jueves, 21 de agosto de 2008

UNA ECUACIÓN QUE NO CIERRA

UNA ECUACIÓN QUE NO CIERRA

Los datos de los valores de las commodities no son alentadores en punto al sostenimiento de un modelo que consideramos agotado hace bastante tiempo. La realidad económica internacional en lo referente a commodities es realmente desalentadora.Por Héctor Blas Trillo Algunos valores muestran a las claras una caída de proporciones, y por lo tanto se deteriora la posibilidad de financiar el gasto o la obra pública con superávit fiscal proveniente de las llamadas retenciones a las exportaciones.ALGUNAS CIFRASDiego Cabo y CArlos Manzoni publicaron el domingo un interesante trabajo en el diario La Nación en el cual hacen referencia a la caída de los precios de las materias primas en el mercado internacional. El barril de petróleo luego de alcanzar los 147 dólares el 11 de julio, quedó por debajo de 114 dólares el último viernes. El oro, luego de pasar los 1.000 dólare, cayó a sólo 792,10 la onza troy, también el viernes. Esta última cifra es 22,40 dólares menor que la del jueves pasado. La plata cayó un 12%, el maíz bajó más del 30% desde comienzos de julio y la soja cerró ese día en Rosario a $ 820 la tonelada, luego de haber llegado a $ 1.163.- el 6 de febrero. En el mercado de futuros de Chicago, la oleaginosa pasó de 604,04 dólares el 4 de julio, a 445,15 unidades de dicha moneda, siempre el viernes pasado. LAS CUENTAS NO DAN Como es sabido, el superávit fiscal argentino no responde a una genuina política de mejoramiento de la productividad e incremento de la eficiencia. En absoluto. En todo caso los bolsones de mejoras en estos parámetros se han dado en los sectores de mayor rentabilidad, es decir en la producción de oleaginosas y granos en general. Y no por efecto de una política fiscal adecuada sino antes bien pese a la presión fiscal y las dificultades francamente incomprensibles impuestas por funcionarios ineptos y prepotentes.Si tomamos en cuenta que más del 80% del superávit fiscal primario está basado en los impuestos a las exportaciones, denominados retenciones de manera eufemística, podemos observar que la merma en la recaudación que la sóla baja de los precios mencionada produce resulta más que significativa. Es que la recaudación estimada proveniente de dichas retenciones es del orden de los 11.000 millones de dólares, solamente si tomamos en consideración la soja, el maíz y el girasol. Si agregamos la producción pecuaria estamos en cifras que superan los 13.000 millones de la moneda norteamericana. Y del sector sojero provienen U$S 8.600 millones. Hay que decir que los precios actuales no son malos si los comparamos con los vigentes a fines de 2006, pero lamentablemente el proceso inflacionario existente, producto de la emisión de moneda para sostener el cambio, está produciendo estragos en materia de costos para los productores, a lo que se suma la baja en el tipo de cambio producida en los últimos meses, luego de años de no acompañar el ritmo inflacionario real.El gasto público ha crecido de manera descomunal, muy por encima de la inflación real. A ello han contribuido la impresionante maraña de subsidios crecientes y las necesidades energéticas que obligan a gastar ingentes sumas en importaciones de fueloil, gas, gas licuado, usinas móviles y toda una gama de salvatajes a los que debe recurrirse sistemáticamente y cada vez más asiduamente y en mayor cantidad en la medida en que la infraestructura existente no resiste el crecimiento económico operado. Y no resiste no sólo por tal crecimiento, sino también por la baja de la inversión en general producida en todo lo que tiene que ver con la cuestión energética. Hay que sumar a ello también la inflación, porque es a partir de la necesidad de tapar las subas de precios con ayuda oficial como se disimula la realidad inflacionaria. No es que no suban de precio los pasajes de trenes, colectivos o aviones, por ejemplo, es que el Estado paga la diferencia. Lo cual equivale a decir que sí suben pero no se registra tal suba. IMPROVISACIONESLo ocurrido con los bonos vendidos a Venezuela a tasas francamente leoninas y la posterior recompra de títulos para tratar de corregir el error muestra un grado de improvisación notable. El desconomiento, la impericia, y otras falencias se han sumado a este hecho. Por lo que se sabe y se ha publicado, fue el ministro De Vido quien desde el Ministerio de Planeamiento decidió esa venta, pasando por encima del ministro de economía (prácticamente dibujado) y también del presidente del Banco Central. Otras veces hemos señalado que en un modelo intervencionista como el que vivimos, algunos funcionarios cuentan con el poder necesario para inmiscuirse en la compraventa de bonos, en la producción de leche, en la exploración petrolera, en la fabricación de tortas de chocolate o en lo que se les ocurra. Basta oirlos hablar como si de todo ello supieran y fueran exitosos productores para comprender en dónde estamos parados en este punto.Los arrebatos de Guillermo Moreno han sido señalados en esta columna hasta el cansancio. Pero este funcionario ha contado con el aval del matrimonio presidencial, que a estas alturas parece haber creído a pies juntillas que la economía se maneja a palos y con un proverbial revólver sobre la mesa. Más los consabidos insultos a los que se agregan impresentables actos públicos con gente arreada luego de recibir los planes de ayuda correspondientes.El elocuente despropósito de la intervención en el Indec nos acerca lamentablemente a aquel viejo concepto de la república bananera, que como se sabe proviene de un viejo film del realizador Woody Allen, titulado Bananas, precisamente. Pero si el despropósito es de por sí tragicómico, la insistencia en él conlleva una especie de ceguera intelectual de una gravedad inusitada.No pretendemos que un personaje ignorante y prepotente cambie su modo de ser. Alguna vez el ex ministro Lavagna señaló en un reportaje que él no permitía el ingreso de Moreno a su piso del Ministerio porque era un individuo que cuando alguien se acercaba a hablarle le pedía que se pusiera firme. Contar esto y mostrar un patetismo inconmensurable es lo mismo. Y Lavagna lo contó en un reportaje radial que oyeron nuestros propios oídos. ASIGNATURAS PENDIENTES Obviamente que corregir el problema del Indec es un elemento fundamental, pero está en la superficie de la cuestión. Equivale a arreglar el termómetro, por decirlo así.Pero resolver el problema de la inflación implica la corrección profunda del modelo elegido. Mejorar la productividad y la eficiencia. Terminar con los subsidios y el gasto público excesivo. Bajar progresivamente las retenciones a las exportaciones y no comprar dólares a precios superiores a los del mercado mediante emisión espuria de moneda. Una apertura progresiva de la economía dentro del marco de la legalidad y, llegado el caso, el antidumping, para favorecer la competencia, y un tipo de cambio fijado libremente. El trabajo por hacer es inmenso y su repercusión social puede ser enorme. Pero no hacerlo implicará continuar la espiral inflacionaria, desacelerar la economía, bajar la calidad de vida y aumentar los índices de pobreza de manera dramática. La postergadísima reforma del Estado debería estar también en el centro de la gravedad del sistema. No es posible que todo lo vinculado a lo público en la Argentina sea pagado dos y tres veces (seguridad, salud, educación). Tampoco es razonable que Nación, provincias y municipios se carguen de las llamadas capas geológicas de empleados. El límite debería provenir de la propia Constitución y ser taxativo y específico por la vía reglamentaria. La ineficiencia es el cáncer que afecta la productividad. Y éste gobierno ha pretendido resolverla mediante el llamado tipo de cambio competitivo. Es decir, sin generar competitividad sino inventándola con un artilugio monetario. Inflacionario desde el vamos. Ciertos puntos son a nuestro entender básicos, pero dudamos que se lleven a la práctica, lamentablemente. En la Argentina actual un productor agrario recibe $ 1,80 por dólar aproximadamente y en promedio, mientras que un industrial recibe 3,05. Esto y decir que el primero sostiene al segundo es lo mismo. Y esto hay que cambiarlo.Arreglar con el Club de París es algo que vienen reclamando todos los foros económicos, excepto algunos grupos oficialistas cuyos razonamientos no llegan a concretarse nunca, ya que se detienen en intentos descalificatorios de quienes sí razonan respecto de la necesidad de abrir la financiación internacional, hoy reducida a un sólo país: Venezuela. Resolver el problema de los llamados Holdouts , es decir de aquellos acreedores que no ingresaron en el canje de deuda del año 2005 y que fueron borrados literalmente del monto de la deuda pública, es el otro aspecto que hay que resolver con premura. Mientras no se arribe a un acuerdo con este sector, siempre estará la espada de Damocles sobre la cabeza de cualquier operatoria internacional de nuestro país. Como se sabe, los intentos de embargos se multiplican por el mundo contra intereses argentinos, con lo cual las limitaciones en la actividad financiera son evidentes. La quita compulsiva de deuda produjo un daño enorme a la credibilidad argentina, pero el literal pelito al campo que se le ha hecho a los bonistas que no aceptaron el canje es absolutamente inmoral y debe corregirse. Hay que tener en cuenta que el proceso de no pago se inició con una verdadera ovación en el Congreso de la Nación visto por todo el planeta. Dar vuelta esa imagen no será tarea sencilla y requirirá varias generaciones, pero es preciso dar muestras de cambios, y no seguir en el mismo tren como si nada hubiera ocurrido. La cuestión energética es un aspecto también gravísimo. Generar inversiones requiere iniciar el camino de la seriedad y de la seguridad jurídica, lo cual a nuestro entender requiere un acuerdo amplio entre los distintos frentes políticos, y no únicamente declamaciones. No es fácil para un país que sistemáticamente ha violado todo tipo de acuerdos, contratos y leyes, decir que ahora no lo hará más. Pero en la agenda está revertir esta incredulidad

DR. HÉCTOR BLAS TRILLO

Fuente: Agrodiario- Estudio Hector Blas Trillo

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