La demagogia destruye la República
En cada país se necesita que haya dirigentes que sepan advertir los enormes peligros de los demagogos para combatirlos oportunamente y con firmeza. Se necesita, naturalmente, que haya conciencia de lo que representa la demagogia como una amenaza para las instituciones inherentes a la democracia representativa y a la vida cívica organizada....Si se carece de ese sentido de responsabilidad ciudadana y de los conocimientos que la alientan, es muy difícil encontrar grupos de dirigentes que adviertan a tiempo la amenaza que representa para una república auténtica el charlatán político, sobre todo en el ejercicio del poder.Para combatir los vicios, las amenazas y las deformaciones que la demagogia determina en la vida política de una nación, es preciso fortalecer en el ánimo de los ciudadanos y en su formación política lo que constituye la democracia seria, la democracia representativa que es incompatible con esa democracia populista en la que se determina la vida del Estado con las manos en alto, dirigido el pueblo, por el demagogo máximo, desde un balcón, desde una tribuna, o frente a un micrófono o cámara de televisión.La palabrería barata de la demagogia se puede convertir en una palabra envenenada que siembra la amargura, el odio y la rebeldía permanente en los surcos de la nación que la padece. Las consecuencias de esa siembra implican la consolidación del portaestandarte de la demagogia, el que diariamente aprende a manejar mejor esa arma terrible que confunde a los pueblos. Y esa confusión es canalizada con gran efectividad por el demagogo que, con las fuerzas armadas y el poder político, está al frente de los destinos de una nación que pretende ser república.Es más o menos aceptable que en política haya quienes usen y hasta abusen de cierto vocabulario demagógico, pero sin llegar en modo alguno a los extremos de crear odios y de consolidar una dictadura cuyas consecuencias en materia de tiempo y de hechos es difícil prever.Los ciudadanos con auténtico sentido de responsabilidad no pueden hacerse los desentendidos cuando asoma una amenaza contra la dignidad del país y la majestad de la república como institución suprema en el campo político.
Luis Induni
lunes, 7 de abril de 2008
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