jueves, 19 de febrero de 2009
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Pero más allá de que esto puede no ser tan dramático ni cierto, lo que no hay que perder de vista es que, en este ajedrez político, nada está dicho antes del mate final y que el Gobierno también mueve sus fichas. Y, por lo que se advierte, después de seis años de errar sin rumbo y de tocar de oído, prometiendo trenes bala e inaugurando piedras inmóviles, acaso apretado por la crisis y por su propia ausencia de planes e ideas, se ha subido, parece que ahora sí definitivamente, al herrumbrado tren del peronismo. Que ya compartía, pero agregándole ahora otros treinta años de atraso. Y que así como Perón, a contrapelo de la historia que venía, transformó el país en un corralito de asalariados satisfechos con alma de fin de mes, nacionalizando servicios, castigando el ahorro, congelando alquileres, controlando precios y ejerciendo el proteccionismo, se ensaye hoy, en nombre de la crisis mundial, una remake de aquel error como arbitrio destinado a proteger el empleo y firmar un largo armisticio con la CGT
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