jueves, 10 de julio de 2008

Educar. Una estrategia posible.

Educar. Una estrategia posible.

El conflicto del campo sigue escribiendo su historia. Tiene, por ahora, un final abierto. No obstante ello, su prolongación en el tiempo, trae consigo profundas consecuencias.
Los expertos en negociación dicen, que uno de los últimos recursos a aplicar cuando no se consigue un acuerdo, consiste en "educar". Esto implica explicar al otro, cuáles son las consecuencias que conlleva no alcanzar un acuerdo.
Existe un mito que dice que los poderosos negocian en mejores condiciones porque terminan imponiendo su decisión ante el temor de su poder. El clásico ejemplo, es aquel por el cual el empleador consigue que su empleado haga lo que él desea por el mero hecho de ser su patrón. Lo logra por jerarquía. En realidad se trata de una gran falacia que sólo justifica la propia incapacidad para ver las cosas de una forma diferente.
Siempre hay opciones. Pero hay que saber verlas. Luego enseñarlas, explicando al otro lo que implicará no encontrar un acuerdo razonable. Aun así, no consiguiendo esto, siempre tendremos alternativas. Sólo hay que tener el coraje, estar dispuesto a tomar esas variantes. Y eso ya no depende de los otros. De eso se trata la libertad.
Aun en casos donde unos parecen estar en mejores condiciones que otros, porque están en posiciones superiores, existen caminos para alcanzar una negociación.
Negociar supone que AMBAS partes salgan satisfechas consiguiendo sus objetivos de forma razonable. Un acuerdo donde unos ganan y otros pierden sólo es el primer paso de una larga sucesión de revanchas para vengarse de los triunfos ajenos. No hace falta buscar demasiado a nuestro alrededor para ver múltiples ejemplos de esta descripción.
Pero hasta ahora, el denominado conflicto del campo, no ha hecho más que mostrarnos una combinación de hipócritas argumentos que no se ajustan a la cuestión de fondo, con poco creativas medidas de uno y otro lado.
El trillado recurso nacionalista de la bandera, el himno y la escarapela, plagado de discursos que apelan a la patria, los héroes y nuestros fundadores, no es más que eso, un recurso. Sirve, ayuda, hasta orienta, pero no va al fondo del asunto. Este tema, enfrenta a muchos argentinos y proviene de una decisión estrictamente económica. Es racional, y por lo tanto, hay que debatirla en el campo de las ideas y no en el de las emociones.
Desde lo táctico puede valer casi cualquier cosa, pero para lograr acuerdos es necesario recurrir a argumentos tangibles que sostengan la posibilidad de un acuerdo.
La posición del gobierno ya la conocemos. Inflexible, recaudatoria, tal vez hasta ideológica. Gente entrenada, preparada y con gimnasia en esto de buscar rivales. Están en su salsa. Hacen lo que más saben, confrontar. Además conocen el juego y sus reglas.
El campo, por el contrario menos experimentado en esto, aprende sobre la marcha, asesorándose, rodeada de consultores que le dicen qué ofrecer a cambio. Buscando aliados en la política, en la religión, en las organizaciones civiles y la sociedad, tratando de sumar voluntades, como si la matemática otorgara razones adicionales.
Han hecho un gran esfuerzo, sin dudas. No es tiempo de criticar. Probablemente sea el costo del aprendizaje de enfrentar a especialistas. Sin embargo, es necesario detenerse unos segundos a reflexionar sobre el escenario actual. Tenemos un gobierno inflexible, dispuesto a dar batalla con sus mejores jugadores, parado sobre su posición original y argumentando acerca de las bondades de no claudicar, tirando toda la basura y la voluntad popular sobre los poco carismáticos dirigentes del campo.
La ventaja de superioridad inicial a lo que se agrega una sociedad impaciente, confluyen en una fórmula que parece predecir el resultado. La sociedad siente ahora las consecuencias de las cada vez menos creativas medidas que el sector rural propone.
Este recorrido lleva invariablemente a una derrota que más tarde o más temprano implicará una revancha, del gobierno, del campo o incluso de la sociedad. Uno de los sectores no siente que debe negociar. Cree que le han conferido en las urnas el poder suficiente para imponer criterios y tomar decisiones por los demás. Si no siente que debe negociar, pues no negociará. Es lo que ya ha demostrado sobradamente.
El campo está entonces, entre la espada y la pared. Este camino lo conduce a un seguro fracaso, y ese resultado no le conviene a nadie. Es preciso retomar la cordura y sentarse a conversar soluciones que nos lleven por el rumbo adecuado.
Existe, tal vez, una manera de "educar" a los que no quieren negociar, mostrándole la razón por la que sí deben hacerlo.
El meollo de la cuestión parece pasar por las retenciones. Al menos ha sido ése el detonador. Un razonamiento lineal propondría ir al hueso del asunto. Éste es un impuesto a las exportaciones, pues la medida educativa adecuada es NO EXPORTAR. Ya no porque ellos regulen el mercado, fijen cuotas o decidan cuándo si y cuándo no. Sino por la propia decisión de los exportadores. Alguien diría "eso no le conviene al campo". Es cierto. Tampoco al gobierno. Alguien diría "el campo perderá mucho dinero". Es cierto. También, si este conflicto no se resuelve, el campo colapsará.
Así se educa. Con cuestiones prácticas, osadas pero pragmáticas, valientes, costosas, esforzadas pero consistentes. El porcentaje de retenciones que quieran aplicar sobre NADA es NADA. El de antes o el de ahora. Tendrán así las manos vacías.
Esta decisión, extrema por cierto, valiente y hasta coherente, vendrá acompañada de consecuencias favorables adicionales.
La primera de ellas, es que podrían INUNDAR el mercado interno de mercaderías, provocando una considerable disminución del desabastecimiento evitando así que los ciudadanos sigan siendo los rehenes de esta historia, retirando también argumentos que hoy son esgrimidos desde el sector gubernamental.
La segunda, sería demostrar que esto se trata de convicciones y no de dinero. Cosa que hasta ahora, genera dudas en muchos de los que acompañan, instintiva y moralmente al campo cuando se adhieren en cuanta manifestación popular se convoca.
Con las convicciones no se tranza. Los principios no son materia de negociación. Se pueden acordar sobre intereses y satisfacerlos aceptablemente. En definitiva, para negociar, resulta importante educar y así restablecer el diálogo perdido. Para ello es imprescindible coraje, creatividad, pero sobre todo, convicciones.

Alberto Medina Méndez
03783 – 15602694
Corrientes – Corrientes – Argentina
amedinamendez@gmail.com

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