miércoles, 21 de mayo de 2008

CON ELIMINAR LAS RETENCIONES MÓVILES NO ALCANZA

Las tensiones políticas se podrían morigerar derogando la resolución que impuso el régimen de retenciones móviles. Pero para resolver los problemas económicos y sociales que se están agravando se necesita replantear la política económica que ha ingresado en una fase de inconsistencia terminal.
18 de Mayo de 2008 – Número 233

Planteado en otros términos, reducir las retenciones es apenas un tema menor dentro de la frondosa agenda de transformaciones institucionales que se necesita para pasar de la “competitividad cambiaria” a la “competitividad productiva”. La agenda política y económica sigue centrada en el conflicto con el campo. El punto central de la discordia es la negativa del Gobierno a revisar el régimen de retenciones móviles que decidió imponer en marzo pasado. Este esquema establece que la alícuota del impuesto a la exportación es variable en función del precio internacional. A mayor precio, mayor es la alícuota y, por lo tanto, el Estado se apropia de porciones crecientes del ingreso del productor. Ocurre lo contrario cuando el precio se deprime.Un ejercicio interesante es comparar la presión impositiva que emerge con el esquema de retenciones móviles respecto a la que surge de una alícuota fija de 35%, tomando como referencia la evolución de los precios internacionales desde el 2003. Con información del Ministerio de Economía se pueden trazar los siguientes escenarios: • Entre noviembre de 2007 y febrero del 2008, el precio internacional de la soja fue, en promedio, de U$S 445. Si se le hubiese aplicado el régimen de retenciones móviles la alícuota habría sido del 39,3% en lugar del 35% que regía en ese momento.• Entre marzo y abril del 2008, el precio internacional fue de U$S 491. Con el esquema de retenciones móviles la alícuota fue del 42,5%, es decir, 7,5 puntos más que con 35% fijo.• Entre 2003 y el 2006, el precio internacional era de U$S 317. Con este nivel de precios el esquema móvil arroja una alícuota del 25,8% en lugar del 35%.Los datos muestran que el nuevo esquema lleva a que la presión impositiva sobre el sector agropecuario sea muy sensible a las condiciones de los mercados internacionales. En determinadas circunstancias se llega a cargas impositivas exageradamente altas, pero, en otras, a niveles inferiores a los vigentes antes del cambio. Esto ocurriría, por ejemplo, si el precio internacional volviera a los niveles del 2003 – 2006.Más allá de que el esquema de retenciones móviles tiene debilidades técnicas, su principal problema es que carece de legitimidad política. Por esto, su eliminación ha pasado a ser más importante por sus consecuencias políticas que económicas. La derogación de las retenciones móviles se ha transformado casi como una condición necesaria para generar un clima de dialogo en donde se aborden las causas de los serios problemas económicos y sociales que sufre la Argentina y que de manera cada vez mas visible se están presentando en la actualidad. Pero no tiene entidad suficiente como para resolverlos.La razón es que la principal amenaza sobre el modelo de tipo de cambio real alto no es la intransigencia que muestran las partes involucradas en el conflicto desencadenado en torno a las retenciones móviles sino el agotamiento de las bases de sustentación. La cuestión sustantiva es que la recuperación de los ingresos de la población es inconsistente con la idea de sostener la competitividad de la producción local en base a un tipo de cambio real alto. Esta inconsistencia entre el nivel de los salario y el tipo de cambio se exterioriza en el vertiginoso crecimiento de los precios. Las estrategias tendientes a morigerar esta inconsistencia no han tenido éxito. Por ejemplo, el control de precios de los bienes de la canasta básica no ha dado resultados. Tampoco la manipulación de los índices. Los subsidios a empresas como forma de evitar la suba de precios también están mostrando ineficacia en la medida en que se hace cada vez mas evidente que resultan fiscalmente insostenibles y que constituyen una fuente muy permeable para la corrupción. Las condiciones no son las mismas del 2002 para pensar en una nueva devaluación. Ahora, a diferencia de ese momento, no se dispone de capacidad productiva ociosa y las expectativas inflacionarias están muy activas. Ante una devaluación la respuesta será más inflación. Por ello, revisar el régimen de retenciones puede ser un buen gesto a favor del dialogo. Pero para solucionar los problemas económicos se necesita, además de diálogo, racionalidad para generar un proceso de transformaciones estructurales que lleven a un salto de productividad. Esta es la única forma de sostener la competitividad de la producción nacional sin necesidad de entrar en conflicto con la legítima aspiración de que los salarios crezcan en un marco de estabilidad de precios.

Fuente: IDESA

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