sábado, 5 de abril de 2008

De minusválido a principal grupo de presión

De minusválido a principal grupo de presión

Informe político y económico de los Dres. Vicente Massot y Agustín Monteverde


5/4/2008

Veinte días atrás, poco más o menos, cuando las cuatro principales organizaciones del sector convocaron a un paro, lo que genéricamente se denomina el campo era un minusválido político. Hoy se ha transformado, no ciertamente por arte de magia, sino por haber llevado el único instrumento de poder que estaba a su alcance —el lock out— casi hasta las últimas consecuencias, en el grupo de presión más significativo del país.

Siempre había carecido, malgrado su envergadura productiva y calado económico, de gobernadores, senadores, diputados e intendentes que defendiesen, en sus respectivos ámbitos de acción, esto es, a nivel provincial, municipal y parlamentario, sus intereses. Tampoco tenía periodistas o medios de comunicación claramente identificados con los postulados que enarbolaba. Por fin, desde el punto de vista electoral, su peso mal podía compararse con el sector industrial o de servicios. Sin embargo, el minusválido devino un gigante ¿Por qué?

Básicamente en razón de las consecuencias no queridas del plan de acción que puso en movimiento hace cuatro semanas. Su reacción frente a la abusiva táctica confiscatoria del gobierno no era nueva. En otras oportunidades de nuestra historia —reciente o remota— el campo se había hecho escuchar con mayor o menos resonancia pero nunca con la contundencia actual. El dato novedoso, que ha venido a cambiar la relación de fuerza desventajosa que siempre aquejó al sector, no fue la extensión del paro —aún cuando resultase muy importante— sino el efecto por antonomasia del lock–out: la posibilidad de un desabastecimiento masivo.

Si a modo de ejercicio teórico pudiésemos disociar la causa —el paro— de su principal efecto probable —el desabastecimiento— sería posible imaginar una situación tensa entre los antagonistas, aunque no dramática. En cambio, desde el momento que al paro se le agregaron cientos de cortes de ruta en todo el país, la conclusión lógica era que, más temprano que tarde, los fantasmas del desabastecimiento y de una disparada de los precios de ciertos productos alimenticios, al menos, se recortarían en el horizonte de los argentinos.

El campo no tiene instrumentos de presión decisivos para hacer frente a situaciones problemáticas de carácter ordinario. Pero súbitamente, de un día para otro, se ha dado cuenta, como la Argentina en su conjunto —porque nadie lo sabía— que posee en sus alforjas una bala de oro efectiva, tan solo, en un escenario de naturaleza extraordinaria.

Es que las medidas que, en defensa de sus intereses, articulan los diferentes actores y fuerzas sociales en pugna, de ordinario son proporcionales al desafío que enfrentan. Hubiera sido ridículo planear un lock–out como respuesta a la prohibición de exportar carne vacuna o a la suba de la tasa de interés de los créditos agrícolas. No fue desmesurado, inversamente, el paso dado en repudio de una estrategia que, de sostenerse en el tiempo —y ni hablar si se incrementase— pone al campo contra las cuerdas y amenaza la viabilidad económica de miles y miles de agricultores.

No se puede apelar al lock–out como si resultase un medio de acción más. Es, en rigor, un expediente que puede utilizarse en ocasiones excepcionalísimas y con extremo cuidado por las consecuencias que necesariamente traerá aparejadas, en la medida que se combine con cortes de ruta.

Si los dirigentes y bases —por llamarlos de alguna manera— sabían lo que sobrevendría al momento de cruzar aceros con el kirchnerismo, no es seguro. Como quiera que sea, haya o no sido parte de sus intenciones —es de suponer que no estaba en sus cálculos— el desabastecimiento se encontraba el martes pasado a la vuelta de la esquina y quien más preocupado estaba por ello era el gobierno nacional.

El gobierno no podía resistir indemne el peso de un desabastecimiento masivo que se abatiese sobre la sociedad. No importa cuanto fuese su poder, si era impotente ante el citado fenómeno su suerte quedaba echada. Por eso trató, exitosamente, de que ante la opinión pública, el peso de tamaño flagelo cayese sobre los responsables del lock–out agrario.

La sola mención de un escenario de desabastecimiento pone de manifiesto la gravedad de la situación que se vivió hasta hace algunas horas y que, bien analizada, dejó de ser una disputa entre los actores que se enfrentaban por unas retenciones agrícolas y se convirtió en una pulseada entre kirchnerismo y antikirchnerismo. No estuvo el país de los argentinos ante la inminencia de un enfrentamiento civil, aunque hace tiempo que no soportaba un clima de odio como el presente.

Decretar el estado de sitio era, claro está, una medida extrema a su alcance que podía darle los resultados esperados al Poder Ejecutivo, o bien podía producir una reacción en cadena que lo dejase en ridículo. Es que para adoptar una decisión así, debía reivindicar con éxito el monopolio de la fuerza ante una sociedad que, consciente de la dedicada situación y por miedo a las consecuencias de desobedecerlo, se llamase a cuarteles de invierno. ¿Y si la respuesta hubiese sido un cacerolazo en las calles de las principales ciudades del país? ¿Qué haría la Casa Rosada? ¿Redoblar la apuesta?

Si como ocurría desde que empezó el paro, la crisis escalaba sin cesar, o sea, si entre el lunes y el miércoles no se hubiese abierto este compás de espera, habríamos estado en la antesala de una crisis mayúscula. Finalmente parece haber primado la cordura y sobre todo el campo se mostró dispuesto no tanto a bajarse de sus posiciones de máxima como a sentarse a negociar un acuerdo global respecto de la futura política para el sector.

Se abren, pues, tres escenarios probables, a saber: 1) que el gobierno, sintiéndose ganador, creyese que un nuevo paso no tendría la misma aceptación que el último y, por ende, mantuviese su intransigencia respecto de no bajar las retenciones móviles, lo que volvería a disparar la crisis; 2) que al cabo del mes las partes llegasen a un acuerdo que incluyese las retenciones, lo cual descomprimiría el panorama y permitiría que se discutiese, hacia adelante, la política del sector en todos sus aspectos; y 3) que la disputa no escalase pero que tampoco se llegase a una solución y, consecuentemente, se extendiese el plazo de las negociaciones.

Hasta aquí no puede decirse que haya habido un ganador claro. El kirchnerismo se ha agrietado por primera vez en cuatro años producto de las disidencias expresadas en público por unas pocas pero importantes figuras políticas —Reutemann, Das Neves, Schiaretti, Urquía— y en silencio por cientos de legisladores e intendentes. Además, hoy ha perdido una porción importante del voto de las clases medias urbanas y rurales, que hasta octubre del año pasado lo habían acompañado electoralmente. Nada es irreversible y para los próximos comicios falta año y medio, pero el daño está hecho.

Contra lo cual logró que se levantara el paro sin hacer concesiones de importancia. De su lado, el campo adquirió su mayoría de edad política, aunque el arma letal que tiene sólo puede usarse en casos de extrema necesidad y en la medida que haya consenso, lo cual ha sucedido por primera vez en toda su historia hace veinte días. ¿Podría repetir el lock-out con la misma intensidad si en un mes el gobierno le ofreciese “chauchas y palitos”? Es la pregunta del millón.

Hasta la próxima semana.

Vicente Massot


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Análisis Económico: Algunas Grageas


¬ El desboque de la inflación en marzo podría llevar al gobierno a postergar nuevamente el ajuste tarifario planeado para abril.

¬ Asoman ya las primeras consecuencias del impuestazo y enfrentamiento con el campo.
Se observaron movimientos tendientes a generar el clima que justificase declarar el estado de sitio.

El nuevo régimen de retenciones móviles consagra la imprevisibilidad en los márgenes, que cambian día a día y contradicen los supuestos propósitos de desaliento a la sojización.
Las compensaciones ofrecidas incrementan el poder discrecional de gobernantes y dan margen a más corrupción.

¬ Italia pidió a la Unión Europea que se le retire a la Argentina su cuota Hilton.
¬ Significativa desaceleración de la recaudación en marzo.
¬ Tanto el gasto como los ingresos vienen creciendo por encima de lo que lo hace el PBI; esta conducta fiscal carece de sustentabilidad.
¬ En los últimos años el crecimiento ahogó las advertencias sobre focos de infección que bajo superficie se iban gestando y su inevitable agravamiento; ahora, la crisis del modelo está cerca.

¬ El proceso de deterioro es irreversible pues la arquitectura misma del modelo kirchnerista implica desequilibrios endógenos.
¬ Dos elementos constituyen los pilares del modelo económico kirchnerista.
¬ Tanto las abstracciones del marketing electoral —la imagen progre— como la praxis inapelable de las efectividades conducentes convierten al tipo de cambio alto y al superávit fiscal en componentes irrenunciables de la economía K.

o En primer lugar, se trata de un modelo inflacionario por su misma naturaleza.
o Por otra parte, el modelo es intrínsecamente fiscalista.
o Un tercer desequilibrio inherente al modelo es su sesgo pro-demanda y anti-oferta.
¬ Desequilibrios y arbitrariedad en los cambios de las normas son expulsores de la inversión productiva.

¬ El estancamiento paulatino de la economía está a la vuelta de la esquina.
¬ Inflación, gasto estatal, endeudamiento y carga tributaria en ascenso, y producción e inversión en progresivo estancamiento son consecuencias naturales e inevitables del modelo.
o Actividad industrial (EMI) en febrero: pese al manoseo estadístico se desaceleró a 5,9 % interanual.

o Se desaceleran las ventas en supermercados y caen nuevamente las ventas en los centros de compra.
o El gobierno emitirá otros $ 5000 MM en BONAR a 5 años a tasa BADLAR más 350 pb.

Dos cápsulas

El desboque de la inflación en marzo podría llevar al gobierno a postergar nuevamente el ajuste tarifario planeado para abril.
• Marzo cerraría en 3,6 % promedio (falta incorporar los tres últimos días).
• Esto deja un arrastre de 2,2 % para abril.
• Esto arroja una inflación proyectada para el primer cuatrimestre de 10,9 % y hace difícil que este año sea inferior a 35 %.
o La proyección anual da 36,4 %.
o En enero nuestra medición fue 3,4 % mensual y en febrero 1,3 %.
• La primera semana arrojó 1,2 % mensual, la segunda 3,5 %, la tercera 4,1 % y la cuarta 5,1 %.

Los desequilibrios endógenos del modelo junto a la arbitrariedad en los cambios de las normas actúan como formidables expulsores de la inversión productiva.
• El sector que más invierte y reinvierte en la economía ve confiscada su renta.
• Desde el comienzo de la gestión K hasta fin de 2007 se fugaron capitales por U$ 23400 MM, según lo informa el Balance de Pagos; sólo durante el último semestre se fueron más de U$ 9000 MM.

• A esto agréguese que las remesas e intereses pagados a las casas matrices el año pasado casi duplicaron la inversión extranjera directa.
• Chile, Colombia, Perú atraen más capitales productivos que nosotros pese al menor tamaño de sus economías.
En estas circunstancias, el estancamiento paulatino de la economía está a la vuelta de la esquina.

• Una multitud de factores —resultantes naturales de la dinámica del modelo— tienden a frenar la economía:

o La debilidad de la inversión.
o Los inconvenientes energéticos.
o La estatización virtual de la producción agropecuaria.
o La presión tributaria salvaje.
o La erosión de la capacidad adquisitiva de los salarios.
o Los controles de precios.
o Los costos laborales en aumento.
o El deterioro del tipo de cambio real a merced de la inflación.

• Aparecen ya diversas señales de enfriamiento en la industria, las ventas minoristas, en el consumo de electricidad y hasta en las compraventas de inmuebles.

Inflación alta y que se acelera, gasto estatal y carga tributaria también en ascenso, y producción e inversión en progresivo estancamiento son las consecuencias naturales e inevitables del modelo kirchnerista.

Agustín Monteverde

Gentileza del Estudio Massot / Monteverde & Asociados

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