jueves, 24 de abril de 2008

Empecemos por el principio

Empecemos por el principio.

La violencia es un fenómeno detestable. Genera rechazo, pero mucho más aún cuando ésta se manifiesta en niños o adolescentes. Abundan en estos tiempos noticias que nos hablan de violencia infantil y escolar.

Los seres humanos solemos pretender mirar al costado cuando de responsabilidades se trata. Es por eso que para describir aberrantes hechos que ocurren a diario con el indeseable protagonismo de jóvenes y niños, se recurre a argumentos muy ingenuos que gozan de una extraña aceptación general en la sociedad.

Uno de los responsables preferidos suele ser el consumismo y la globalización. Atribuirle a fenómenos sociales y económicos, a los deseos de progreso, al interés por poseer bienes o sumarse a modas circunstanciales supone una simplificación tan burda como inexacta. Esta preferencia por usar esta línea argumental tiene que ver más bien con aquellos que juzgan todo con el cristal de la ideología que los obsesiona. Todos los problemas de la sociedad tienen estrecha relación con ello y son invariablemente la consecuencia del sistema económico que detestan, del mercado, del capitalismo y de cuanto ícono simplificado pueda describir esa forma de vida que han decidido combatir.

Otro argumento siempre presente tiene que ver con el comportamiento de los medios de comunicación, especialmente de la televisión. La difusión de noticias cargadas de violencia, la emisión de contenidos de este tipo, promueven, según esta simplista mirada, la violencia infantil. El alcohol, las drogas y cuanta adicción se nos ocurra, se lleva otra parte relevante de la explicación.

Todos estos diagnósticos, derivan irremediablemente en exigir más controles por parte del Estado, para que eviten la venta de bebidas alcohólicas, solicitando la profundización de la lucha contra el narcotráfico, una mayor presencia policial y un Gobierno omnipresente, preventivo y vigilante que nos garantice que estos males no nos afectaran en momento alguno.

Esta forma de razonar la vida, que se aplica a buena parte de las cosas que nos pasan a diario, busca responsables por fuera de nosotros. Pretende encontrar enemigos de gran envergadura, preferentemente intereses económicos, que amparados en su poder justificarían sus permanentes triunfos, llevando así a nuestros hijos por el mal camino.

Esta conducta autista, nos libera. Evita que seamos nosotros los responsables del problema. Esta teoría, después de todo, explica porqué los medios, la globalización, las drogas, el Estado, la Escuela, la Policía, el alcohol, el mercado, son enemigos demasiado poderosos para que nosotros, los padres, podamos hacer algo al respecto.

Así las cosas, exigimos que los demás actúen por nosotros, mientras nos llenamos la boca criticando todo cuanto nos rodea. Mientras tanto no podemos explicar porqué nos cuesta tanto dialogar e interpretar a esta generación de niños y adolescentes.

Somos los padres y no otros los responsables. Es la familia el ámbito donde se juega el partido. Es en los valores transmitidos y aprendidos donde se define la cuestión. Es cierto que no hay manuales para padres, que no sabemos cómo educar a nuestros hijos y que mucho menos existen recetas y fórmulas mágicas que resuelvan el asunto.

Pero tal vez sí valga la pena recorrer algunos caminos más seguros. Por superficial que parezca, el amor, el diálogo, la tolerancia, la paciencia, la comprensión absoluta y el intento por entender más que por imponer, pueda servir como guía y orientación. Los padres, muchas veces, no sabemos cómo abordar a nuestros hijos. Resulta difícil establecer diálogos profundos, pero tampoco fue menos sencillo lo que les tocó en suerte a nuestros padres y abuelos.

Nadie puede desconocer que el mundo hoy nos plantea nuevos peligros y desafíos. Cierto es también que los padres tropezamos con innumerables dificultades para encontrar espacios que posibiliten tender puentes para la construcción de una relación sólida con nuestros hijos. El trabajo, el deseo de progreso asociado a ofrecer a nuestros hijos mejores oportunidades, son parte de la naturaleza humana y no hay porqué renegar de ello. En todo caso, cabe hacerse la autocrítica, para saber exactamente qué nos impide resolver esta ecuación.

Mucho se ha hablado de la ausencia de modelos. Los códigos de los adultos se trasladan a los jóvenes irremediablemente. El tirar la pelota afuera, el desresponsabilizarnos de lo que sucede, no nos acerca a la solución del problema. Nosotros estamos convocados a ser los modelos de nuestros hijos. Nosotros y no otros. Debemos aceptar esa indelegable responsabilidad. Lo que no transmitimos con el ejemplo mal podemos exigirles. Comunicar conceptos positivos, predicar con amor, hacer un culto de la amistad, intentar ser íntegros, honestos y trabajadores es la tarea. El hombre en su esencia alberga virtudes y defectos. La labor de desarrollar las primeras y minimizar las últimas es la lucha misma por convertirnos en el ejemplo más concreto para nuestros hijos.

Si sólo transmitimos sentimientos negativos y mostramos cotidianamente lo peor de nosotros mismos, pues las consecuencias estarán a la vista.

El "ojo por ojo, diente por diente", la venganza, la revancha el rencor, el odio, la mezquindad, la envidia, la infamia, son sólo una breve lista de las formas negativas de comunicarnos.

Somos la fuente de valores para nuestros hijos. La sociedad es lo que cada uno de nosotros hace en sus hogares. Tenemos la sociedad que nosotros mismos supimos construir. Cuando sólo nos enfocamos en nuestras frustraciones, en los sentimientos negativos más profundos, y vomitamos odio, intolerancia, baja autoestima, abulia, malicia e indignidad, no debemos esperar otra cosa que lo que nos pasa.

No hay fórmulas, está claro. Pero algo es evidente. El camino no es buscar responsables afuera. Ni la televisión, ni los gobiernos, ni la economía, ni mucho menos la globalización y los fantasmas de la droga, el alcohol y cada una de las adicciones, son suficientes para doblegar a nuestros hijos cuando ellos están llenos de amor, e inundados de padres que "trabajan" para que ellos sean mejores.

Se le atribuye a un proverbio chino esta afirmación: "Antes de iniciar la labor de cambiar el mundo, da tres vueltas por tu propia casa." Tal vez este sea el camino que debamos recorrer los padres para empezar a revertir esta historia llena de violencia escolar y juvenil. No reclamemos a otros. Empecemos por el principio.


Alberto Medina Méndez
amedinamendez@gmail.com
03783 – 15602694
Corrientes – Corrientes - Argentina

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