El pragmatismo del que han presumido Cristina Fernández y Néstor Kirchner es otra vuelta de tuerca al viejo esquema populista argentino. Las actuales circunstancias globales están llevando esta fórmula a su ocaso
Tal vez no sea inútil recordar que desde 1943 hasta el día de hoy hubo tres responsables políticos: el radicalismo, el militarismo y el peronismo. Este último cumplió el período más largo de gobierno -31 años con intermitencias- y su era coincide significativamente con el declive del país.
martes, 30 de diciembre de 2008
2008: el inicio de la caída
Posiblemente la ley de blanqueo no sea otra cosa que la cobertura ante la necesidad de una apresurada retirada. Una especie de auto amnistía. Todavía no lo sabemos. Lo que sí sabemos es que salvo que la economía se de vuelta como una guante y le ofrezca una tabla de salvación al los Kirchner, el 2009 luce como un año de crisis para el proyecto autocrático de Néstor y Cristina y el 2008 podría llegar a ser el inicio de la caída del proyecto dictatorial
lunes, 29 de diciembre de 2008
'Lo que nos pasa y el patrimonio común'
Aquello que nos pasa es harto sabido. Somos un país favorecido, pero con escasa esperanza, lánguidos de espíritu. Ese contraste habla más que diez tomos. Porque si fuéramos una nación densa, asentada sobre un sitio inane y cultural o étnicamente fracturada, ese desaliento por lo menos tendría alguna explicación.
Es útil bucear para hallar alguna clave de esa combinación contrastante, de disponer de todo y estar trabados. De amagar, pero no plasmar.
Se ha reflexionado en torno de algunos puntos como la presunta 'juventud' de nuestro país - esto es, su inmadurez. O acerca de que somos una mezcla racial o de que no terminamos de ser sudamericanos, nostalgiosos de lo europeo. Y una variopinta de análisis introspectivos referidos a la búsqueda de la identidad.
Pienso que podría ubicarse otra clave para entender lo que nos pasa. Aludo al destrato notorio del patrimonio público o común.
No tenemos conciencia de ese patrimonio. No hemos aprendido -porque no nos lo han enseñado- que lo de todos no es de nadie, sino nada menos que de nosotros. Nuestra creencia es al revés: si pertenece a la esfera pública es literalmente de nadie y, correlativamente, apropiable o abusable por quien lo tenga a mano o por quien llegue primero. El patrimonio común es algo así como el ganado en las pampas del s. XIX, mostrenco, si se admite el símil.
Las calles de nuestras ciudades - salvo las del interior bonaerense, Mendoza y quizás todas las pequeñas situadas tierra adentro - son repositorios de desechos, desde un simple papelito hasta los residuos más ominosos. Todo lo descartable, inclusive hasta la grosería de plantar un viejo inodoro, va a parar a la acera. Sin disciplina horaria, sin límites, sin respeto.
A las plazas y paseos nos cuesta un Potosí mantenerlos. El entorno del Obelisco sembrado de cajas de pizza por las mañanas domingueras, desde la primavera hasta el otoño, son una patente muestra de la desidia por lo común.
Los recurrentes incendios forestales y, sin ir más lejos, la perversa contaminación de la cuenca Reconquista-Riachuelo, son pruebas inconcusas de que nuestra acidia para cuidar el patrimonio público es alarmante.
¿Qué diferencia conceptual tiene una plaza con una partida presupuestaria estatal despilfarrada o hurtada mediante un sobreprecio en una licitación oficial? Ninguna. Ambas son comunes y en nuestro astigmatismo son de nadie y por tanto podemos hacer de todo, desde usarlas negligentemente hasta apoderárnoslas. Si hay sobrepagos, como los damnificados somos todos, no hay daño para nadie. Así de atravesada es la inferencia.
Quizás esto nos dé una pista sobre la causa de tan honda y persistente corrupción administrativa. Tan extendida y profunda que da la sensación de que asistimos a una desquiciante carrera en la que el próximo gobierno es más felón que el precedente.
El patrimonio común es un bien inasible, difuso, lejano, vacante. Sin dueño, pronto y presto para ser usurpado, con la certeza de que nadie lo reivindicará. Tan solo habrán codiciosos al acecho que pretenden encumbrarse para suplantar a los actuales aprovechadores. O - en el caso de un paseo - para reemplazar a los acampantes o a quienes lo transformaron en un campo deportivo de facto.
Hace cuarenta años que la crónica de la corrupción desde el pináculo del Estado es cotidiana. Abrumadoramente diaria. No obstante, el país no se resarció ni de un peso de lo sustraído. Alguna explicación debe existir para esa absoluta carencia de indemnización. No es otra de que lo público es adueñable por quien pueda o tenga la oportunidad. No hay castigo porque, con el tratrocamiento valorativo, el detrimento de lo público se presume inocuo. Distinto si lo hurtado pertenece a un individuo. En este caso, la condena social - siempre más rápida que la morosidad legal - es instantánea.
Con la corrupción desde el poder unos hacen el oportuno negociado y sus competidores el consabido enrostramiento tratando de desacreditar y esmerilar, no de enmendar radicalmente conductas y actitudes.
Obviamente, el desapego a la ley nutre no sólo a la corrupción, sino también al destrato que sufre el patrimonio colectivo. Alejados de la ley, esa miopía para valorar al patrimonio de todos anima a ir por él. De Tesoro nacional a atesorado por el infiel mandatario de ocasión.
Existen países, inclusive uno, el Uruguay, de nuestra misma matriz, que exaltan al patrimonio común de una manera notable. En Montevideo hay una jornada establecida para honrarlo. Ese día los montevideanos forman largas colas para entrar al Teatro Solís o al Palacio Suárez con el fin de admirar esa pertenencia. Porque esos bienes se sienten como lo que son, propios de todos, compartidos por la comunidad.
Sin una idea clara del patrimonio común está enervado el destino colectivo. Si no tenemos internalizado el acervo comunitario es harto difícil que breguemos por una finalidad general. El tantas veces declarado ausente, el Proyecto común - o las mismas Políticas de Estado, siempre inalcanzables - se vincula con la incuria por el patrimonio del conjunto. Si tratamos como trasto al patrimonio de todos, ¿para qué esforzarnos en pensar - y ejecutar - metas colectivas?.
En rigor, rige con el patrimonio común ese letal 'sálvese quien pueda' o su pariente 'hago la mía'.
Valgan estas reflexiones para poner en escena a un entenado, el patrimonio común. Es tiempo para que se siente a nuestra mesa y culmine la ajenidad con que lo desconceptuamos. Es uno de los nuestros. Concluir con décadas de declinación nacional, mucho depende de él y de cómo lo tratemos, cuidemos y aprovechemos.
Es momento para articular aceitadamente individuo y sociedad, un ensamble que la convivencia exige que sea tan férreo como equilibrado.
Alberto Asseff
Presidente de UNIR
Unión para la Integración y el Resurgimiento
Es útil bucear para hallar alguna clave de esa combinación contrastante, de disponer de todo y estar trabados. De amagar, pero no plasmar.
Se ha reflexionado en torno de algunos puntos como la presunta 'juventud' de nuestro país - esto es, su inmadurez. O acerca de que somos una mezcla racial o de que no terminamos de ser sudamericanos, nostalgiosos de lo europeo. Y una variopinta de análisis introspectivos referidos a la búsqueda de la identidad.
Pienso que podría ubicarse otra clave para entender lo que nos pasa. Aludo al destrato notorio del patrimonio público o común.
No tenemos conciencia de ese patrimonio. No hemos aprendido -porque no nos lo han enseñado- que lo de todos no es de nadie, sino nada menos que de nosotros. Nuestra creencia es al revés: si pertenece a la esfera pública es literalmente de nadie y, correlativamente, apropiable o abusable por quien lo tenga a mano o por quien llegue primero. El patrimonio común es algo así como el ganado en las pampas del s. XIX, mostrenco, si se admite el símil.
Las calles de nuestras ciudades - salvo las del interior bonaerense, Mendoza y quizás todas las pequeñas situadas tierra adentro - son repositorios de desechos, desde un simple papelito hasta los residuos más ominosos. Todo lo descartable, inclusive hasta la grosería de plantar un viejo inodoro, va a parar a la acera. Sin disciplina horaria, sin límites, sin respeto.
A las plazas y paseos nos cuesta un Potosí mantenerlos. El entorno del Obelisco sembrado de cajas de pizza por las mañanas domingueras, desde la primavera hasta el otoño, son una patente muestra de la desidia por lo común.
Los recurrentes incendios forestales y, sin ir más lejos, la perversa contaminación de la cuenca Reconquista-Riachuelo, son pruebas inconcusas de que nuestra acidia para cuidar el patrimonio público es alarmante.
¿Qué diferencia conceptual tiene una plaza con una partida presupuestaria estatal despilfarrada o hurtada mediante un sobreprecio en una licitación oficial? Ninguna. Ambas son comunes y en nuestro astigmatismo son de nadie y por tanto podemos hacer de todo, desde usarlas negligentemente hasta apoderárnoslas. Si hay sobrepagos, como los damnificados somos todos, no hay daño para nadie. Así de atravesada es la inferencia.
Quizás esto nos dé una pista sobre la causa de tan honda y persistente corrupción administrativa. Tan extendida y profunda que da la sensación de que asistimos a una desquiciante carrera en la que el próximo gobierno es más felón que el precedente.
El patrimonio común es un bien inasible, difuso, lejano, vacante. Sin dueño, pronto y presto para ser usurpado, con la certeza de que nadie lo reivindicará. Tan solo habrán codiciosos al acecho que pretenden encumbrarse para suplantar a los actuales aprovechadores. O - en el caso de un paseo - para reemplazar a los acampantes o a quienes lo transformaron en un campo deportivo de facto.
Hace cuarenta años que la crónica de la corrupción desde el pináculo del Estado es cotidiana. Abrumadoramente diaria. No obstante, el país no se resarció ni de un peso de lo sustraído. Alguna explicación debe existir para esa absoluta carencia de indemnización. No es otra de que lo público es adueñable por quien pueda o tenga la oportunidad. No hay castigo porque, con el tratrocamiento valorativo, el detrimento de lo público se presume inocuo. Distinto si lo hurtado pertenece a un individuo. En este caso, la condena social - siempre más rápida que la morosidad legal - es instantánea.
Con la corrupción desde el poder unos hacen el oportuno negociado y sus competidores el consabido enrostramiento tratando de desacreditar y esmerilar, no de enmendar radicalmente conductas y actitudes.
Obviamente, el desapego a la ley nutre no sólo a la corrupción, sino también al destrato que sufre el patrimonio colectivo. Alejados de la ley, esa miopía para valorar al patrimonio de todos anima a ir por él. De Tesoro nacional a atesorado por el infiel mandatario de ocasión.
Existen países, inclusive uno, el Uruguay, de nuestra misma matriz, que exaltan al patrimonio común de una manera notable. En Montevideo hay una jornada establecida para honrarlo. Ese día los montevideanos forman largas colas para entrar al Teatro Solís o al Palacio Suárez con el fin de admirar esa pertenencia. Porque esos bienes se sienten como lo que son, propios de todos, compartidos por la comunidad.
Sin una idea clara del patrimonio común está enervado el destino colectivo. Si no tenemos internalizado el acervo comunitario es harto difícil que breguemos por una finalidad general. El tantas veces declarado ausente, el Proyecto común - o las mismas Políticas de Estado, siempre inalcanzables - se vincula con la incuria por el patrimonio del conjunto. Si tratamos como trasto al patrimonio de todos, ¿para qué esforzarnos en pensar - y ejecutar - metas colectivas?.
En rigor, rige con el patrimonio común ese letal 'sálvese quien pueda' o su pariente 'hago la mía'.
Valgan estas reflexiones para poner en escena a un entenado, el patrimonio común. Es tiempo para que se siente a nuestra mesa y culmine la ajenidad con que lo desconceptuamos. Es uno de los nuestros. Concluir con décadas de declinación nacional, mucho depende de él y de cómo lo tratemos, cuidemos y aprovechemos.
Es momento para articular aceitadamente individuo y sociedad, un ensamble que la convivencia exige que sea tan férreo como equilibrado.
Alberto Asseff
Presidente de UNIR
Unión para la Integración y el Resurgimiento
Murió Samuel Huntington, autor del polémico libro "Choque de Civilizaciones"
El ensayista estadounidense Samuel Huntington, autor del polémico libro ´El Choque de Civilizaciones´ en el que auguraba un conflicto irreconciliable entre Occidente y el Islam, falleció a la edad de 81 años, según informó la Universidad de Harvard.
sábado, 27 de diciembre de 2008
viernes, 26 de diciembre de 2008
Hora de refundar la Argentina
Pero el kirchnerismo es sólo el último episodio del brutal deterioro que sufre nuestro país desde hace muchas décadas. La tarea impostergable consiste en revertir de cuajo esta progresiva disolución que nos está destruyendo como nación posible. Y ello requiere cambios mucho más profundos y complejos que meramente vencer al kirchnerismo.
martes, 23 de diciembre de 2008
domingo, 21 de diciembre de 2008
¿A qué fue Cristina Kirchner a Rusia?
¿Por qué la Argentina tiene la manía de ponerse del lado equivocado de la Historia? Ha repetido periódicamente esta costumbre de hacer camarillas con los que personifican las ideas contrarias a la libertad y, aparentemente, no parece querer dejar esa costumbre.
sábado, 20 de diciembre de 2008
viernes, 19 de diciembre de 2008
jueves, 18 de diciembre de 2008
En esta semana celebramos el cuarto de siglo de nuestra democracia.
En este aspecto somos una democracia renga, que resiste como puede hiperinflaciones, confiscaciones de depósitos y cuentas de la seguridad social, agravada recientemente por leyes fiscales injustas (si el Senado las aprueba a partir de hoy) que premian a los evasores y a los corruptos. El gobierno de la ley, que ante todo descansa en la confianza suscitada por la estabilidad de los contratos, es entre nosotros una promesa siempre desvirtuada.
miércoles, 17 de diciembre de 2008
Recuperar la dignidad, la confianza y el prestigio perdidos
Para recuperar el prestigio perdido como nación se requiere un cambio copernicano en los métodos y en las políticas de gobierno. La Argentina no podrá enfrentar una nueva etapa signada por la crisis, si no recupera rápidamente su dignidad, la confianza y el crédito. Es un gran desafío moral.
martes, 16 de diciembre de 2008
El caso Cristóbal López pone a prueba la democracia
El zar del juego kirchnerista tensiona los límites del sistema con su feroz influencia política que atraviesa partidos y distritos. Como sucedió en los noventa con Alfredo Yabrán, se trata de la corrupción política agravada al extremo de debilitar la representación popular.
Cristóbal López, como en su momento Yabrán, viene a exponer la profunda descomposición que impregna a un sistema que hoy subordina las decisiones del Estado a intereses inconfesables. Y cuando esto sucede y queda en evidencia como está quedando, no hay lugar para socios inocentes. Lo único que se ve, son cómplices.
Cristóbal López, como en su momento Yabrán, viene a exponer la profunda descomposición que impregna a un sistema que hoy subordina las decisiones del Estado a intereses inconfesables. Y cuando esto sucede y queda en evidencia como está quedando, no hay lugar para socios inocentes. Lo único que se ve, son cómplices.
En ese tren imparable, el gobierno terminó por mezclar todo como en botica, y pecó de improvisado, cuando no de temerario, en algunos casos
La anterior gira por el norte de Africa, por citar sólo una de tantas en el año de gobierno que acaba de cumplir, apenas dejó como saldo el ahínco de la dama por mostrar en Buenos Aires lo mejor de los tesoros egipcios que se guardan
Impunidad sindical
La pretensión sindical de conseguir un fallo del olvido para la desaparición de 285 millones de dólares tiene que ser una poderosa interpelación para la prensa, que debe seguir investigando y esclareciendo a la opinión pública; para los jueces y los fiscales virtuosos, que deben seguir buscando pruebas y castigando a los que se enriquecen con dineros ajenos; para la dirigencia política, encargada de imaginar y proponer mecanismos más transparentes y regulares, y para los entes supuestamente independientes que debieron haber velado por la correcta asignación de esos millonarios recursos. También para los gremialistas que todavía creen que no es inevitable que para representar a los trabajadores haya que corromperse
lunes, 15 de diciembre de 2008
Un festejo que celebra la autocracia
En síntesis, me parece que en estos últimos 25 años no hemos logrado establecer una verdadera democracia republicana y nos estamos conformando con tener una democracia ilimitada, la que, por su característica intrínseca, esta incapacitada de generar un circulo virtuoso de crecimiento y prosperidad. Por lo tanto, me niego a plegarme a cualquier festejo que no sea el de tener una democracia republicana con un gobierno limitado. Es decir, un gobierno que respete la división de poderes, la libertad individual, el derecho de propiedad y la iniciativa privada. Festejar lo otro, es festejar el robo legalizado
El retorno de la guaranguería política
Aun sin llegar al escándalo que en los años 90 significó sentar en una banca de legislador a un simple empleado parlamentario, el tristemente recordado "diputrucho", para que garantizara el quórum, la mediocridad argentina, con ese particular toque de "guaranguería" con el que nos distinguiera José Ortega y Gasset, se hizo otra vez presente en la política nacional.
viernes, 12 de diciembre de 2008
A veinticinco años del retorno a la democracia en la Argentina, está claro el retroceso en la calidad institucional partidaria
En estos 25 años hubo muchos avances, más allá de las elecciones periódicas. Pero queda la sensación que en este período los partidos y la dirigencia política no han madurado lo suficiente como para fortalecer la democracia y la calidad institucional del país.
El blanqueo se transformó en escándalo y la oposición amenaza con ir a la Corte
El último gran debate del año en Diputados adquirió ribetes de escándalo ayer, cuando algunos bloques de la oposición salieron a denunciar que el oficialismo no había juntado los votos suficientes para dar sanción al blanqueo de capitales
...paupérrima situación argentina en el marco internacional...
El 35 por ciento de los argentinos vive por debajo del umbral de la pobreza, frente a un 10 por ciento en 1975. El populismo en economía y el caudillismo en política han engendrado la miseria que, a su vez, facilita la compra de los votos por parte de la maquinaria peronista.
miércoles, 10 de diciembre de 2008
¿Soberbia, ignorancia o mentira?
El 24 de septiembre pasado, refiriéndose a la economía argentina, Cristina Fernández de Kirchner afirmaba en Nueva York ante el Consejo de las Américas: “Todas las variables indican que podemos superar este momento que está pasando Estados Unidos. Creo que los primeros que tienen que tener un plan B son ustedes y Europa, porque nuestro plan A está funcionando".
martes, 9 de diciembre de 2008
sábado, 6 de diciembre de 2008
viernes, 5 de diciembre de 2008
El Gobierno no inventó nada con sus anuncios de la víspera
El precio de la soja está ahora en casi la mitad de lo que era en su mejor momento, a principios de julio pasado, cuando ya se cocinaba el descalabro parlamentario del kirchnerismo. No importa. Seguirá pagando el nivel de retenciones de los buenos tiempos. La venganza no es contracíclica ni keynesiana ni heterodoxa. Es venganza, no más.
En lugar de encarar el problema del crimen y de la delincuencia, lo que hacemos es ponerle jaulas a los choferes
Los honrados cargarían con el castigo de soportar el encierro porque han llevado a la degradación a los delincuentes que, como premio, gozarían del doble derecho de la libertad y de atacar a sus victimarios. Esta es la macabra teoría que ha ganado espacio dentro del pensamiento académico, y que ha sido trasmitida, de allí para abajo, a los que hoy hacen las leyes y las juzgan.
jueves, 4 de diciembre de 2008
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