Hay realmente muy pocas dudas de que Gustavo Grobocopatel es uno de los emprendedores más eficaces del sector rural, dedicado a la producción en gran escala de soja, hoy -para algunos equivocados- casi una actividad antisocial.
Hasta no hace mucho nuestras autoridades nacionales creían que los “grobo” eran un ejemplo, a punto tal que los llevaron de la mano a suscribir un acuerdo con Venezuela, para enseñar a hacer soja allí. Con la “pompa” y publicidad de siempre.
El acuerdo en cuestión fue ratificado expresamente por el ex Presidente Néstor Kirchner y objeto de la consabida propaganda oficial como digno de destacarse, esto es apto para hacer bulla. Y era efectivamente así.
Los “grobo”, es cierto, son un ejemplo de fe, dedicación, talento, trabajo y tesón, digno de orgullo e imitación. Para el gobierno también lo eran. De allí su promoción al “núcleo central” de los muchos convenios de toda índole suscriptos con el patológico régimen de Hugo Chávez, con el que los Kirchner simpatizan y actúan de consuno.
Hasta que llegó el disparatado “conflicto con el campo” que, está claro, terminó derrotando al gobierno cuando éste pretendió absurdamente poner de rodillas al sector. Y los “grobo” pasaron, velozmente, a la categoría de “pool de siembra”, una noción fantasmagórica que sugiere que es algo que “hay que odiar”. No se sabe bien por qué, pero sirve para agitar un “cuco” más, para distraer, como siempre.
Grobocopatel, en un santiamén, pasó de ser campeón a lucir como demonio. Sin pasos intermedios. De golpe. Por obra de la necesidad de algunos de vivir sembrando odios, divisiones, enfrentamientos y resentimientos. Predicando la lucha de clases, entonces.
Pero las cosas cambian. Los “grobo” (como era previsible) se hartaron rápidamente de la poco seria administración de Venezuela y de su “estilo” patotero e incumplidor, poco empresario, entonces. Y decidieron -acertadamente- “levantar ese campamento” que habían comenzado a armar en marzo de 2007 en medio del redoble de los tambores oficiales. La decisión supone retirarse del esfuerzo caribeño cuando apenas tenían sembradas unas cinco mil hectáreas. Y preparaban otras veinte mil, para ser sembradas a fines de año. Para ellos, nada.
Se cansaron de la ineficiencia. De la burocracia. De la torpeza. De la falta de interés. De la ausencia de seriedad real. Y se fueron, diciendo “hasta aquí llegamos”. Adiós Venezuela y sus sueños. Sin esfuerzo y trabajo, las cosas no salen bien. Casi nunca.
Apenas esto sucedió, Álvaro Uribe, el ascendente Presidente de Colombia, que está en la cúspide de su popularidad, con un 91% de favor popular (contra un paupérrimo 19% de nuestra Cristina), los invitó a trabajar en Colombia, con todo el apoyo oficial. A “hacer soja” en su país.
Los invitados, solícitos, ya recorrieron los llanos orientales colombianos, tratando así de calibrar el alcance de la oportunidad que ahora se les presenta. No es imposible que el adiós a Venezuela sea reemplazado por un “ahora es el tiempo de en Colombia”. Todo un cambio. Saludable, por cierto.
(*) Ex Embajador de Argentina ante las Naciones Unidas.
Fuente: Fundación Futuro Argentino
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario