Pero también han servido para poner en evidencia las perturbaciones que confluyen en la personalidad del Tiranuelo que hoy ensucia la historia de esta tierra.
Para ilustrar lo que él llama el lado oscuro de la inteligencia social, Daniel Goleman menciona tres tipos de personalidad: el narcisista, el maquiavélico y el psicópata. Lo que tal vez no se imaginó el tocayo es que los tres trastornos podían entrar en un mismo chaleco antibalas
El Chávez narcisista ha llegado a creerse el ombligo del mundo. Cualquier idea que aborte su incultura debe ser acogida con toques de trompeta. Cualquier consigna ácida que le salga del hígado debe ser asumida como una letanía. Los demás sólo existen para encenderle velas. O pedirle milagros.
Como todo narcisista, Chávez reclama adulación continua. Disfruta de las vallas con su rostro en mayúsculas. Sueña con los monumentos que algunos cortesanos erigen en su nombre. Lo emborracha el aplauso de una claque de necios, expertos en reír sus chistes de mal gusto. Su propio eco lo dopa.
El narcisismo, como rasgo personal de un gobernante, puede traducirse en un fenómeno colectivo de consecuencias repugnantes: el culto a la personalidad. La deificación del líder lo vuelve infalible, omnipotente, eterno.
El narcisismo de Chávez está matrimoniado con su maquiavelismo. Su cinismo carece de barreras. El fin, para él, justifica los medios. Cualquier recurso es válido para llevar a cabo sus torvas intenciones. Engaño, fraude o violencia. No le importa si tiene que incendiar al país para gobernar sobre sus cenizas.
Para su personalidad maquiavélica, todo tiene su precio, dignidad incluida. El mundo, para él, es un mercado en el que se pueden comprar apoyos, decisiones, voluntades, aplausos. No importa si tiene que pagar con dinero, con amenazas o con chantaje.
El Chávez maquiavélico es falso y carente de escrúpulos. Pregona sencillez y nada en el boato. Predica parquedad y practica el derroche. Habla de libertad pero pone mordazas y cadenas. Miente con irritante desvergüenza.
Como si no bastara con los dos anteriores, Chávez carga consigo otro perverso rasgo: la psicopatía. El psicópata es inmune al sufrimiento que producen sus acciones. Clava el puñal y lo remueve adentro. No conoce nobleza ni piedad. Es una máquina de causar daños.
El psicópata no conoce el remordimiento. Su conciencia es un agujero negro que se traga el dolor de los demás. Para el psicópata los otros son objetos. Hechuras desechables que se usan y se botan. Carece de empatía. No se sabe poner en el lugar de otro.
El psicópata es cruel pero cobarde. Desprecia y viola los derechos ajenos. Está sintonizado con la violencia. Juega con guerras, con muertes y con sangre. Con las guerras a las que irán otros, con las muertes de otros, con la sangre de otros. El psicópata ultraja y humilla. Aterroriza,
Como en todo lo humano, narcisismo, maquiavelismo y psicopatía tienen sus complementos. El narcisista requiere de gente que lo adore y que lo ensalce. El maquiavélico necesita de gente que se humille o que se rinda. El psicópata precisa de gente que le tema o que le huya.
El Tiranuelo tiene por ahora la sartén por el mango… Hasta que la gente se canse y termine enseñándole con cuantos huevos se hace una tortilla.
Escribe Daniel Romero Pernalete
lunes, 7 de abril de 2008
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