jueves, 22 de mayo de 2008

La vedette en la Argentina actual.

LA SOJA: POSICIONES EXTREMAS.

Por Rubén Rodó

Es la vedette en la Argentina actual. Está bajo la iridiscencia de los cenitales, en el centro de la escena como las grandes divas de la ópera. Es el tópico dominante, no se habla de otra cosa. El conflicto del campo y su pelea con el gobierno nacional converge en la conversación obligada hasta en el rincón más ignoto. Lo que muchos no llegan a entender es que la crisis que golpea los cuatro puntos cardinales, brotó, como la soja, paradójicamente, por abundancia y no por escasez –ni asonadas militares- como muchas otras veces ocurrió en la turbulenta historia nacional. La planta con sus semillas de oro es el nudo gordiano.

El periódico 21/5/200823:20hs

Choca con el empecinamiento de la Casa Rosada de meter las manos en el bolsillo de los productores, para apropiarse, como un socio que nada expone, de casi la mitad de la renta que deja la oleaginosa. El yuyo que da tanto que hablar, sacudió, impensadamente, la estantería del oficialismo, sin que aún pueda reponerse ni volver a la verticalidad, todo por las equivocadas retenciones a la exportación. Y complicó el futuro político del kirchnerismo, su pata sostén puertas afuera de palacio. Su conductor, Néstor Kirchner, no acierta cómo salir del fangal. En su nueva condición de jefe y dueño del PJK decepcionó al país al no hablar cuando asumió la conducción del histórico partido de Perón. Prefirió hacer de locutor y ceder el micrófono a la Presidente. Fue una grata sorpresa, en verdad, porque abandonó sus palabras duras y se la vio con un rostro distendido, sin crispaciones, diciendo un discurso sereno para apaciguar los espíritus enardecidos en esta hora de la República. En su intimidad, el gobierno central admite que se equivocó y le carga las culpas a un muerto vivo, Martín Lousteau, al aplicar al boleo el nuevo tributo sobre el lomo de todos los productores por igual, pero no retrocede obcecado por ganar la guerra, olvidándose que la grandeza de los hombres que conducen el Estado es el reconocimiento con humildad de sus errores. En su momento -el 11 de marzo para ser exactos- la Casa Rosada no diferenció como era su obligación a los terratenientes, entre ellos el propio el gobernador de Tucumán, y pools de siembra, de ese ejército de hombres mansos, pacíficos, como son los pequeños y medianos productores. Totalizan 68.000 almas con el 20% de la superficie con soja, en tanto el restante 20% posee el 80% de la tierra con la oleaginosa. Ese desnivel no advirtió la Casa Rosada y su inquilina transitoria, por el bisbiseo de su marido, no da un paso al costado y menos atrás. El conflicto con sus vaivenes y sus múltiples repercusiones económicas, sociales y políticas, titila en la tapa cotidiana de los diarios con títulos de catástrofe. Con una población en continuo aumento, el planeta demandará con desesperación bulímica cada vez más alimentos, sin problema alguno. Dispone de tierras feraces, maquinaria agrícola de invención y fabricación propias y hombres de trabajo capaces. ¿Por qué, entonces, no aprovechar esta bisagra histórica única que nos da el destino? La Argentina con su potencial a pleno puede producir alimentos primarios -comodities se los denomina en los mercados mundiales- para 300 millones de personas o mucho más. El proyecto que empuja el oficialismo para toda la producción granaria, es que lleve un fuerte valor agregado de modo tal que la rentabilidad sea mayor. En ese programa no pueden quedar afuera los hombres de campo, generadores directos de la riqueza. No sólo ingresaran más divisas al país, siempre necesarias, sino que generará puestos genuinos de trabaja como una forma eficaz de combatir la pobreza, esa deuda social interna de que la Argentina debe avergonzarse, porque nadie puede admitir que en el país del pan y de la carne haya todavía fragmentos de la sociedad que come de los basurales o lo que es peor la existencia, en el Siglo XXI, bolsones de indigentes que no llegan a incorporar los nutrientes mínimos para seguir viviendo. Hoy, la soja se coloca en volúmenes de gran escala en China e India, como alimento en mezclas para cerdos y aves de corral, y en menor medida en países europeos con destino a combustibles renovables, de origen vegetal, ante la certeza que el petróleo dejará de fluir de la madre Tierra, en un horizonte ya no tan lejano. Por ende, no es causal el súbito crecimiento, sin pausa, de la Argentina en el último quinquenio, en coincidencia con el turno kirchnerista. ¿Cómo es posible que no prive, por añadidura, la sensatez en la cima del poder? Sus propias arcas enflaquecen día a día, ante la decisión del universo productivo de no enviar granos a los puertos, reservando las cosechas en los silos. Es fundamental sentarse a dialogar de nuevo, urgente, olvidando agravios y desencuentros, si los hubo, por encima de intereses económicos y especulaciones políticas. Arriba de todos nosotros está la Argentina, que es de todos y es de nadie, como alguna vez dijo de la Patria el inigualable Jorge Luis Borges. . Atrincherado cada sector en su colina, con posiciones irreductibles, sin ánimo de una y otra parte a ceder nada, es muy difícil restablecer el diálogo tantas veces frustrado por resultados que terminaron en la nada. Hay razones valederas entre los actores en pugna. El campo, al disponer la continuidad del paro, que con la tregua de por medio lleva ya casi tres meses de duración con una parálisis progresiva de la economía, aduce con fundamento que no tiene sentido volver a negociar si el gobierno, en un acto previo y explícito, no admite públicamente que se tratarán prioritariamente las retenciones, si se vuelve a conversar. Los ruralistas alzados junto a las rutas de la vasta Argentina, con el frío que calo los huesos en esta época del año, decidieron no bajarse de la lucha ni arriar sus banderas. Ahora sólo quieren hablar con la presidente de la República, no aceptan otro interlocutor, cansados de tanto fracaso y de acuerdos no cumplidos, a pesar de estar cerrados, atados y firmados. En la noche del jueves, Cristina debía viajar a Lima, Perú, en cumplimiento de su agenda internacional. Demoró a propósito la partida, para analizar la última alternativa que ofrecía el campo. En Olivos, donde estuvo reunida con su marido, Alberto Fernández y el secretario general de la Presidencia, se decidió rechazar los condicionantes del campo y no volver a la mesa de diálogo, si, antes, el sector rural no levanta las medidas de fuerza. Bajo presión -Cristina dixit- el gobierno no dialogará. En consecuencia, la postal de la Argentina que hoy se ofrece es un paisaje de protesta colectiva multitudinaria, de rostros crispados por el desencanto, con tractores y maquinaria agrícola de todo tipo a la vera de las rutas. En pueblos y ciudades totalmente desconectados de la soja, también la gente hace oír su disconformidad, en demanda que los gobernadores de provincia y los legisladores de esos distritos y ante el Congreso de la Nación, abandonen su mudez, impuesta por miedo al amo, y defiendan sin tapujos a sus representados que votaron por ellos, precisamente, como defensores del federalismo y no como verdugos de su propio pueblo. ¿Qué pasará, de ahora en adelante? ¿Hasta cuándo aguantará el campo? y ¿hasta dónde estirará la soga de la soja el gobierno nacional? Es evidente que el poder central aguardaba un gesto más benevolente del agro. Por el contrario, las cuatro organizaciones que lideran la protesta, desde Santa Fe, levantaron la apuesta y prolongaron una semana más el paro. Acaso, alguno de los dirigentes pensó que hubiera sido conveniente aflojar la soga, pero el espíritu de cuerpo con el que hasta ahora vienen actuando de consuno impidió ese ademán de acercamiento. En la decisión jugó fuerte la presión de las bases agrarias junto a las rutas que no toleran más el juego evasivo del gobierno, sin que se haya atado con firmeza ningún acuerdo. Es un manoseo, se oyó decir por la televisión a uno de los muchos hombres anónimos parado a la vera de las carretas, en esa espera vana hasta ahora de que alumbre la punta de una solución. Sólo dos gobernadores, sin temor a ser regañados desde la Casa Rosada o desde Puerto Madero, se animaron a reconocer la validez de la protesta del sector rural: el de Córdoba y el de Santa Fe. Schiaretti y Binner respaldaron públicamente su posición y dieron la cara. Los demás se escondieron detrás de los cortinados, como el de Tucumán. No sólo no los acompañó, sino que los denostó cada vez que tuvo oportunidad, en el afán de no irritar a la Princesa o al Príncipe. Ante la decisión de continuar con los productores a la vera de los caminos, Schiaretti con la misma sinceridad que los apoyó, salió a reconvenirlos, señalándoles la conveniencia de abrir un paréntesis y dialogar nuevamente. Por su actitud, Alperovich el miércoles último vio la plaza Independencia inundada de tractores y camionetas. La Sociedad Rural y los autoconvocados salieron a la calle a hacer oír sus reclamos. Estaban también dirigentes y productores cañeros que reclaman mejores precios para el azúcar, con valores paralizados a un año atrás. La industria se comprometió a escucharlos y en busca de una pronta solución. Ojalá no tengan las mismas dilaciones que en Buenos Aires. Del gobernador y del ministro de la producción poco es lo que pueden esperar. El Jefe y su súbito están rendidos a los pies del matrimonio gobernante.

Analista Político

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