El zar del juego kirchnerista tensiona los límites del sistema con su feroz influencia política que atraviesa partidos y distritos. Como sucedió en los noventa con Alfredo Yabrán, se trata de la corrupción política agravada al extremo de debilitar la representación popular.
Cristóbal López, como en su momento Yabrán, viene a exponer la profunda descomposición que impregna a un sistema que hoy subordina las decisiones del Estado a intereses inconfesables. Y cuando esto sucede y queda en evidencia como está quedando, no hay lugar para socios inocentes. Lo único que se ve, son cómplices.
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