Fundación Futuro Argentino 15/7/200821:35hs
Nadie ha dicho que el impresionante crecimiento de la producción agrícola de las dos últimas décadas fue traccionado principalmente por quienes pensaron y se organizaron con el propósito de ser grandes. Sean empresas agropecuarias, consorcios, pooles, fabricantes de grandes máquinas, proveedores de semillas y genética, productores de fertilizantes, fondos de inversión, etc. Esta revolución tecnológica que es motivo de admiración en el mundo, se hizo sin trauma y miles de productores menores tuvieron la posibilidad de convertirse en medianos o grandes, de asociarse, y de organizar fondos con aportes de profesionales, comerciantes y gente común de las ciudades. También tuvieron la posibilidad de arrendar campos para sembrarlos, con suficiente flexibilidad. La tecnología que hizo posible el impresionante aumento de los rendimientos y el uso de tierras marginales fue impulsada por quienes innovaron y fue aplicada por quienes tuvieron la capacidad de emprender, sin preocuparse acerca de si eran grandes, medianos o pequeños. La progresividad del impuesto a las Ganancias, que es en todo el mundo el instrumento clásico de redistribución del ingreso, parecería no alcanzar en la Argentina. Se piensa equivocadamente que deben emplearse subsidios e impuestos diferentes sobre las ventas derivando en un intrincado sistema de retenciones con compensaciones segmentadas por tonelaje de producción y por distancia al mercado. Es difícil imaginar que estas compensaciones en manos de un poder político no generen discriminación, favoritismos y corrupción, además de ineficiencia. No se entiende que en un gobierno correcto el logro de objetivos sociales o territoriales debe apoyarse en inversiones en infraestructura económica y social, o en programas de ayuda directa, y que el uso de impuestos a las ventas y subsidios diferenciales lo que logra es destruir producción. Parecería que muchos de nuestros políticos se sentirían plenamente satisfechos si se volviera al arado de bueyes El complejo ideológico contra “lo grande” supera al sentido común. Pero el tema de las retenciones ha venido en el parlamento con un adicional: una nueva ley de arrendamientos que se alinea también en aquel rechazo a todo lo que sea grande. Hay dos cambios fundamentales en este proyecto en relación al régimen vigente. Uno se refiere a la duración mínima de los contratos. Se propone cinco años, lo que resta flexibilidad y tiende a excluir a quienes constituyen fondos para aplicar a ciclos anuales. El otro es el que limita la extensión de tierra que puede arrendarse a un mismo arrendatario, o que una persona física o jurídica puede arrendar a otros. El límite son 10 unidades económicas, una extensión que no es importante y que afecta la obtención de economías de escala y la diversificación del riesgo. El propósito es que quienes arrienden sean pequeños o medianos productores. Lo que está en debate es hasta donde se sacrifica la producción para satisfacer un objetivo que en realidad es de caja y que para exponerlo como social e intentarlo políticamente correcto, incorpora con vehemencia la concesión demagógica a aquel complejo de los argentinos. Se pierde de vista que el aumento del bienestar y del salario para millones de argentinos, sólo puede fundamentarse en el crecimiento de la producción y en su abaratamiento mediante inversiones y tecnología. Estas cuestiones son las que diferencian, por ejemplo, a la Argentina del Brasil. Los brasileños en general piensan en grande y esto supera sus complejos y sus ideologías. Así avanzan. Muchos argentinos por lo contrario, son devotos de la guillotina horizontal: a todo aquel que levante la cabeza por sobre los demás, hay que cortársela. Si queremos un país grande, es necesario erradicar esta errónea devoción.
Manuel A. Solanet
viernes, 18 de julio de 2008
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1 comentario:
Maravilloso. Más claro, imposible. Mientras nuestro gobierno central castiga a todo el que "piensa en grande", en Brasil se los subsidia. Así estamos... y así están ellos.
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