jueves, 3 de abril de 2008

Perorata

Editorial de La Nueva Provincia

Pudo haberse ahorrado la perorata, porque nada agregó a lo que ya sabíamos.


Con las clásicas concesiones a la demagogia que han reclamado siempre las concentraciones masivas en la Plaza histórica, Cristina Fernández habló ayer por cuarta vez consecutiva en la última semana. Pudo haberse ahorrado la perorata, porque nada agregó a lo que ya sabíamos.

En lugar de ensayar una mínima autocrítica y adelantar medidas que pudiesen conformar al menos en parte a los hombres de campo, se dedicó a rendir un homenaje a las Madres de Plaza de Mayo --¿qué tienen que ver en el asunto?--; cargó, como de costumbre, contra la prensa; se olvidó de decir que el único que había hecho referencia a las cuestiones de piel en toda esta historia era el patotero a quien ella sentó en el palco oficial de Parque Norte y ayer en la Plaza; hizo referencia a quienes quieren enfrentarnos, sin decir una palabra de los Pérsico y D’Elía y sus fuerzas de choque.

Pero hizo algo más. Se refirió al pueblo como si éste se agotase en esas decenas de miles de piqueteros y militantes que fueron a la concentración pagadas por el gobierno. La presidenta quiere hacernos creer que este es el mejor gobierno de la historia, el más justo, honesto, patriota y sincero que hemos tenido desde 1810. No lo expresó con esas palabras, pero lo dejó entrever.

Pues bien, somos cada vez más los que pensamos que, entre otras realidades, la de su marido y la suya son de las administraciones más corruptas y soberbias que se recuerden. Pero, al margen de cuanto piensen unos y otros, lo cierto es que, a cien días de haber asumido, la señora parece estar pintada y, por su soberbia y la de su ministro de Economía, estamos en medio de una crisis mayúscula.

Señora presidenta, pontifique menos y gobierne más. Para eso le pagamos.

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