lunes, 12 de mayo de 2008

¿QUIÉN MANDA?

¿QUIÉN MANDA?

Por Jorge R. Enríquez

Poco antes de finalizar su mandato, Néstor Kirchner declaró que cuando dejara de ser presidente se iría a un café literario.

Que era una broma se infería del solo hecho del lugar elegido para el ocio. Nadie que haya escuchado hablar a Kirchner o que haya tenido alguna noticia sobre sus gustos, puede imaginar que es cultor de la literatura.
Nada más ajeno a él que los refinamientos, las sutilezas, los matices, el placer meramente estético de las palabras.
Mientras tanto, sigue despertando la natural preocupación de los observadores políticos y de los operadores económicos, así como de buena parte de la sociedad, la confusa situación que se da en el vértice del poder.
Concretamente, la pregunta es: ¿Quién manda? Es ésta una pregunta clásica de la politología, pero en este caso no se la formula con afán teórico o académico, sino con un muy urgente sentido práctico. Nuestra Constitución adopta, a semejanza de su principal fuente, la Constitución de los Estados Unidos, el sistema presidencialista, en el que el Poder Ejecutivo es un órgano unipersonal.
América Latina desnaturalizó ese sistema, llevándolo a lo que se ha denominado el hiperpresidencialismo, en el que el presidente es el centro de todas las decisiones y los demás poderes cumplen roles secundarios. Esa perniciosa concentración del poder se ha afirmado en los últimos años en nuestro país de modo alarmante.
Pero, ¿Quién ejerce ese poder casi incontrastable, aquí y ahora? Formalmente, la presidenta. Hace un tiempo, Eduardo Duhalde habló de un doble comando, aludiendo a un poder compartido con su marido. Hoy, sin embargo, los más avezados analistas niegan esa duplicidad. El comando es uno solo, pero ejercido por el componente masculino de la pareja.
Esta singular situación de una presidenta formal, elegida popularmente pero de funciones más bien protocolares, y un presidente real, no electo pero que ejerce el poder en las sombras (o cada vez más a la luz del día), es cuestionable desde el punto de vista de la legitimidad constitucional.
Pero también lo es en el terreno práctico. Varios funcionarios se quejan "en off" de que no saben si deben pedir instrucciones en Balcarce 50 o en las suntuosas oficinas de Puerto Madero en las que atiende -así como en Olivos- el ex presidente. Y cuando reciben una orden de un integrante de la pareja no saben si deben confirmarla con el otro.Por eso aquella frase vinculada a la falsa afición literaria de Kirchner que procuraba dar la idea de que se alejaría de la escena para no opacar a su mujer, fracasó rotundamente en sus sanas intenciones. Desde los primeros días de la gestión de su esposa, Kirchner se encargó de dejar bien en claro que el que manda es él.
Para seguir gobernando se instaló primero en unas lujosas oficinas de Puerto Madero, en las que recibía a políticos de su partido y funcionarios públicos. Se atribuye a Kirchner la frase: "No le lleven problemas a Cristina", que decodificada sería: "Tráiganme los problemas a mí, que yo voy a adoptar las decisiones". Bajo ese lema, las grandes decisiones, aquellas que denominamos “duras” pasan por esa Casa Rosada paralela.
Ahora, cuentan que va poco. Prefiere gobernar desde Olivos. Su mujer ha quedado reducida a un papel meramente protocolar. Para colmo, aquello en lo que ella estima que es una experta, la oratoria, se ha convertido en un verdadero bumerang: cada vez que habla (y le gusta pontificar casi todos los días), pierde algún punto de imagen positiva.
Ha trascendido también que el ex presidente es quien ha venido torpedeando hasta ahora todo acuerdo con el campo, a través de su fiel Moreno, que luego de las pacientes rondas que organizaba Alberto Fernández, entra a las reuniones como un elefante en un bazar.
¿Ella es más dialoguista y él bloquea esa estrategia? ¿O cumplen dos roles distintos previamente acordados?
En verdad, es indistinto, porque lo que importa es la percepción social. Esa percepción ya no abriga dudas: manda Néstor Kirchner.
La consecuencia es muy clara y evidente: una parálisis de la administración. Y esto es malo para la salud de la República, pero parecería que esa salud no formara parte de las preocupaciones del matrimonio austral.

jrenriquez2000@yahoo.com.ar

Sábado 10 de mayo de 2008

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