro Miguel Peirano el actual esquema de retenciones móviles. El ex ministro desechó el sistema y optó por implementar la suba de las retenciones a la soja al 35 por ciento. En ese entonces, ensayó largas explicaciones ante Néstor y Cristina Kirchner, así como Alberto Fernández, para explicarles porqué creía que el mecanismo podría deparar más problemas que soluciones. Le dieron la razón.

Lo insólito es que al asumir Lousteau, fue el mismo Abeles quien acercó otra vez la propuesta a su nuevo jefe, que a su vez se la acercó al jefe de Gabinete. Alberto Fernández se la giró a la titular del Banco Nación, Mercedes marcó del Pont, para pedirle su opinión, y luego se las presentó a los Kirchner. Esta vez tuvo luz verde. Es difícil entender, porqué si antes desecharon la propuesta ahora la aceptaron, salvo que los problemas de caja del gobierno sean tan serios que vulneren la prudencia.

Como sea, este sábado Néstor Kirchner recibió a un grupo de intendentes del Conurbano, muy preocupados por las derivaciones de la crisis con el campo. Lo más curioso es que estos dirigentes, que habían pasado por el Palacio de Hacienda, se mostraron alarmados ante “la falta de planes” que encontraron en Economía.

Lo que viene
La dirigencia del campo logró evitar hasta ahora con éxito la fuerte presión del gobierno para dividirlos, levando para su lado a la Federación Agraria de Eduardo Buzzi. La decisión de los dirigentes de las cuatro entidades de seguir juntos el discurso de la Presidente, fue la señal política más fuerte que podían enviar en ese sentido.

El kirchnerismo se enfrenta además con su largo historial de promesas incumplidas. Los anuncios de Lousteau en ese sentido tuvieron el inconveniente de remixar viejas promesas. “La creación de una Subsecretaría de Desarrollo Rural es una promesa que Javier de Urquiza ya le hizo a la Federación en octubre antes de las elecciones ¿Por qué deberíamos creerles ahora, si son expertos en borrar en la mesa de negociación lo que prometen ante los micrófonos?”, se confió ante La Política Online un federado.

Luego, en lo que tal vez fue el esfuerzo más grande por capturar a la Federación, el ministro prometió reintegrar hasta un 80 por ciento de los que le sacan por las retenciones a los pequeños productores de hasta 500 toneladas. Otra vez las promesas se chocan con la realidad. “Si el Gobierno no puede resolver las compensaciones para 15 mil tamberos a los que les llega tarde o nunca el subsidio, como pretende que creamos que va a ser eficiente en repartir esos reintegros entre 65 mil productores”, agregó la fuente consultada.

Pero el argumento de fondo –varias veces tratado en este medio- lo dijo campechano y claro el líder de Gualeguaychú, Alfredo de Angelis: “De qué subsidios me hablan si es mi plata la que me quieren devolver”. Claro, que lo que aquí se esconde es la intención del gobierno de meter al campo en el torcido mecanismo de control político de los subsidios, para reforzar su construcción de un país mendigo del poder.

Se podrá argumentar desde el kirchnerismo que es esta una vía para construir un país con una mejor redistribución del ingreso. Lástima que el archivo no los favorece. El transporte, un sector en el que ya no queda ninguna empresa rentable, los subsidios se disparan a cifras increíbles porque sólo el 50 por ciento llega a los usuarios. La otra mitad se pierde en los despachos, explican los empresarios del rubro. En la obra pública la situación y los porcentajes son aún peor.

Y así las cosas, no hay sistema que aguante ni retenciones que alcancen. Pero Argentina sigue siendo un país misterioso y paradójico. En la peor jornada de la crisis, cuando las imágenes de las patotas de Luis D´Elía golpeando a ciudadanos inundaban el mundo, uno de los más grandes inversores institucionales de Estados Unidos festejaba la operación que había concretado: la compra de 200 millones de dólares en la emisión de acciones que hizo la empresa agropecuaria Cresud, de Eduardo Elsztain.

¿Cómo es posible que haya decidido concretar semejante inversión en medio de esta crisis?, le preguntaron. “Porque Argentina, sigue siendo uno de los países más maravillosos del mundo y cuando todo parece perdido, siempre encuentra la manera de reconstruirse”, afirmó el millonario. Un determinismo del éxito, que desde el poder se encargan de dinamitar cada día. Ojalá que esta vez, lo que se insinúa como el inicio de un diálogo más serio, transite la senda de la reconstrucción.

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