Principio del fin del poder K.
Por Manuel A. Solanet
Cuando se desató el paro agropecuario aún no había transcurrido un mes desde que Néstor Kirchner tenía asegurada su llegada a la presidencia del Partido. En las últimas semanas había recogido, junto a su cónyuge y socia, la pleitesía de la casi totalidad de los dirigentes peronistas y la de gran parte de los gobernadores e intendentes del país. Para los que miramos el devenir económico con más detenimiento, desde hace un tiempo hay evidencias de muy serios y amenazantes problemas de gestión, como lo venimos señalando en nuestra Carta Semanal. Pero para un alto porcentaje de la población, y a pesar de la aceleración inflacionaria, la percepción ha seguido siendo de bonanza.
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Futuro Argentino 1/4/200815:46hs El rechazo a los abusos del kirchnerato tales como la manipulación de la información, la corrupción, la arbitrariedad y ausencia de control en el empleo de los recursos del estado, la agresividad, el matonismo y la visión unilateral y vengativa del pasado, abarca un segmento creciente de la sociedad atenta a la evolución de los asuntos públicos. La sensibilidad es menor en aquellos espacios menos informados, trabajados por la engañosa propaganda oficial. Además, el escudo setentista neutraliza la reacción de muchos intelectuales y de una parte del periodismo que opera al calor oficial. La “gauche caviar” de dentro y fuera del país fue durante estos años seducida y neutralizada por la hipocresía kirchnerista. El empresariado local, que en su mayoría es fuertemente crítico del gobierno en la intimidad, en sus manifestaciones públicas por lo general ha actuado con miedo y condescendencia, a excepción del sector industrial menos competitivo y más proteccionista, que lo apoya. Hasta este conflicto con el agro, el poder del matrimonio gobernante había alcanzado su cenit. Hoy ya no es más así. En aquel contexto de poder e impunidad el gobierno decidió alegremente aumentar las retenciones a las exportaciones agrícolas. Su preocupación era preservar la caja y concentrarla en el gobierno central, hasta hoy el instrumento esencial de su construcción de poder. Pero lo hizo en forma desmedida y abusiva, seguramente acostumbrado a no encontrar resistencia. La víctima elegida fue el agro, respondiendo al imaginario atávico de nuestras izquierdas populistas, de que la gente del campo gana demasiado y que además son oligarcas terratenientes. Gran error en todo sentido. La ley de sucesiones se ha encargado de hacer desaparecer aquella figura histórica. Hoy hay cientos de miles de propietarios o arrendatarios y las extensiones de mayor dimensión pertenecen a grandes empresas agrícolas tecnificadas y eficientes. Esta vez el sablazo fue mortal y los hombres de campo y el interior reaccionaron. La primera respuesta K fue un discurso agresivo y simplista de la Presidente desde la Casa Rosada. Revivió allí el argumento de la oligarquía y de las pingües ganancias del campo. Lo adobó, además, con referencias a la relación entre el campo y los golpes de estado. El tono fue irónico y soberbio, con un estilo por momentos burlón, inaceptable para el grave tema que se trataba. La respuesta de los hombres de campo no se hizo esperar. Emergió además un amplio sector de la sociedad que acompañando la protesta agraria manifestó claramente su hartazgo por una acumulación de agresiones: cinco años de crispación en monólogos admonitorios, mentiras, anuncios incumplidos, corrupción y negocios de amigos, resentimiento montonero, desprestigio y aislamiento internacional, inseguridad, presión sobre la Justicia, manipulación del Parlamento, prepotencia y matonismo. Los multitudinarios cacerolazos en las ciudades fueron una ruidosa pero pacífica y significativa expresión de esa reacción. El desesperado recurso oficial a sus fuerzas de choque subvencionadas y soliviantadas, y la ausencia policial, no hicieron más que confirmar las razones de la reacción ciudadana. Vino un segundo discurso, algo más moderado en su tono, pero no menos erróneo en su contenido, con alegatos clasistas y de “género”, con el que la Presidente buscó ganar tiempo declamando un “humilde” pedido de diálogo. Los matones de la plaza y los referentes setentistas, sentados junto a la Presidente, ratificaban esencia y estilo. El diálogo fue aceptado por los dirigentes agropecuarios, pero quedó demostrado que el gobierno no tenía propuestas y no estaba dispuesto a retrotraer el aumento de retenciones, esencial para preservar su caja. Los esbozos de eventuales propuestas giraron sólo en torno a nuevos mecanismos de intervención, con subsidios cruzados para favorecer a los “pequeños” y castigar a los “grandes”. Este tipo de soluciones no haría más que sumar nuevos instrumentos, imposibles de manejar, a la maraña de manipulaciones ya existentes. Más nudos no desatan un nudo. El conflicto continuó. El gobierno no encuentra ni encontrará soluciones idóneas dentro de sus restricciones ideológicas y su notable falta de idoneidad para desatar una madeja que entre otras cosas ha generado una inflación creciente, grandes distorsiones y severas carencias por falta de inversión. El kirchnerato ya ha comenzado a transitar el camino de la pérdida de poder. Este es un dato importante para el propio peronismo y un desafío para la oposición, que deberá construir una alternativa superadora en los tiempos escasos que marcan las próximas consultas electorales.
Manuel A. Solanet
martes, 1 de abril de 2008
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