Un paso hacia la libertad sindical.
La Corte Suprema de Justicia declaró legal la elección de delegados pertenecientes a un gremio no adherido a la CGT. Fue en un organismo estatal donde el gremio reconocido oficialmente pertenecía a esa central obrera, única con personería legal. El fallo se apoyó en el artículo 14 bis de la Constitución Nacional que consagra la libertad de agremiación y como todo fallo de la Corte, crea jurisprudencia y debe ser considerado por el Poder Legislativo para corregir la legislación que lo contradiga. Deberá modificarse por lo tanto el artículo 41 inciso a) de la Ley 23.551 de Asociaciones Sindicales que dice que para ser representante gremial se requiere “estar afiliado a la respectiva asociación sindical con personería gremial”. En definitiva, hay una prerrogativa que la CGT de Hugo Moyano acaba de perder y hay un logro para la CTA de Hugo Yasky. Pero lo importante es que se ha creado una expectativa favorable para todos los trabajadores no sindicalizados o cansados de unicatos, dinastías y prepotencias.
La CGT y sus sostenedores políticos han salido a defender su preeminencia argumentando la posibilidad de una anarquía sindical y un debilitamiento del poder de negociación de los trabajadores. El peronismo recibió el fallo con aparente sorpresa, sin saber si el kirchnerato, apoyado tácticamente en Moyano pero ideológicamente lejos de “los gordos” y más cercano a la CTA, había estado detrás del dictamen de la Corte. Algunos comentarios hablaron de una venganza K a favor de la CTA por la actuación de la CGT en busca del esclarecimiento del asesinato de Rucci. Otros, de un Kirchner sorprendido. ¿Hay que valorar el fallo como un paso positivo y bien inspirado de la Corte, o sospechar un acto de dependencia? Creemos francamente que es lo primero.
Si los peronistas fueran a consultar a su fundador, encontrarían que el movimiento obrero aglutinado en una central única, la CGT, fue lo que él ideó para que funcionara como la columna vertebral del partido. Así lo fue desde su creación en los cuarenta bajo la inspiración mussoliniana de Juan Perón. Las disímiles reacciones frente a este fallo entre quienes se dicen peronistas, ha evidenciado la antinomia ideológica entre el kirchnerismo de los Verbitsky, los Kunkel y los Carta Abierta, frente al peronismo tradicional e histórico. No porque los K y sus inspiradores ideológicos deseen la libertad sindical, sino porque descartan que el gremialismo de la CGT y los gordos puedan identificarse algún día con sus ideas.
La libertad de agremiación es un objetivo esencial y necesario. El unicato sindical lleva a la falta de democracia interna en los gremios y termina en el matonismo y la corrupción. El poder gremial concentrado hizo posible logros como el manejo de las obras sociales. Eso a su vez aumentó su capacidad de acción económica y política, alimentando el círculo cerrado de creación de poder. Que la central única sea la “columna vertebral” del movimiento peronista y que éste tenga como objetivo permanente el poder político, son términos y situaciones que hablan por si mismas. Es un grave error suponer, como algunos afirman, que esta construcción pueda defender a la sociedad de un eventual copamiento marxista del movimiento obrero. Este erróneo supuesto facilitó la supervivencia del monopolio de representación sindical en diversas instancias de nuestra historia.
La concentración sindical ha determinado la modalidad sectorial y no descentralizada de negociación salarial. El fallo de la Corte abre entonces una posibilidad de avanzar hacia la negociación a nivel de empresa. Esto significaría un gran logro en beneficio tanto de los trabajadores como de las empresas. Es en ese nivel donde convergen los intereses de ambas partes y sería en los acuerdos en cada empresa donde se establecerían naturalmente condiciones que respondan a los resultados de producción y a objetivos reales y no a parámetros macroeconómicos o pulseadas políticas. En este escenario se reduciría el poder político de la dirigencia sindical y empresaria. Y eso sería bueno.
La pesadumbre que nos provoca en estos últimos días la cuestión de las AFJP, tiene con este fallo alguna compensación.
Si los peronistas fueran a consultar a su fundador, encontrarían que el movimiento obrero aglutinado en una central única, la CGT, fue lo que él ideó para que funcionara como la columna vertebral del partido. Así lo fue desde su creación en los cuarenta bajo la inspiración mussoliniana de Juan Perón. Las disímiles reacciones frente a este fallo entre quienes se dicen peronistas, ha evidenciado la antinomia ideológica entre el kirchnerismo de los Verbitsky, los Kunkel y los Carta Abierta, frente al peronismo tradicional e histórico. No porque los K y sus inspiradores ideológicos deseen la libertad sindical, sino porque descartan que el gremialismo de la CGT y los gordos puedan identificarse algún día con sus ideas.
La libertad de agremiación es un objetivo esencial y necesario. El unicato sindical lleva a la falta de democracia interna en los gremios y termina en el matonismo y la corrupción. El poder gremial concentrado hizo posible logros como el manejo de las obras sociales. Eso a su vez aumentó su capacidad de acción económica y política, alimentando el círculo cerrado de creación de poder. Que la central única sea la “columna vertebral” del movimiento peronista y que éste tenga como objetivo permanente el poder político, son términos y situaciones que hablan por si mismas. Es un grave error suponer, como algunos afirman, que esta construcción pueda defender a la sociedad de un eventual copamiento marxista del movimiento obrero. Este erróneo supuesto facilitó la supervivencia del monopolio de representación sindical en diversas instancias de nuestra historia.
La concentración sindical ha determinado la modalidad sectorial y no descentralizada de negociación salarial. El fallo de la Corte abre entonces una posibilidad de avanzar hacia la negociación a nivel de empresa. Esto significaría un gran logro en beneficio tanto de los trabajadores como de las empresas. Es en ese nivel donde convergen los intereses de ambas partes y sería en los acuerdos en cada empresa donde se establecerían naturalmente condiciones que respondan a los resultados de producción y a objetivos reales y no a parámetros macroeconómicos o pulseadas políticas. En este escenario se reduciría el poder político de la dirigencia sindical y empresaria. Y eso sería bueno.
La pesadumbre que nos provoca en estos últimos días la cuestión de las AFJP, tiene con este fallo alguna compensación.
Manuel A. Solanet
Fuente: Fundación Futuro Argentino
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