“La corrupción no es un acto, sino un estado, estado personal y social, en el que uno se acostumbra a vivir”.
Con frecuencia hablamos de la corrupción instalada en nuestra sociedad. Hacemos referencias a funcionarios corruptos y hechos de corrupción. Olfateamos la descomposición del tejido social que implica lo que por definición es un cuerpo corrupto. Pero ¿cómo identificar más allá de las visibles consecuencias un acto de corrupción? O mejor aún ¿cuáles son las características de un corrupto, que lo distinguen del común de los mortales?
En primer lugar debemos saber que un acto de corrupción no identifica a un corrupto. Todos en mayor o menor medida hemos sido autores, por acción u omisión, de un acto tendiente a corromper un sistema particular. Quien más o quien menos han franqueado un semáforo en amarillo casi anaranjado vulnerando la ley de tránsito. O no usamos el cinturón de seguridad, o el casco en la motocicleta, etc.
Transgredir una norma circunstancialmente no nos hace corruptos. Menos aún cuando reconocemos esa falta y en el mejor de los casos tratamos de reparar el daño si lo hubo.
Pero si cometer un acto de corrupción no nos hace corrupto, ¿Cómo identifico a un corrupto? ¿Qué es lo que lo caracteriza? ¿Cómo es su perfil? Veamos.
En primer lugar el corrupto no se percibe a sí mismo como tal.
No se identifica como corrupto.
La persistencia de su actitud es tal que no advierte la gravedad del mal.
La cotidianeidad, la costumbre de repetir una y otra vez actos de corrupción le anestesian la conciencia.
Hay todo un camino que comienza con un acto corrupto -Ej. el legislador que designa a un familiar como asesor, por nepotismo-, y poco a poco va admitiendo como natural otros “renuncios” como dirían nuestros gauchos. Curiosa y sabia palabra que indica claramente a donde se desliza: se renuncia a la actitud moral una y otra vez.
Como la corrupción debe ser enmascarada, el sujeto es un maestro para aparentar lo que no es. Veleidoso y narcisista, Superficial y acomodaticio. Frívolo y lujurioso.
Vale reiterarlo: aparentar lo que no se es. Una verdadera estrategia del camuflaje que le da pingües ganancias en círculos de poder.
Su familia tal vez atraviese por la peor tormenta pero él siempre conservará las apariencias y sonreirá para “la filada”, ya que siempre se considera mejor que los demás.
Claro que su gentileza y educación no le permitirán manifestarlo. Como aquel empresario que aún en la quiebra sigue dando fiestas, repartiendo favores y pagando regalos caros a funcionarios tan venales como él.
Como debe auto-justificarse para mantener adormecida su conciencia vive en permanente comparación. “¡Si él lo hace porque yo no! Después de todo no soy ningún delincuente. No mato a nadie!”.
De allí que nunca admita su propia corrupción y necesite exacerbar sus logros sociales o laborales -con pies de barro- y exponerlos, sea en círculos reservados donde actúa o en los públicos a los que accede gracias a los medios de difusión.
Dar a publicidad grandes inversiones empresarias pero evadir impuestos convirtiéndose en un delincuente, es un ejemplo.
En tanto mantenga dominada su conciencia la considerará impoluta.
Proclamará su “limpieza” y por ende exigirá un trato excelso.
No soporta la crítica y mucho menos que se le insinúen como corruptas sus actitudes.
Contra ataca de inmediato, insulta si es necesario, muestra su ira y su orgullo herido.
Hace del honor una bandera con el serio riesgo que se transforme en mortaja. Verbi gracia, un juez que exige ser tratado de Su Señoría, que no trepida en llamar al jefe de todo aquel que lo critique -sea cual fuere el ámbito- pero que apenas concurre cuatro o cinco horas a su Tribunal, dejando que los expedientes se les amontonen, “¡Total! Si la culpa la tiene el sistema, no yo…”
Y podríamos seguir… Hay muchos ensayos sobre el particular pero me permito sugerir la lectura de “Corrupción y pecado” del Cardenal Jorge Bergoglio (Ed. Claretiana) del que transcribo un párrafo esclarecedor: “La corrupción no es un acto, sino un estado, estado personal y social, en el que uno se acostumbra a vivir”.
Por Antonio Gustavo Gómez (*)
(*)Este Fiscal Federal General ha puesto a su disposición una página web en la que se puede acceder para cualquier consulta on line, de igual forma a la jurisprudencia
http://www.fiscaliagraltucuman.gov.ar/
lunes, 7 de abril de 2008
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