viernes, 11 de julio de 2008

El liberalismo no defiende la verdadera libertad

Un inteligente lector, joven profesor de amplia cultura política, Juan Francisco Ramos Mejía (h), me escribió una carta a propósito de mi artículo sobre García Marquez. Como, al pasar, yo había atacado los gobiernos liberales de nuestra historia, me escribió defendiendo cierto liberalismo a lo cual respondí reiterando lo que pienso sobre esa ideología, la libertad y la acción política que debe hacerse para acabar con la tiranía "kirchnerista". Por considerar el tema de interés general, publico la carta del lector Juan Francisco Ramos Mejía (h), del 7 de Julio y luego mi contestación.
"Muchas gracias por poner en evidencia la crueldad y falta de capacidad literaria de Garcia Marquez y la estupidez de todos los que lo elogian... "Con relación al liberalismo, insisto en que muchas cosas se llaman liberalismo que no son liberalismo, y el liberalismo que vos atacas (la versión Jean Rousseau, John Rawls, Carlos Nino) poco tiene que ver con el verdadero liberalismo (John Locke, Juan de Mariana y la Escolástica Española, Adam Smith, Ferguson y la Escuela Escocesa, Thomas Jefferson, James Madison y los Founding Fathers, Frederic Bastiat, von Humboldt, Lord Acton, Juan B. Alberdi, Ludwig von Mises, Friedrich Hayek y la Escuela Austriaca, Milton Friedman y la Escuela de Chicago, James Buchanan, Gordon Tullock y la Escuela del Public Choice, Robert Nozick, Murray Rothbard y el Libertarianism en EEUU, Rocco Buttiglione, Robert Siricco y el Personalismo Economico del Acton Institute). "Para ellos el liberalismo es la filosofía política caracterizada por el respeto a los derechos indivduales de la persona humana que son la vida, la libertad y la propiedad, derechos preexistentes e inalianebles al Estado de los que gozan las personas por ley natural o sobrenatural. Creen en el conocimiento objetivo y no son relativistas. "Como sé que vos compartis estos ideales, te insto a que, para evitar confusiones y confrontaciones innecesarias con muchos liberales de los buenos, hagas salvedad de esta buena tradición del liberalismo y dirijas tus criticas al liberalismo roussoniano relativista y totalitario." * * *

CONTESTACIÓN
Muchas gracias por tu carta. Me alegro que compartamos la crítica al gran mistificador premiado desmesuradamente por el "establishment" a causa de su disparatada novela "Cien años de soledad". Te agradezco también tu consejo de no confundir el liberalismo "russoniano", "relativista y totalitario" con el de los muchos autores que citás que se reconocen como liberales pero que definen su doctrina de una manera conforme con "la ley natural o sobrenatural". "Para ellos -decís en tu carta- el liberalismo es la filosofía política caracterizada por el respeto a los derechos individuales de la persona humana que son la vida, la libertad y la propiedad, derechos preexistentes e inalienables al Estado de los que gozan las personas por ley natural o sobrenatural. Creen en el conocimiento objetivo y no son relativistas." * * * De esos autores sólo conozco un poco al Padre Juan de Mariana SJ y al Padre Francisco Suarez SJ a quienes se les atribuye doctrinas "liberales" que estaban muy lejos de sus mentes. Ellos enseñaron una doctrina sobre el bien común de todo el pueblo y sobre la legitima posibilidad de que éste designara a la persona que habría de ejercer el gobierno, pero nunca admitieron que la autoridad venía del pueblo sino que siempre se basa en la autoridad divina que creó al hombre sociable. Jamás sostuvieron que los hombres fueran libres de resolver lo que se les ocurriera mediante votación sino apenas de elegir los medios legítimos para alcanzar el fin debido, siempre conforme con la ley natural y la ley divina de las cuales es custodia la Iglesia Católica. Esa enseñanza es perfectamente compatible con la doctrina política de la Iglesia enseñada por Leon XIII en sus famosas Encíclicas "Inmortale Dei" y "Libertas". Allí se enseña que la Iglesia siempre ha sido defensora de la libertad verdadera, puesto que Dios mismo hizo al hombre dotado de libre albedrío y sin ese don la salvación del alma sería impensable. Sólo que la Iglesia sabe -y eso el liberalismo no lo acepta- que a causa del pecado original el hombre puede usar mal ese don y destruirse a sí mismo y a la sociedad humana. Para prevenirlo existen la ley natural y la divina, irrevocables por voluntad humana, que, en sus aspectos públicos deben ser exigidas con imperio por la ley positiva. La gracia conquistada por Nuestro Señor Jesucristo en la Cruz que nos ayuda a ser como debemos ser. * * * La gran diferencia entre esa filosofía y el liberalismo está en que según éste, las mayorías pueden resolver cualquier asunto de cualquier manera, sin que se pueda oponer la ley natural o divina para anular una decisión que las ofenda. Por ejemplo, el divorcio y el aborto. Si un Parlamento vota sendas leyes que los aprueban, los liberales no tienen argumentos para considerar nulas esas decisiones. Podrán oponerse por razones de conciencia personal pero lo único que admiten es que se intente persuadir a la mayoría para revocar esas leyes las que, entretanto, consideran válidas y exigibles. Esta es la razón fundamental por la cual el liberalismo está condenado por la Iglesia y por la razón natural. El Padre Félix Sardá y Salvany en su libro "El liberalismo es pecado" lo explica exhaustivamente. * * * Ocurre que los liberales que son buenas personas, como es tu caso, sabiéndose con fe y que nunca aprobarían leyes inmorales, creen que los otros liberales aceptarían la misma restricción. Pero en el fondo saben que no hay argumentos en la doctrina liberal para anularlas y juegan continuamente con la palabra "liberalismo" sabiendo que se presta a equívocos, sin resolverlos, con lo cual prestigian el "partido liberal" y abren el camino a los auténticos liberales, que no son ellos sino los otros, los que no reconocen ninguna otra autoridad por encima de la voluntad mayoritaria. Un equivoco con el que juegan los liberales, inclusive los que son buenas personas, es el que se oculta detrás de las palabras "voluntad mayoritaria". Ellos saben -y no pueden ignorarlo sino de mala fe-, que la supuesta "voluntad mayoritaria" está fabricada por un sistema de partidos organizado y restrictivo que proscribe a todo disidente por la fuerza del dinero, de la publicidad y de una ley electoral proscriptiva hecha por ese mismo sistema (y si todo eso no resulta, por el fraude). Saben que el pueblo es un "convidado de piedra" cuyo voto está condicionado de mil maneras, en perjuicio del pueblo mismo. Sin embargo, la ortodoxia liberal que debería obligarlos a combatir todo ese tinglado como nulo e inválido, es olvidada por los liberales en nombre de un "realismo" que cohonesta los vicios a cambio de que se mantenga la teoría de la "soberanía popular". * * * Otro equívoco que los liberales utilizan es la palabra "libertad" como si fuera sinónimo de "libre albedrío". Este último es la facultad dada por Dios al hombre para elegir entre el bien y el mal. Elegir lo primero es laudable, lo segundo es censurable y debe ser restringido tanto cuanto sea posible por medio de la ley y la autoridad. Sin embargo, ni la ley ni la autoridad pueden suprimir el libre albedrío ya que el hombre será siempre hombre y responsable de sus actos por tener esa facultad. En cambio, la "libertad", tal como lo enseña la Iglesia (ver Encíclica "Libertas" de Leon XIII) y la buena filosofía, es la posibilidad de elegir los medios que llevan al fin debido. El hombre es "libre" de elegir el camino que lo lleva a realizar un objetivo bueno; no es "libre" de elegir un objetivo malo, aunque tenga la triste posibilidad de hacerlo a causa del libre albedrío de que está dotado. El hombre no es libre de elegir los objetivos morales ni su fin último. Eso le es impuesto por Dios mediante la ley natural y la ley divina, de las cuales debe ser reflejo la ley humana. Una ley humana que contradiga la ley natural o la divina no es ley, es pura violencia y nula de nulidad absoluta. El liberalismo, por el contrario, sostiene que el hombre es "libre" de elegir cualquier objetivo, aún su fin último, y que la ley moral no se le puede imponer en nombre de un Legislador eterno ni en nombre de una naturaleza creada con una esencia determinada por el Supremo Hacedor. De ahí que consideren como una imposición intolerable toda moral objetiva exigible a todos los hombres. Si me respondés que vos no sostenés nada de eso, entonces te diría que no te llames "liberal", porque el liberalismo es eso. El catolicismo defiende la libertad mejor que ninguna otra escuela y rechaza el liberalismo. * * * Mencionás en tu carta varios nombres de economistas liberales. Estos economistas sostienen la propiedad privada y la libre iniciativa. Ambos principios son defendidos por la doctrina social de la Iglesia, pero junto con eso la Iglesia proclama la supremacía de la Justicia. Nadie es libre para ofender la Justicia que está objetivamente definida en principios inmutables y que debe ser aplicada a los casos concretos por una autoridad que sea legítima en su origen y en su acción. Los economistas liberales cometen, por lo menos, dos errores: 1) Llamarse liberales, con lo cual cargan sobre sí todos los equívocos provocados por sus congéneres desde Robespierre hasta Cavallo. 2) Decretar la supremacía del "mercado" o sea, de una regla de oferta y demanda que esté por encima de la Justicia y que no admita -según los liberales- ninguna corrección so pena de arruinar todo el sistema. El nombre "liberal", quiérase o no, está cargado con todos los errores y crímenes del liberalismo moral y político. Si los economistas liberales no se solidarizan con esos errores ni con esos crímenes deberían usar otro nombre. De lo contrario, su defensa de la propiedad privada y de la libre iniciativa como si fueran patrimonio exclusivo del liberalismo -ambos principios son de derecho natural-, ayuda a los liberales en lo moral y en lo político a propagar sus ideas contrarias a la ley natural y a la ley divina. No hay que usar palabras equívocas. * * * El mercado es una forma natural de encontrarse quienes ofrecen algo con quienes necesitan comprar algo. Sin embargo, hay dos cosas relacionadas con el mercado que los liberales sólo admiten a regañadientes porque contradice su teoría: a) El mercado nunca es libre, siempre está dominado por los grandes operadores que usan su poder cuando les interesa, a pesar de las reglamentaciones de algunos Estados para prevenir juegos de Bolsa. b) Las injusticias que cometan quienes dominan un mercado pueden producirles enormes ganancias que los liberales no condenan. Por el contrario, los admiran como "empresarios exitosos". La "ley moral de los cambios" no permite que en un negocio alguien salga inmensamente rico y su contraparte resulte arruinada. Sin embargo, ese es el origen de la fortuna de una gran parte de los "empresarios exitosos". * * * Me preguntarás por qué propongo, entonces, la Constitución de 1853 como programa mínimo de una acción política que rescate nuestra Patria de la tiranía. ¿No es acaso la Constitución de 1853 obra de liberales y vaciada en moldes liberales? La respuesta es la siguiente: La tiranía "kirchnerista" es marxista, o sea, tributaria de una ideología que niega todas las libertades legítimas (las ilegítimas e inmorales las absorbe como propias, por ejemplo, el amor libre). Los tres poderes, el Ejecutivo, el Legislativo y el Judicial, están dominados por inmorales que desprecian todo bien y conculcan descaradamente todos los derechos. La Constitución de 1853, hecha por los liberales para modificar una sociedad basada en el catolicismo, y sus garantías nominalmente consideradas, pueden invocarse contra una tiranía socialista que las otorga únicamente para el mal y las niega a todos los buenos. Podrás decirme: "Sí, pero en caso de que Ud. llegue a gobernar, los marxistas invocarán esas libertades contra el verdadero Derecho". Pero no podrán hacerlo porque contra ellos regirá el derecho civil y el derecho penal que condena todos sus latrocinios, crímenes e inmoralidades. Como decía el gran Presidente mártir del Ecuador: "Para el Bien y los buenos todo; para el Mal y los malos, la Ley". Espero haber respondido a tu inquietud y te agradezco la oportunidad que me has dado de escribir estas aclaraciones.



Por el Dr. Cosme Beccar Varela

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