jueves, 3 de abril de 2008

Gobiernan las ideas.

Gobiernan las ideas.

La renuncia de Fidel Castro ha despertado cierta desproporcionada euforia entre los adversarios del régimen. Se han poblado de opiniones al respecto los medios de comunicación. La mirada mesiánica de buena parte del continente supone que el liderazgo personal que durante décadas ostentó el dictador, podría encontrar su fin casi mágicamente.

Lamentablemente nada es tan sencillo y mucho menos, cuando de las historias de las sociedades se trata. Los observadores más prudentes hablan de eventuales giros respecto del pasado más reciente. Suponen alguna mínima apertura, aisladas concesiones en términos de libertades, pero no más que eso. Sólo pequeños golpes de timón que no cambian, de manera alguna, la esencia de esta tiranía que se apoderó de la isla hace casi 50 años.

Es que, como en buena parte del Planeta, no gobiernan los hombres sino las ideas. Atribuir a un hombre dominante, creer que una personalidad avasallante resulta suficiente para poner a una nación frente a grandes cambios es sobrestimar la capacidad de ciertos individuos.

Los liderazgos fuertes, sin duda alguna, implican bisagras en la historia de las naciones. Pero es relevante entender que lo hacen en el contexto de transformaciones sociales que subyacen, preexisten a esos hombres.

Suponer que un régimen de décadas cae de la noche a la mañana, es pecar de ingenuidad. Aun en casos como estos donde conviven flagrantes violaciones a las libertades individuales con una ausencia de valores republicanos, los procesos son evolutivos, lentos, graduales.

Esta renovada versión de la dictadura ofrecerá sólo gatopardismo. En definitiva no más que eso, un cambio para que nada cambie. Intentará mostrar modificaciones sutiles, que en el fondo serán poco significativas, sólo para ganar tiempo, prolongando la dictadura. Apelarán a sensibilizar a Occidente vendiéndole espejitos de colores, prometiendo avances progresivos, que sólo prorrogarán la agonía de generaciones de ciudadanos cubanos ya bastante castigados por su propia historia.

Los dictadores saben que salir de este proceso tiene consecuencias irremediables para ellos en forma personal. Culminar con el régimen implicaría dar cuenta de ello y estar dispuesto a hacerse cargo de las consecuencias de sus actos.

El mundo es gobernado por IDEAS. Esas que se instalan por años y que luego desterrarlas lleva muchos mas aún. Por eso, incluso en países de importante tradición democrática, los partidos en general sólo expresan matices de una misma visión. Después de todo no existen TANTAS diferencias entre demócratas y republicanos en EEUU, entre conservadores y laboristas en el Reino Unido o entre el socialismo y la derecha española por sólo citar ejemplos.

Creer que los circunstanciales dirigentes políticos son poseedores de poderes especiales es desconocer los más elementales basamentos de la cultura de una sociedad. Los hombres, los líderes, hasta los déspotas, son sólo el reflejo de los aciertos y errores en los que una sociedad incurre.

Al mundo, a los países, los gobiernan las ideas, las muchas veces desprestigiadas ideologías, esas que algunos pretendidos dirigentes contemporáneos intentan bastardear para justificar sus ambiguos discursos. Vaciar de contenido ideológico al debate es quedar expuesto a los designios de los usurpadores del poder, esos que se erigen en los dueños de la verdad amparados por la impunidad que les ofrece la democracia o a veces esta retorcida interpretación del mandato popular que algunos dictadores utilizaron como escudo para sus más despiadadas e inhumanas aventuras.

La humanidad toda está en manos de lo que estemos dispuestos a debatir libremente. Las transformaciones, el progreso, el desarrollo sólo vendrán de la mano de lo que los seres humanos seamos capaces de acordar. La concentración del poder no es el camino. Eso siempre implica IMPOSICION. El modelo de CUBA es tal vez el ICONO de esta expresión política. Sus resultados son opinables según en qué vereda uno desee pararse para observarlo. Lo que ya no tiene discusión posible es la inmoralidad de la que está plagada el camino de su construcción.

El régimen no caerá cuando Fidel termine sus días, ni mucho menos, frente a este irrelevante paso al costado. Se precisa mucho más que eso. La convicción de los cubanos, su férrea voluntad para modificar su destino. El mundo al menos no debería ser el cómplice de semejantes inmoralidades que ocurren a diario a sus habitantes. América tiene una responsabilidad adicional. No soltarle la mano a los miles de cubanos que luchan a diario por su libertad, por la defensa de la vida, por su dignidad.

Cualquier discurso que intente avalar la pérdida de libertad para justificar al régimen no es más que retórica hipócrita expresada por quienes gozan de libertad en sus países, viviendo en democracia, esa que se les niega a los isleños.

Aplaudir al simpático líder de la caricatura de revolución romántica de medio siglo atrás, es un recurso infantil y perverso en estos tiempos. Hablar de sucesión y de un hermano que asume el poder, es casi un ataque a la inteligencia de quienes pretendemos vivir en esta democracia más que perfectible, pero que está a años luz de la oscuridad del régimen que golpea hace décadas a todo un pueblo.

No será tan fácil. Sería bueno estar equivocado. Podría ser todo más simple y sobre todo más rápido. Pero son las ideas las que gobiernan y no los hombres. Si queremos cambiar la realidad deberemos revisar el conjunto de ideas que expresamos a diario. Ellas son las que luego colocan a los dirigentes que conducen los destinos de nuestras vidas.




Alberto Medina Méndez

amedinamendez@gmail.com

03783 – 15602694

Corrientes – Corrientes - Argentina

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