El voluntarismo nacionalista.
El grandilocuente anuncio de los presidentes de Brasil y Argentina anticipando la decisión del abandono del dólar como moneda para el comercio bilateral entre esos países, es sólo otra muestra más de hasta dónde puede llegar la impronta populista de los líderes de estas latitudes.
Plantear la eliminación de la moneda estadounidense para las transacciones comerciales bilaterales es simplemente una nueva demostración de que el nacionalismo latino sigue incursionando por aristas muy creativas.
Intentar disponer normativamente que el dólar estadounidense dejará de ser la moneda a través de la cual operarán en materia de comercio internacional Brasil y Argentina sólo puede provenir de la demagogia más tradicional.
Como en tantas otras ocasiones, frente a decisiones similares, se tiene todo el derecho a dudar, si esto forma parte del desconocimiento acerca de cómo funciona el mercado, o si se trata de otra hipócrita puesta en escena del populismo sudamericano.
En el primer caso, hay que suponer que ambos mandatarios, creen férreamente que una norma alcanza para reemplazar una unidad de medida con la que piensan y operan los que a diario se ocupan de estos mercados. Desde lo formal probablemente, importadores y exportadores de estas naciones, terminen dando cumplimiento a los burocráticos procedimientos que la nueva regla imponga. Lo que no podrán evitar es que las empresas sigan "decidiendo" en dólares, definiendo valores teniendo como parámetro, tácito, la moneda internacional que intentan aniquilar ingenuamente los gobiernos.
En el segundo caso, saben a priori, que esto se agota en el mero anuncio, que solo refuerzan el espíritu nacionalista de sus huestes para darle consistencia a su electorado de origen. Saben, que la medida no resultará, pero esta "música" suena demasiado bien a los oídos de los votantes locales tanto en Brasil como en Argentina.
Toda una clase política es cómplice de esta forma de hacer las cosas. Incluida la oportunista oposición que se silencia por no opinar lo políticamente incorrecto.
Algunas declaraciones sonaron especialmente ridículas, como esas de quien, intentando elogiar la objetable decisión, fue más allá, diciendo que esto permitiría optimizar, economizar y agilizar la relación económica entre ambos países atribuyendo al anuncio, una simbología de "madurez regional".
Cuesta entender ese nivel de razonamiento. Siguiendo ese hilo conductor deberíamos pensar entonces que aquellos países que aún siguen operando internacionalmente en dólares mantienen "inmaduras relaciones comerciales" con otras naciones.
La integración internacional es saludable pero requiere de muchos menos prejuicios que esta payasada nacionalista. Por ahora sólo asistimos a esta parodia llena de anuncios vacíos y superficiales.
La apertura económica requiere bastante más que esta insistente muestra de integración regional que más parece una forma de cerrarse que de abrirse a los mercados. Esta manera de integrarnos, desnuda una bélica visión del comercio.
Los demagogos de turno creen que el comercio no permite integrar pacíficamente a las sociedades. Por el contrario viven los acuerdos comerciales como alianzas políticas planteando aquello de que se debe comerciar sólo entre "amigos".
Recitan un discurso donde hay buenos y malos, pero demostrando su vigente incoherencia de ideas y valores, operan y acuerdan con dictaduras de toda índole. Ni siquiera tienen claro lo que piensan, o tal vez sea peor, lo saben pero sus visiones no resisten el más mínimo cuestionamiento racional porque caen por su inconsistencia.
El comercio internacional es una forma de integrar a las sociedades de un modo pacífico, tolerante y respetuoso. Comerciar con seres humanos a los que no conocemos, de culturas diferentes, con los cuales tal vez no acordemos en casi nada, es una demostración de que el comercio entre naciones es el lenguaje universal más adecuado.
Pero la ambigua ideología imperante que mezcla ese falso nacionalismo con anacrónicas creencias económicas, sigue gobernándonos irremediablemente.
No lo hace, sin la anuencia de una siempre importante cantidad de ciudadanos que los votan de una u otra manera. El sistema de ideas que cree que integrarse a través del comercio es peligroso, sigue vigente. Viven las relaciones del comercio internacional como una forma de confrontar. Se habla de protección, cuando en realidad cerrar las fronteras al mercado internacional sólo protege a los abusadores locales, que con sus ineficiencias cobran a los ciudadanos mas de lo que valen sus mercaderías.
Los que hacen lobby para evitar la integración son los ineficientes que precisan de políticas artificiales por parte del Estado para torcer el rumbo de lo que naturalmente sería la elección libre de los ciudadanos.
Hemos sido contaminados viralmente por razonamientos económicos como éstos que nos enseñan que exportar nuestros bienes está bien y que importar está mal, y que hacerlo en dólares nos hace imperialistas.
Creer que se puede disponer por normas, de cuestiones que se derivan de la credibilidad de una moneda es pecar de ingenuo, o lo que puede ser peor, abonar perversamente a establecer una lucha ideológica con símbolos como estos.
La demagogia populista sólo ha dado otro paso más en esta línea. Se trata, una vez más, de otro anuncio del voluntarismo nacionalista.
Alberto Medina Méndez
amedinamendez@gmail.com
03783 – 15602694
Corrientes – Corrientes - Argentina
martes, 16 de septiembre de 2008
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