sábado, 9 de agosto de 2008

La politica orgiástica de las subvenciones kirchneristas. La Patria Subsidiadora

Menciónase a la orgía como un desenfreno en la satisfacción de los deseos y las pasiones. La fiesta dionisíaca comenzó en “la Argentina río revuelto” en torno y con posterioridad al golpe de estado contra el presidente De la Rúa, seguido de inmediato por una bufonesca sobreactuación del default teatralizado entre Rodríguez Saá y la parte bullanguera del Congreso Nacional, después las anacrónicas “soluciones” de Eduardo Duhalde y Remes Lenicov mediante la audacia de trastrocar la escasa confianza que podía sobrevivir en un país alterado por la crisis institucional.

Las trasnochadas asambleas legislativas no hicieron otra cosa que transformar a la herida nación en una bolsa de gatos manejada por los caudillejos unidos del Gran Buenos Aires y las corporaciones sindicales.Únicos bastiones de poder dispuestos a articular una política improvisada, sin brillo ni imaginación, con el sólo objetivo de construir el poder por el poder mismo. La devaluación y la pesificación asimétrica -todo el esfuerzo premeditadamente centrado en la cuestión de las finanzas públicas- alejaba a la comunidad de la única posibilidad de acercarse en la búsqueda de la panacea para sus males. Fue la consolidación del desastre. Lo que se dio en llamar sin gracia alguna: la caída hasta el tercer subsuelo.En ese escenario, ni Duhalde ni Kirchner se atrevieron a enfrentar la realidad. Sólo pensaban en dominar la ilusa caja mágica de la administración del Estado burocrático. En las escasas reservas. En la economía de la suma cero. No lo entendían. Saliendo al mundo, restaurando la confianza, atrayendo inversiones y asistencia financiera este país se encausaría hacia la senda del desarrollo. Tomaron el camino equivocado.Tuvo Kirchner la suerte de encontrar un momento excepcional de bonanza en el orbe para invitar a los argentinos a incorporarse al sistema de los países del primer mundo, pero dentro de esa euforia sólo imaginó la hidra asfixiante del manejo de los subsidios cruzados. Un Kirchner salvado de las aguas del Nilo por la soja transgénica que exportaban nuestros sufridos y valientes hombres de campo desde 1996. Los frutos los vino a cosechar desde 2004. Este Moisés desagradecido no paró de insultar y despreciar a sus redentores.Tampoco fue casualidad, este desagradable presidente venía de una experiencia provincial amañada en vicios feudales, irresponsable manipulador de la obra pública, con ostentosos manejos de iracundo capataz y astuto monopolizador de privilegios para su entorno político y los “amigos de la burguesía complaciente”.Cuando debió cumplir con su deber de gobernante en el orden nacional y afrontar la cruda realidad de los montos tarifarios se encerró en una burbuja y decidió esconderse tras el parapeto de los subsidios. Tan sólo buscaba dos objetivos nítidos. Por un lado la popularidad y por el otro el control personal de los dineros públicos con el fin de someter bajo su férula a todos los estamentos institucionales de la nación, las provincias, sus municipios, el poder judicial, el Congreso y las legislaturas, el periodismo y los sindicatos.La red elefantiásica de subsidios le permitiría cubrir los baches con su singular exposición de benefactor personal ante los afluyentes conflictos y de paso acallar las protestas o disgustos del electorado. Mataba así varios pájaros con un solo tiro. Generó un terror robespierreano sobre gobernadores, legisladores, jueces y empresarios. Sutilmente fue tejiendo la tela opresiva que le acercó la suma del poder público. Kirchner abusó de los decretos de necesidad y urgencia sin ninguna necesidad ni urgencia.Utilizó a su propia esposa senadora para reglamentar los sistemas que le permiten usurpar las potestades del Congreso y la Justicia. Cada año prorroga la emergencia económica con vocación de eternidad, crea nuevos impuestos y altera las alícuotas hasta convertir los gravámenes en actos confiscatorios.Transformó el derecho penal en meros procedimientos retroactivos para vengar su iracundia y odios manifiestos. Sovietizó los poderes de la Constitución para ejercer el mando omnímodo desde el estrado de un partido político recauchutado por una jueza tradicionalmente servil y encubridora.Hoy se encuentra Kirchner en esa encrucijada que siempre eludió. Su delegada personal en la presidencia de la república debe aplicar un tarifazo y se revuelve crispado ante la menor posibilidad de que ello influya en las elecciones de 2009. Ni siquiera alcanza a percibir el actual agrietamiento de su poder político. Si no se da cuenta de esta evidente calamidad para él en el día de hoy, cuán lejos estará de conocer el inmenso daño que sus subsidios le hicieron a la nación en su contexto y a la población en su desarrollo normal.Desde comienzos de 2002 se mantienen congeladas las tarifas de la energía. Todas las voces de la oposición y el periodismo gastaron sus gargantas anticipándole la gravedad de semejante irresponsabilidad. Sólo contestaba el rostro pétreo del ministro De Vido con planes pocas veces sensatos y muchas veces delirantes. Desde luego, ni unos ni otros se implementaron. Ya ni se molesta en aclarar qué fue del Plan Nuclear anunciado con bombos y platillos en el 2006 o de los proyectos hidroeléctricos.En ocasiones montan un escenario para que la presidenta exprese algún discurso intrascendente inventando una piedra fundamental o inauguración de usinitas o algunos metros lineales de gasoductos.
Ahí reside toda la política energética de un Estado pletórico en subsidios y falto de expansiones estructurales.Las cifras agobiantes de los subsidios han llevado los servicios públicos a una degradación económica y funcional. Los transportistas se van acostumbrando a depender de las dádivas del estado corruptor más que de la tarifa de los clientes. Las potencialidades de los empresarios se han achatado como la de cualquier burócrata de la administración pública.Como siempre ocurre con estos sistemas colectivistas, dadivosos y pretendidamente filantrópicos, terminan profundizando y sustentabilizando la pobreza de los que menos tienen. Solamente en el sector energético la mano subvencionadora de los Kirchner malgasta la cifra de seis mil millones de dólares por año. Ahora se encuentran como el drogadicto en pleno delirium tremens. Los dineros públicos ya no afluyen como antes, al comienzo de la orgía. La inflación acecha implacable, Guillermo Moreno insiste en acomodar los precios a su antojo.Todo el proyecto de la patria subsidiada se viene abajo. Los diez mil millones de dólares del pueblo argentino manipulados por la camarilla gubernamental, fecundados con el trabajo productivo de la actividad privada, deberían “redistribuirse” para que vuelvan a su natural titular: el pueblo argentino que es absolutamente privado, el cual no merece ser pobre y quiere disfrutar de lo que gana en buena ley.Si esos diez mil millones de dólares los genera la actividad privada ¿qué razón hay para que los mal dispongan los burócratas del estado nacional…? Si la misma actividad privada pudiera pagar directamente el valor real de las tarifas, los empresarios de servicios públicos podrían efectuar las inversiones que correspondan para mantener mejor y expandir los servicios. Todos ganarían y nadie perdería. Distinto a la realidad de la patria subsidiadora, donde los únicos que no pierden son los burócratas que viven de la teta del Estado.Nuestros poetas tangueros parecen no haberse olvidado del impávido ejecutor público de los subsidios corruptores:
“Que decís que un tango rante
No te hace perder la calma,
Y que no te llora el alma
Cuando gime un bandoneón;
Que si tenés sentimiento
Lo tenés adormecido
Pues todo lo has conseguido
Pagando como un chabón.”
(Del tango “Muchacho” de Celedonio Flores)
Fuente: Fundación Atlas

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