Carlos Mira
Terrenos de victoria
El agro le planteó el conflicto a Kirchner en el campo preferido por el ex presidente, en el terreno al que él acostumbró al país en estos cinco años. Y en ese terreno le ganó.
La semana pasada, cuando los productores agrícolas decidieron continuar con el paro, el Gobierno y –para decirlo con todas las letras– medio país reaccionaron con incredulidad y sorpresa. El día anterior, en un acto incomprensible, Kirchner había asumido la presidencia del Partido Justicialista y en lugar de dirigir la palabra él, en su calidad de titular de un partido (es decir, de una “parte” de la sociedad), lo hizo su esposa, que se supone es la presidente de todos los argentinos, dando muestras claras de hasta dónde ha llegado la confusión del peronismo de tomar como propio el Estado. El discurso de CFK fue definido al día siguiente por buena parte de los medios como de tono “conciliador” y otros entendieron que Kirchner “se guardó” como una manera de salvar que su inevitablemente incendiario vocabulario disparara la continuidad del paro al día siguiente. Las palabras “conciliadoras” de Cristina incluyeron frases como esta: “debemos dialogar incluso con los que están en nuestras antípodas”. O, “los enfrentamientos producen la división de los argentinos”. Francamente al escucharlas uno no sabía si frotarse los oídos, reírse a carcajadas o ponerse a llorar. “Incluso con los que están en nuestras antípodas…”, ¿y con quien se supone que se desarrolla el dialogo en una democracia?, ¿solo con los que piensan como uno? Quizás Cristina olvida las palabras de su marido, que alguna vez fueron epígrafe de esta columna: “Hay tres maneras de convencer: por el convencimiento natural, por el temor y… se terminó, andáte”. Muy sui generis el concepto dialoguista de Néstor Kirchner, que seguramente inspiró su frase en las más profundas raíces del Rule of Law. ¿Que los enfrentamientos producen división?.... ¿Cóoomooo?, ¿estoy escuchando bien?, ¿es la señora de Kirchner la que está pronunciando estas palabras?, ¿es la presidente de un gobierno que avala a los que han recreado en la Argentina las antinomias de la “oligarquía” y el “pueblo”, o inaugurado el racismo entre “blancos” y “negros”, o que airearon su odio a los cuatro vientos, la que ahora dice que “los enfrentamientos crean división”?, ¿quién pronuncia estas palabras es la esposa de quien se peleó con Uruguay, con Chile, con EEUU, con Brasil, con España, con Italia, con Francia, con México, con los militares, con la prensa, con la justicia, con las empresas privadas?, ¿es la misma persona la que ahora condena “los enfrentamientos que generan división”? El gobierno habrá pensado seguramente que esos anzuelos le asegurarían una reacción “blanda” del campo. En su lugar se encontraron con el mazazo de la continuidad del paro. Salieron inmediatamente a asumir la posición de la víctima. Del cordero sumiso que ofreció su mejilla y al que le respondieron con más bofetadas. Resulta curioso que el que propuso un método, un estilo y una forma de manejarse en la Argentina, (método, estilo y forma que tienen que ver con la fuerza, la violencia, la apretada, la patota, el atropello) se alarme ahora porque encontró una horma de zapato más resistente que la suya. No es la primera vez que sucede en la Argentina que cuando el que propone una manera de resolver los conflictos por la fuerza y la violencia es vencido por una fuerza y violencia mayor, sale a vender, hasta internacionalmente, la imagen del pobrecito atropellado. El campo le planteó el conflicto a Kirchner en el campo preferido por el ex presidente, en el terreno al que él acostumbró al país en estos cinco años. Y en ese terreno le ganó. La pérdida de caudal político del gobierno es inconmensurable y la del matrimonio presidencial no le va en zaga. Ninguna de ambas se recuperará jamás del golpe que han sufrido. El país, por su puesto, ha sufrido también un daño mayúsculo. Pero el sentido común de la gente común sabe a quien culpar por ese despropósito. Y dije, con toda intención, “el sentido común de la gente común” porque el de ciertos dirigentes parece haberse perdido para siempre. Luego de la decisión de la Comisión de Enlace, tomada el viernes 16, hombres de la industria, de las finanzas y de distintos sectores políticos salieron a pedirle al campo “que afloje”. Inmediatamente recordé esos casos en los que el dueño del libro prestado y no devuelto es el que se lleva los insultos cuando tiene la peregrina idea de reclamarlo. Pero el país está al revés y no parece haber nadie dispuesto a tener esas exigencias con el gobierno que generó el problema. Ojalá que la parte sana de la población interprete los hechos como se debe y que no vuelva a confundir el ropaje de un manso cordero con el de quien es el verdadero responsable del inicio de todo este disparate. El terreno de disputa, las formas de la expresión y las maneras de las respuestas fueron elegidos por quien perdió la pelea a manos de un sector a quien no le quedó más remedio que usar los mismos métodos, formas y maneras que, el que ahora se queja, reivindicó como los únicos viables en la Argentina. Una recurrencia histórica nefasta de la que el país debería olvidarse para empezar a construir una republica tolerante que acepte el disenso y desafíe el provenir.
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jueves, 22 de mayo de 2008
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